Una mirada a las emociones
- El cine está llamado a indicarle al hombre dónde Dios puede revelarse
• Para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia necesita del arte
• El (buen) cine transmite una mirada cristiana sobre el hombre y la vida
Hubo un tiempo en que poco a poco comenzó a producirse un cine que escenificaba historias ejemplares de santidad de sacerdotes o monjas, hechos milagrosos o que reproducía pasajes de la vida de Jesús, con estricto apego a la doctrina de la Iglesia. De ese ámbito, al que se le llamó confesional, pueden rescatarse producciones tales como “Jesús de Nazaret” de Franco Zefirelli, “Los diez mandamientos” con la actuación de Charlton Heston y dirigida por Cecil B. DeMille; “El Mesías” de Roberto Rossellini, “Maximiliano, el Santo de Auschwitz” de Leonardo Defilippis, “La canción de Bernardette”, que trata acerca de las apariciones en Lourdes y “Escarlata y negro”, la historia del Obispo Hugh O’Flaherty, que desafió a los oficiales nazis en Roma para salvar vidas, entre otras tantas.
“Este tipo de cine llegó a ser muy importante, casi un género”, señala Juan Orellana. Sin embargo, como bien lo apunta el autor, fue perdiendo vigencia hacia los últimos años del siglo pasado, por la evolución misma del cine y por las necesidades crecientes de los espectadores. De allí que se produjera un tipo de cine que apelara, a partir de un buen argumento, a “transmitir una mirada cristiana sobre el hombre y la vida”.
Un cine acerca de la vida
“La auténtica intuición artística va más allá de lo que perciben los sentidos y, penetrando la realidad, intenta interpretar su misterio escondido. Dicha intuición brota de lo más íntimo del alma humana, allí donde la aspiración a dar sentido a la propia vida se ve acompañada por la percepción fugaz de la belleza y de la unidad misteriosa de las cosas”, escribió el Papa Juan Pablo II en la Carta a los Artistas (n. 6), en 1999. Estas palabras del Sumo Pontífice polaco le acomodan bien a los cineastas, que en su quehacer artístico tendrían que echar mano de los recursos propios de la cinematografía para plasmar historias que respondan a las grandes cuestiones que se plantea el hombre actual.
Y más allá de esas cuestiones meramente humanas, el cine está llamado a indicarle al hombre dónde Dios se puede revelar, “no como el que está ‘fuera’ y ‘lejos’, sino como el que está ‘dentro’, en lo más íntimo de cada uno”, dijo José María García Escudero ante delegados diocesanos de medios y otras muchas personalidades del mundo de la comunicación católica.
Un desafío en constante renovación
Los modos de hacer llegar el Evangelio a quienes no conocen aún a Cristo se han multiplicado y especializado en los últimos tiempos, gracias, sobre todo, al auge de los medios de comunicación masiva, de los que el cine forma parte. Ya se ha señalado la benevolencia de parte del Papa y de distintas conferencias episcopales de recurrir a estas herramientas comunicativas para diseminar la semilla de la Buena Nueva en todos los territorios.
El Papa Pablo VI ya lo anunciaba en la Evangelii nuntiandi (El anuncio del Evangelio): “La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios… Sin embargo, su empleo en la evangelización supone casi un desafío: el mensaje evangélico deberá llegar, a través de ellos, a las muchedumbres, pero con la capacidad de penetrar en las conciencias, para posarse en el corazón de cada hombre en particular, con todo lo que éste tiene de singular y personal, y con capacidad para suscitar en favor una adhesión y un compromiso verdaderamente personal”. La consigna es, entonces, su aprovechamiento en la medida de lo posible.
La Iglesia tiene necesidad del arte
“Para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte. En efecto, debe hacer perceptible, más aún, fascinante en lo posible, el mundo del espíritu, de lo invisible, de Dios” (Carta a los Artistas, n. 12). El acercamiento a lo divino, es claro, no se da por medio de un filme, sin embargo, la lectura que se haga de una película puede conducir a un estado de sed por las cosas de Dios, por todo aquello que redunde en un mayor conocimiento de nuestro Padre.
“La literatura y el arte (como el cine) tienen gran importancia para la vida de la Iglesia, ya que pretenden estudiar la índole propia del hombre, sus problemas y su experiencia en el esfuerzo por conocerse mejor y perfeccionarse a sí mismo y al mundo; se afanan por descubrir su situación en la historia y en el universo, por iluminar las miserias y los gozos, las necesidades y capacidades del hombre, y por diseñar un mejor destino para el hombre” (Gaudium et spes –Gozo y esperanza–, n. 18). El arte incluye al cine, cuyos alcances inciden en la sensibilidad del espectador y lo mueven a actuar según lo visto en pantalla. Se aboca, además, a estudiar la naturaleza del hombre y su interacción con sus semejantes, con la creación toda, en orden a alcanzar la vida imperecedera.
Pasarela de cine religioso
A la par de los grandes festivales internacionales de cine comercial, de autor, independiente, de culto, de ciencia ficción, de corte regional: latinoamericano, europeo, asiático, etcétera, las producciones religiosas o que retratan una propuesta distinta, fresca, cimentada en la transmisión de valores y en el crecimiento humano, han ido ganando terreno en pantalla y abriendo sus propias pasarelas donde mostrarse. Citamos tan sólo algunos ejemplos: la Semana Internacional de Cine (SEMINCI) en Valladolid, España, antes llamada Semana Internacional de Cine Religioso y de Valores Humanos; Festival Internacional de Cine Tercer Milenio, en Guadalajara, Jalisco, México; Festival Internacional de Cine y Religión, de talante ecuménico y con sello itinerante, pues se realiza entre las ciudades de Trento, Asís y Jerusalén; el Religion Today Film Festival, que se centra en el diálogo interreligioso, tan necesario hoy.
Las que no hay que perderse
Las películas de corte católico, o que aluden a algún aspecto de la vida religiosa han sido relegadas de las carteleras comerciales, con la consigna de que deben proyectarse sólo en atrios de templos, capillas e incluso en la sacristía; sin embargo, estos filmes comparten valores universales, por lo que su exhibición debiera anunciarse con bombo y platillo.
Aquí anotamos algunas:
Otras propuestas
De entre todo el panorama cinéfilo el católico tendría que dirigir su mirada a las producciones que de algún modo lo enriquezcan humanamente. “No se trata de oponer al mundo un mundo rival. Se trata, no de decir ‘aquí el cine bueno, allá el malo’, sino ‘aquí el cine profundo, allá el superficial’. Nuestra palabra frente al cine debe ser educación”, subraya García Escudero.
Y de todas esas producciones, aunque no netamente religiosas pero que sí aspiran a comunicar valores o ensanchar la experiencia humana, podemos citar aquí unas cuantas de una larga lista:
Jacinto Buendía