“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?”.
Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos en la casita de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, nos acompaña también una réplica de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Talpa, patrona de nuestra Diócesis de Tepic. El 19 de septiembre celebraremos los 375 años de la renovación milagrosa de la bendita imagen que se encuentra en Talpa, Jalisco, Diócesis de Tepic.
Los obispos de México hemos elaborado un Proyecto Global de Pastoral, para conmemorar los 500 años de las apariciones de nuestra Madre Santísima de Guadalupe aquí en el Tepeyac –en el año 2031 se cumplirán los primeros cinco siglos–, y también conmemoraremos el segundo milenio de nuestra redención en el año 2033.
Cuando los indígenas habían sido derrotados, maltratados, marginados, aparece la Virgen María en el Tepeyac a un indio, Juan Diego, le manifiesta su cariño, le reconoce su dignidad y lo elige para una gran misión: que vaya ante el Obispo Fray Juan de Zumárraga para que le construya una casita. La Virgen le habla con ternura: “Juanito, Juan Dieguito ¿a dónde vas?… Voy a Tlatelolco a escuchar las cosas de Dios que nuestros sacerdotes imágenes de Dios no enseñan”, le responde Juan Diego.
Queridos hermanos en el Proyecto Global de Pastoral, los obispos invitamos a todos a valorar la dignidad de la persona humana que tiene la capacidad de amar, de ser libre y de relacionarse con Dios, con sus semejantes y con la naturaleza; exhortamos a que toda persona sea respetada en sus derechos humanos, teniendo como derecho fundamental la vida –que debe ser respetada desde su concepción hasta su muerte natural–; el Estado debe ser garante de este derecho humano, procurando los medios necesarios para que toda persona se realice en plenitud (PGP 172-173).
Los indígenas, los pueblos originarios, merecen todo nuestro respeto a su dignidad de personas, a su cultura y los lugares donde habitan. Los migrantes merecen que los tratemos como a hermanos, no son delincuentes; toda atención que les brindemos a ellos se la brindamos a Cristo. Lo mismo los encarcelados merecen un trato digno, y un tiempo de readaptación para reintegrarse a la sociedad. Todos los habitantes de nuestro México merecen una promoción de su dignidad humana, acceso a la salud, a la educación, a un trabajo digno para ganar el pan de cada día para su familia. Cada ser humano ha sido redimido por Cristo y se ha convertido en un hijo amado de Dios. Y el bien o el mal que les hagamos, se lo hacemos al mismo Cristo.
María es la madre del amor hermoso, por ella Cristo vino al mundo para comunicarnos su vida divina. Por eso la Virgen María le pide al obispo por medio de Juan Diego una casita donde ella muestre todo su amor. La casita es un lugar familiar, donde nadie se siente extraño, hay unidad, convivencia, es una casita sagrada porque allí se experimenta la presencia de Dios, donde todos nos sentimos hermanos, amigos. Esta es nuestra tarea, hacer de nuestra familia, de nuestro barrio, de nuestro pueblo, de nuestra ciudad, de nuestros Estados, de nuestra Diócesis de Tepic, de nuestra patria mexicana una verdadera casita donde se experimente el amor, la solidaridad, la comunión, la fraternidad, la paz, este es el encargo que nuestra madre santísima de Guadalupe nos da a todos. ¿Te comprometes a construir esta casita sagrada? ¿Te das cuenta que eres hijo amado de Dios y de la Virgen? “En el rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe vemos la propuesta de un mensaje de comunión” (PGP 161).
“Al llegar la plenitud de los tiempos Dios envío a su Hijo, nacido de una mujer para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos” (Gal 4, 4-5). Jesús es nuestro redentor que viene a liberarnos de lo que más nos daña: el pecado y la muerte; y viene a comunicarnos una vida nueva; fuimos rescatados no a precio de oro y plata, sino a precio de su sangre preciosa, para hacer de nosotros un pueblo nuevo donde habite el amor, la paz, la alegría, la verdad, este es el Reino de Dios y a todos nos invita a trabajar por su Reino y a tener un corazón sencillo y humilde como el de Cristo; amarnos como él nos ama, a lavarnos los pies los unos a los otros como él lo hizo, esto es, a servir a nuestros hermanos –y no a servirnos de ellos–.
Finalmente, queridos hermanos, Dios nos ha permitido por medio del Papa Francisco un año jubilar, un año de gracia con motivo de los 375 años de la renovación milagrosa de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Talpa, que celebraremos el 19 de septiembre del presente año. Cuando su imagen se había deteriorado en el 1644, el sacerdote mandó que se sepultara dicha imagen junto con otras imágenes porque ya no despertaban devoción. En el momento en que iban a cumplir con el mandato del sacerdote, la imagen se llenó de una luz brillante y quedó toda hermosa y bella, renovada como lo atestigua una acta notariada. A través de los años hay muchos fieles de distintas partes de la República Mexicana que van en peregrinación a visitarla y a implorar su protección. También nosotros renovemos nuestro corazón para que reflejemos en nuestra vida la imagen de Cristo, sigamos la indicación de la Virgen María refiriéndose a su hijo: “hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5).
Que la Virgen Santísima, en sus advocaciones de Nuestra Señora del Rosario de Talpa y de Nuestra Señora de Guadalupe –a quien hoy venimos a visitar en su casita sagrada–, interceda ante su Hijo Jesucristo por nuestras familias, por nuestra amada Diócesis de Tepic y por nuestra patria Mexicana. Así sea.
+Mons. Luis Artemio Flores Calzada
8º Obispo de la Diócesis de Tepic.
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Insigne Nacional Basílica de Guadalupe Ciudad de México Jueves 16 de mayo de 2019