Homilía del domingo 15 de julio de 2018
Marcos 6, 7-13
Queridos hermanos, hoy, en el Evangelio, Jesús llama a los doce y los envía a una misión; pero Jesús también te llama a ti, a mí, a todos los que creemos en Èl, nos llama a participar en su misión.
¿Y en qué consiste esta importante misión? En predicar la conversión, invitar a todos los hombres a formar una familia solidaria; invita también a que expulsemos toda fuerza del mal, expulsar a los demonios y también nos invita a curar a los enfermos, a llevarles consuelo.
Para esta misión, Jesús nos da unas recomendaciones: nos indica que no hay que confiar en nosotros, en nuestro poder; sino llevar una vida sencilla: “ni pan, ni mochila, ni dinero, sino bastón, sandalias y una sola túnica”.
El bastón es signo de autoridad, nuestra autoridad proviene de Dios y también sirve para protegerse de los animales, esto es para protegernos del mal.
Sandalias y una sola túnica indican una vida sencilla, pobre, y nos da las recomendaciones: llegar a la casa y comunicar el Evangelio. Tenemos la oportunidad de que alguien acepte, pero también que rechace; si rechaza hay que sacudirse el polvo de los pies como una advertencia para ellos.
Por lo tanto, el reino de Dios es una buena noticia para todos, una noticia liberadora, Jesús viene a liberar de todas las fuerzas del mal.
Sabemos que las fuerzas del mal son el egoísmo, los odios, la violencia. El Señor nos llama a todos crear el reino de Dios donde haya amor, paz, alegría. También hay mucho sufrimiento, el Señor nos envía a curar a muchos enfermos que sufren, a estar cerca de ellos e invitar a la conversión.
Todo ser humano es obra de Dios, pero a veces se nos olvida y nos apartamos de Dios y de nuestros hermanos, y hacemos daño; pero nunca es tarde, por eso siempre es importante invitar a la conversión, al cambio de vida.
Jesús nos dice que la humanización del Reino de Dios no está en el poder económico, no está en el dinero, sino en una vida sencilla, humilde, pobre, disponible; tampoco está en el poder del estado, sino en el poder de la Palabra de Dios y por lo tanto en el poder de Dios.
El profeta, el mensajero, va con la fuerza y con el poder de la Palabra de Dios; la Palabra tiene poder de cambiar los corazones, de curar a muchos enfermos. Qué importante es la confianza que Dios nos tiene. Recordemos el plan de Dios, el Padre Dios nos ha llamado a todos a ser santos irreprochables, a formar una comunidad fraterna, unida, solidaria; en medio de un mundo donde hay mucha exclusión, el Señor nos llama a todos a vivir en unidad, en fraternidad.
También nos envió a Jesús quien nos ha redimido de toda mancha de pecado, y por eso Él quiere cambiar nuestros corazones, nos invita a la conversión y a sanar toda clase de enfermedad.
¿Te gustaría colaborar con el Señor y llevar una vida sencilla, –no apoyados en el poder económico–, sino en el poder servir como el Señor, en llevar una vida fraterna, solidaria con todos?
Te invito: ábrele tu corazón al Señor y dile: “Señor, cuenta conmigo, quiero unirme contigo y con todos mis hermanos para hacer un mundo más justo, más fraterno”. Ábrele pues, tu corazón y tu casa, para que el Señor llegue.
La bendición de Dios Omnipotente: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic