Movimiento estudiantil de 1968, 40 años de cómplice silencio

Al hombre no se le doma, se le educa”: cartel en la manifestación del 13 de agosto de 1968 en las calles de la Ciudad de México, recogido en el libro La noche de Tlatelolco

Dos acontecimientos, sin duda, cimbraron la historia de nuestro país en la segunda mitad del siglo pasado: el temblor del 19 de septiembre de 1985, que dejó miles de heridos y muertos y un país devastado, y la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. De las causas y el por qué del primero resulta inútil tratar de ponerlas en claro; en lo que toca al segundo, la impunidad y el contubernio se han encargado de poner un velo sobre la verdad de tan deleznable crimen.

1968
Cuarenta años han transcurrido desde aquel lejano 1968: año de contrastes, de esperanzas, de tomar las calles, de temores, de solidaridad, de voces jóvenes reunidas en gritos, de vientos libertarios y expresivos, de Olimpiadas, de manifestaciones de fe en un mundo y futuro mejores; ése fue el año de la revolución cultural iniciada en París, de la llamada Primavera de Praga, de la matanza de Tlatelolco: en esos días comenzó a escucharse un clamor que, no obstante la distancia, el irreversible paso del tiempo y las voces silenciadas, no se ha detenido: la esperanza de que se conozca la verdad sigue en pie.
En estos cuatro decenios la sociedad y autoridades mexicanas se han encargado, con la lápida del silencio cómplice y la falta de justicia, de legitimar, de algún modo, lo sucedido aquel día en la Plaza de las Tres Culturas: a partir de esa noche la juventud ya no sería la misma, había dejado de lado el aprendizaje para ir a dar de bruces ante la realidad: sin duda se trató de un despertar abrupto.

Movimiento estudiantil alrededor del mundo
“La insolencia es la nueva arma revolucionaria”: pinta que apareció en los muros de la Facultad de Medicina de París en 1968, y fiel reflejo del largo camino de los jóvenes en busca de respuestas ante un mundo que cambiaba velozmente. En la Ciudad de México, en Santiago de Chile y en Montevideo, capital de Uruguay, por el lado latinoamericano; París, Praga, China y algunos países más del Este europeo, por la otra vertiente, conformaron la geografía de las revueltas en los planteles universitarios y de bachillerato. La semilla, sembrada y cuidada con paciencia, por fin había germinado: el crecimiento de dicha semilla, ya lo sabemos, fue truncado.

Movimiento en México 
El movimiento estudiantil en México, según algunos investigadores, se inspiró en la Revolución Cubana; aunque también se habla de la lucha estudiantil en Morelia, durante los años de 1962 y 1963; el movimiento por la reforma universitaria en Puebla, también en 1962; la huelga de la UNAM en 1966; la huelga nacional de abril de 1956, el movimiento magisterial de 1958 y el ferrocarrilero, de 1958-1959.
Según Krauze, “gracias al 68, hay en México más libertad de expresión, de movimiento, de protesta. Y, también, gracias al 68, las mujeres –que eran un contingente numeroso en el movimiento estudiantil- ingresaron con fuerza en casi todos los ámbitos de la vida pública”.
“Hay un México antes del movimiento estudiantil y otro después de 1968. Tlatelolco es la escisión entre los dos Méxicos”: anotó, por su parte, Luis González de Alba, que fuera miembro del Consejo Nacional de Huelga.

La matanza de Tlatelolco
“Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, por Reforma, Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro estarán allí hinchándose bajo la lluvia… y allí estaban los monitos plateados con el azoro en los ojos, boquiabiertos ante el cañón de los fusiles. ¡Fuego! Cayeron pero ya no se levantaban de golpe impulsados por un resorte para que los volvieran a tirar al turno siguiente; la mecánica de la feria era otra; los resortes no eran de alambra sino de sangre; una sangre lenta y espesa que se encharcaba, sangre joven pisoteada en este reventar de vidas por toda la Plaza de las Tres Culturas”. (La periodista Elena Poniatowska así narra lo sucedido aquella tarde en Tlatelolco. Ella estuvo presente en el mitin. Este fragmento está contenido en su libro La noche de Tlatelolco.)

