¿Alguna vez se ha preguntado, estimado lector, cómo era el ambiente político, social y económico de la época en que vivió Jesús?
En aquellos tiempos la situación política de Israel no era sencilla, se vivía bajo el yugo del imperio romano. Pilato era el gobernador, y se había impuesto como rey a Herodes, no aceptado por los judíos porque era Idumeo, es decir, un “no judío”.
El pueblo judío se sentía oprimido y esperaba con ansia la venida del “Mesías”, quien les traería la ansiada liberación. Pero, a diferencia de lo que esperaban, el Mesías, Jesús, llegó sin riqueza, sin poder y sin incitar al pueblo a levantarse en contra del imperio. Más bien, este Mesías buscaba un cambio de vida interior y pedía que se practicara la caridad fraterna. La liberación que Él ofrece es la liberación del pecado.
Esta situación desilusionó a muchos, entre ellos, los zelotas, quienes constituían un grupo de judíos que se organizaron para expulsar a los romanos de Judea. Por otro lado, los fariseos y saduceos (sacerdotes que se dedicaban al templo y colaboraban con los romanos para mantener su situación), constantemente se sentían cuestionados por Jesús, por eso terminantemente lo rechazaban como el Mesías.
Estos factores –entre otros– van a influir fuertemente en el desarrollo de los acontecimientos que conocemos como Pasión y Muerte de Jesucristo, el verdadero Mesías para los cristianos.
Celebración del Jueves Santo
El Jueves Santo Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua, en una cena especial en la que lavó sus pies dándoles ejemplo de humildad y amor, e instituyó el Sacerdocio con las palabras: “Haced esto en memoria mía”, al convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, momento en el que también instituye la Eucaristía, quedándose así con nosotros para siempre.
Llegada la noche, Jesús se retiró, junto con Pedro, Santiago y Juan, a orar al Huerto de Getsemaní. Es ahí donde Jesús acepta cargar con los pecados de toda la humanidad, antes de su pasión. Fue inmensa su agonía, sufría a tal grado que sudó gotas de sangre. Aún así, acepta seguir adelante: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Seguramente sabía que pronto le iban a apresar. Y así sucedió. Un gran número de hombres armados con espadas y garrotes, con Judas Iscariote a la cabeza, llegaron al lugar. Judas, el apóstol que lo vendió por 30 monedas de plata, se acercó a Jesús y lo besó; así pudieron aprehenderlo, era la señal.
¿Qué se celebra el Viernes Santo?
El Viernes Santo volvemos a vivir con Jesús su Pasión: la aprehensión, interrogatorios, flagelación, coronación de espinas y la crucifixión. Este día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: su aprehensión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.
En aquel entonces, la Crucifixión era la ejecución más cruel y degradante que se conocía. Un ciudadano romano no podía ser crucificado. La muerte sobrevenía después de una larga agonía.
Jesús en la cruz, con un sufrimiento físico y moral muy grande, fue capaz de perdonar a los que lo ofendieron. El Viernes Santo lo conmemoramos con un Viacrucis solemne, y con la ceremonia de la Celebración de la Pasión del Señor, en la que se hace la adoración de la cruz.
Las siete palabras
Las “siete palabras” de Jesús son el testamento que nos deja al morir y emprender su partida al Padre:
1. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
2. En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
3. Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre.
4. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
5. ¡Tengo sed!
6. Todo está cumplido.
7. Padre: en tus manos encomiendo mi espíritu.
Desde la cruz, Jesús nos termina de dar su mensaje de amor y salvación, dejándonos a su Madre y enseñándonos a perseverar hasta el final. El sacrificio de la cruz se vuelve a vivir en cada Eucaristía; por medio de ella, Jesús sigue vivo y permanece con nosotros.
Sábado Santo:
Dolor en la espera
Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando en su Pasión y Muerte, y se abstiene de celebrar el sacrificio de la Misa, por lo que conserva el altar totalmente desnudo, las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. No puede darse la Sagrada Comunión (más que a modo de viático a los enfermos), hasta la Vigilia Pascual (“al caer el sol”).
Durante el día es importante recordar que Jesús compartió con nosotros a su Madre para que acudamos a Ella en las alegrías y dificultades. Antes de morir y en presencia de María y Juan, Jesús expresó: “Madre, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 26-27).
Dar el pésame a la Virgen es unirnos en su dolor y sufrimiento por la Pasión y Muerte de Jesús. María es una mujer que acaba de perder a su hijo, todo su ser se ha sacudido por lo que ha visto en los días que acaban de pasar. Ver a su hijo en la cruz. En el corazón de María había un gran dolor.
Por la noche se celebra la Vigilia Pascual, durante la cual, además de bendecir el fuego, se prepara el Cirio Pascual, se bendice el agua y se encienden velas en señal del paso de la oscuridad a la luz con la Resurrección del Señor, fundamento de nuestra fe. Después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la Resurrección, se desborda la alegría pascual que inunda los cincuenta días subsecuentes.
Raquel Rodríguez de Estrada