El domingo 17 de agosto se llevó a cabo la clausura del III Congreso Americano Misionero en la ciudad ecuatoriana de Quito y comenzó oficialmente, en todo el continente, la Gran Misión Continental evangelizadora, convocada por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
El lunes 18 partieron también, desde la capital de Ecuador hacia París, las reliquias de Santa Teresita de Lisieux, que fueron llevadas, durante casi dos meses, por todo el continente en preparación de este Congreso Misionero.
La nómina de participantes
En los trabajos del Congreso, según los organizadores, tomaron parte delegaciones de 33 países, entre los que se incluyen 80 obispos, 465 sacerdotes, 250 religiosos, 22 diáconos y 664 laicos. De Ecuador participaron 21 obispos, 133 sacerdotes, 307 religiosos, 21 diáconos, 87 seminaristas y 816 laicos. El Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo, participó en el evento como enviado del Papa Benedicto XVI.
En reunión para partir en misión
El objetivo principal de este tercer Congreso, proyectado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) tras la visita del Romano Pontífice en mayo de 2007 a Aparecida, Brasil, fue “promover la profundización de la fe y el fortalecimiento de la Iglesia, para contrarrestar el efecto de las sectas, que han captado a muchos católicos, y algunos conceptos teológicos, que han sembrado el desconcierto”.
En la Eucaristía de inauguración, que reunió a cerca de 18 mil personas en el Coliseo General Rumiñahui de Quito, se leyó el mensaje del Papa a los participantes, en el que los exhortaba a “proponer a Jesucristo con claridad y humildad” al hombre de hoy. En tanto que en la Misa de clausura, que congregó a 30 mil asistentes en el Estadio Liga Deportiva Universitaria, tuvo lugar el solemne envío a la Gran Misión Continental.
Nueva evangelización y misión ad gentes
Según los organizadores, otra anhelo del Congreso ha sido “poner al Continente Americano en ‘estado de misión’ para enfrentar el desafío de que la misión confiada a la Iglesia se halla todavía en los comienzos. Esta opción permitirá hacer de cada Iglesia particular el ámbito y contexto de la nueva evangelización y la misión ad gentes y, a la vez, destinataria y protagonista del anuncio de Cristo”.
Tareas bien específicas para todos
Con el lema “América con Cristo: Escucha, aprende y anuncia”, los trabajos del Congreso giraron en torno a la necesidad de una nueva evangelización “en el contexto de materialismo y secularización que afrontan el hombre y la mujer actuales”, según el documento síntesis del evento misionero.
De forma especial, el congreso celebrado en Quito insistió en “el papel de las familias cristianas en la misión evangelizadora de la iglesia”, así como en la revitalización de la “parroquia como comunidad de comunidades y de los movimientos laicales, para que todo el pueblo de Dios asuma su responsabilidad con la nueva evangelización y la misión Ad gentes”.
“Otro mundo es posible”
Tanto en el mensaje final como en la declaración del Congreso, se insiste en la necesidad de fortalecer la unidad y la pertenencia eclesial, así como en la participación de toda la Iglesia en la misión, con especial insistencia en la corresponsabilidad de los laicos y las familias: “La Iglesia, ‘lugar de encuentro’ con Jesucristo, convoca, envía a los testigos del Resucitado y forma nuevos discípulos en comunidades vivas, que testimonian el Reino de Dios. La misión aviva la esperanza de que otro mundo es posible, aún en situaciones difíciles. Se necesitan profetas y peregrinos que denuncien las situaciones de pecado y las estructuras injustas, y anuncien los valores de la vida plena realizada en Cristo”.
Para saber:
¿Qué es la misión Ad gentes?
Se resume en tres palabras griegas: kerygma, diakonia y koinonia. La primera quiere decir compartir –mediante la fe– la Buena Nueva de nuestro Señor Jesucristo “a tiempo o a destiempo” (2Tm 4, 2). Diakonia se comprende como solidarizarse –por amor– con todo el que sufre, preferentemente con los más pobres y marginados por la sociedad. Y Koinonia significa reunirnos –por esperanza– de modo que nuestra comunión de creyentes haga prever y pregustar la Paz del Reino de Dios. Estos tres conceptos se refieren a nuestra misión eclesial.
Inmaculada Álvarez