Homilía del domingo 7 de octubre de 2018
Queridos hermanos, estamos viviendo otra época, y hoy el Señor nos habla de tres temas muy importantes: uno, el problema del divorcio; dos, lo valioso que es el matrimonio y la familia; y tres, el valor de los niños.
Primero, estamos viviendo una etapa nueva donde muchas personas dicen: “para qué casarse, si después nos vamos a divorciar, mejor no nos casamos”; otros dicen: “pues si nos llevamos bien… nos casamos, si no cambiamos”; pero también tenemos problemas, a veces existe un doble frente, vemos también a muchos niños que tienen a sus padres separados y sufren.
A Jesús le preguntaron también: “¿Es lícito, está permitido divorciarse?”; y Jesús los remite: “¿Qué les prescribió Moisés?”, ellos le dijeron: “Moisés permitió el divorcio, que le dieran un acta de divorcio a la mujer”. La mujer siempre era relegada, ojalá y siempre valoremos a la mujer porque ella y el varón tienen la misma dignidad, hay que valorar siempre a la mujer; porque antes bastaba que el esposo se enojara, se molestara y ya, le diera un acta de divorcio.
Jesús dice: “en el principio Dios los creó varón y mujer”, por lo tanto, el hombre y la mujer tienen un origen divino; “el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne”.
Bien, pues hoy quiero recordarles que Dios nos creó como seres valiosos y que la unión entre un hombre y una mujer es valiosísima, los dos de la misma dignidad donde también existe la complementariedad, cada uno, uno como masculino y otro como femenino, pero que se enriquecen mutuamente; y que esta unión matrimonial y unión de familia es tan sagrada, tan santa que dice el Señor: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
Es cierto que Dios crea al hombre y a la mujer para amarse, y la experiencia nos va hablando de muchos matrimonios que han luchado y que se han conservado en su amor y son felices y son un gran testimonio. Valoremos el matrimonio y la familia, todos, gracias a Dios, hemos nacido de un papá y de una mamá, de una familia, amemos a la familia y los que están casados amen a su esposa, a su esposo, a sus hijos. Jesús nos dice que el divorcio destruye la familia, por eso hay que valorarla siempre.
Los niños ante la actitud arrogante de los discípulos que los alejaban, Jesús los acoge, los recibe, los pone como ejemplo; “de los que sean como los niños es el reino de los cielos”, porque los niños son limpios. Si queremos entrar al reino de los cielos, tenemos que ser como niños.
La bendición de Dios Omnipotente: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic
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XXVII Domingo Ordinario
Génesis 2, 18-24: “Serán los dos una sola carne”.
Salmo 127: “Dichoso el que teme al Señor”.
Hebreos 2, 8-11: “El santificador y los santificados tienen la misma condición”.
San Marcos 10, 2-16: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre”.