La familia: Educadora de la dignidad y respeto de toda persona humana

EMF 2009

Tercera catequesis

Cristo está unido a todo hombre y mujer
La Iglesia ve en el hombre, en cada hombre, la imagen viva de Dios mismo; imagen que encuentra —y está llamada a descubrir cada vez más profundamente— su plena razón de ser en el misterio de Cristo. Él nos revela a Dios en su verdad; pero, a la vez, manifiesta también el hombre al hombre. Este hombre ha recibido de Dios una incomparable e inalienable dignidad, pues ha sido creado a su imagen y semejanza y destinado a ser hijo adoptivo. Cristo, con su Encarnación se ha unido, de alguna manera, con todo hombre.

No somos algo, somos alguien
Por haber sido hecho imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona: no es sólo algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de darse libremente y entrar en comunión con otras personas. Esta relación con Dios puede ser ignorada, olvidada o removida, pero jamás puede ser eliminada, porque la persona humana es un ser personal creado por Dios para relacionarse y vivir con Él.

El hombre fue hecho para la mujer, y la mujer para el hombre
El hombre y la mujer tienen la misma dignidad porque ambos son imagen de Dios y porque, además, se realizan profundamente a sí mismos reencontrándose como personas a través del don sincero de sí mismos. La mujer es complemento del hombre como el hombre lo es de la mujer. Mujer y hombre se complementan mutuamente, no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino también ontológico, pues sólo gracias a la dualidad de lo “masculino” y “femenino” se realiza plenamente “lo humano”. Es la “unidad de los dos” la que permite a cada uno experimentar la relación interpersonal y recíproca. Además, sólo a esta “unidad de los dos” Dios le confía la obra de la procreación y la vida humana.

“Dios no nos hizo en serie, nos hizo en serio”
Toda la Creación ha sido hecha para el hombre. En cambio, el hombre ha sido creado y amado por sí mismo. El hombre existe como un ser único e irrepetible. Es un ser inteligente y consciente, capaz de reflexionar sobre sí mismo y, por lo tanto, de tener conciencia de sí y de sus actos.

Somos digna imagen de Dios
La dignidad de la persona humana —de toda persona humana— no depende de ninguna instancia humana, sino de su mismo ser, creado a imagen y semejanza de Dios. Nadie, por consiguiente, puede maltratar esa dignidad sin cometer una gravísima violación del orden querido por el Creador. Por lo mismo, una sociedad justa sólo puede realizarse en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana.

Lo plenamente humano es imborrable
Las personas minusválidas, a pesar de sus limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos y facultades, siguen siendo sujetos plenamente humanos, titulares de derechos y deberes, que nadie puede conculcar —quebrantar— ni discriminar.

El no nacido también es persona
Los no nacidos son también personas desde el mismo momento de su concepción; y su vida no puede ser destruida por el aborto o la experimentación científica. Destruir la vida de un no nacido, que es completamente inocente, es un acto de suprema violencia y de gravísima responsabilidad ante Dios.

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