Los eslabones de la matanza
Según algunos historiadores, el movimiento estudiantil, que a la postre sería brutalmente silenciado el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Nonoalco, Tlatelolco, tuvo su origen en un conflicto suscitado entre dos planteles estudiantiles tres meses antes de aquella primera y fatídica semana de octubre. A continuación presentamos, de manera sucinta, el recuento de los hechos más significativos que dieron forma al movimiento estudiantil de 1968, que constituyó un eco más de lo que acontecía en numerosas ciudades alrededor del mundo:

  • Un partido de futbol americano entre la Escuela Vocacional No. 2 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la preparatoria Isaac Ochotorena, incorporada a la UNAM, devino en un fuerte conflicto: los granaderos irrumpieron en el plantel de dicha vocacional y arrestaron a algunos estudiantes. Esto sucedió el 22 de julio de 1968.
    • El cuerpo de granaderos y el ejército, en los últimos días de julio, ingresaron “a bayoneta calada” a la Preparatoria No. 1: la puerta de la prepa, tallada en el siglo XVII, fue echada abajo con un bazucazo. Algunas escuelas, debido a esto y a lo ocurrido en la vocacional del IPN, determinaron un paro de labores.
    • El rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, el 30 de julio condenaría públicamente esos hechos y se pronunciaría por la autonomía universitaria; ese mismo día encabezó una multitudinaria marcha por una céntrica avenida defeña.
    • Casi un mes después, el 26 de agosto, se organiza una nueva marcha a la que suman miles de voces: en esa ocasión se dirigieron al Zócalo capitalino, donde habrían de hacer un plantón permanente durante dos días más en espera de una respuesta gubernamental.
    • En la madrugada del 28 de agosto de Palacio Nacional salen algunos tanques del Ejército y dispersan a los manifestantes: el uso de la fuerza pública trataba ya de acallar el descontento.
    • El 13 de septiembre sería un día histórico por muchas razones: ese día tuvo lugar la Marcha del Silencio, en la que los estudiantes participaron llevando pañuelos en la boca. Se dice que en el Zócalo llegaron a reunirse 300 mil personas: algo nunca antes visto en este país, incluso en América Latina. Además del número impresionante de manifestantes, de esa jornada se rescata el modo de la respuesta: en tanto el gobierno recurría a los cuerpos de granaderos y al Ejército, el movimiento se hacía presente en las calles en silencio.
    • Cinco días después, el 18 de septiembre, la mano dura de nuevo se hizo presente: el Ejército tomó las instalaciones de la UNAM, donde por lo común sesionaba el Consejo Nacional de Huelga (CNH).
    • En tanto que el Casco de Santo Tomás, sede del IPN –el otro bastión del movimiento–, fue tomado el 24 de septiembre, también por el Ejército.
    • De esos dos centros universitarios el Ejército saldría el 1 de octubre, justo un día antes del día “d” para las aspiraciones reivindicatorias de los estudiantes: la matanza de Tlatelolco.
    • Alrededor de las seis de la tarde de aquel día 2 de octubre, miles de personas –estudiantes, en su mayoría; pero también amas de casa, niños, oficinistas, adultos mayores– se encontraban reunidas en un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, cuando el Ejército, francotiradores y miembros del Batallón Olimpia –a cuyo cargo estaba el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez–, tras de que aparecieran luces de bengala en el cielo comenzaron a disparar en todas direcciones.

Una historia no juzgada
La lección es clara, inequívoca, contundente: quien no aprende de la historia, está condenado a repetirla. Más aún, quien no aprecia en su justa dimensión los hechos históricos, quien no los juzga con la intención de aclararlos y dar a cada quien su parte, podría estar no sólo no aprendiendo de esos errores, sino haciendo de ellos una ruta a seguir. Quizá, en estos momentos, lo más desolador sea que a cuarenta años de la matanza estudiantil, carecemos de datos fidedignos que nos indiquen qué fue lo que realmente sucedió en la plancha de la plaza de Tlatelolco: quién ordenó disparar a la multitud congregada, por qué, realmente el temor era que peligraba la realización de las Olimpiadas; quién sabe el número exacto de muertos, qué se buscaba realmente con la represión, por qué acallar no sólo la voz disidente, sino el espíritu alegre y prometedor de miles de almas que en ese momento fueron mutiladas.

Juan Fernando Covarrubias Pérez

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