Cordero de Dios
(Jn 1,29-34)
Queridos hermanos, seguimos profundizando en el Bautismo de Jesús; ahora San Juan nos presenta un elemento nuevo y nos dice que Jesús es el Cordero de Dios; sí, Jesús viene a quitar el pecado del mundo. El pecado es una autodestrucción del ser humano, es un mal que daña a la comunidad y que hace tener una vida infeliz, por eso el Señor viene a quitar el pecado del mundo, a liberarnos de lo que más nos daña, Él es el único que tiene ese poder.

Él va a asumir ese símbolo del cordero. Recordemos cuando el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud en Egipto: Dios les mandó que inmolaran un cordero y que pusieran su sangre en las puertas como signo de la liberación, entonces viene el codero a derramar su sangre para liberarnos de todo el mal y hacer que tengamos una vida digna; esto va relacionado con el siervo de Yahvé que aparece también en el Antiguo Testamento desde el seno materno; Él viene a convertirse en luz de las naciones, a liberarnos de las tinieblas.
Otro elemento que San Juan recalca es: “el que me envió a bautizar me dijo -Aquél sobre el cual veas que baja el espíritu y se posa, ese es el Hijo de Dios- y doy testimonio”. Jesús viene a traernos un nuevo bautismo, el bautismo con el Espíritu Santo para transformar los corazones de los hombres. Jesús es el Cordero de Dios, Él ya existía antes que nosotros, Él es Dios, Él es el portador de la vida, es el portador de la luz. Él nos va a llamar una vida nueva, a vivir todos en concordia, de ahí la importancia de vivir esta realidad nueva que nos trae Cristo, que va a hacer de nosotros un pueblo santo, una familia nueva; viene a renovar la creación, pero sobre todo viene a renovarnos a nosotros, Él viene a ser la luz, a iluminarnos y a liberarnos de toda tiniebla de pecado.
¿Te gustaría que Jesús renueve tu corazón? ¿Te gustaría vivir la vida nueva que Jesús nos trae y ser santo como Él? Pues todos estamos llamados a vivir esta nueva realidad que Jesús nos ha traído y a alejar de nuestro corazón todo lo que nos daña.
La bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic