Celebrar al Creador es permanecer atento al llamado de su representante en el mundo, me refiero al Santo Padre Francisco. Él en todo momento cumple con su máxima responsabilidad: acercar a los creyentes a la Palabra y obra de Nuestro Señor, fortalecer nuestros principios cristianos y nunca alejarnos de nuestra Madre Iglesia.
Preocupación real
Fuera de las tentaciones del mundo materializado en el que se sobrevive ante demasiadas distracciones insanas, el Vicario de Cristo dio a conocer su encíclicaLaudato si (Alabado seas), donde señala, a lo largo de 246 puntos, la necesidad de crearle conciencia a la sociedad que vive en la Tierra; desarrolla clara visión en estos y aclara en la mente del que lee tan importante documento su necesaria participación para resguardar la vida.
Recordemos que el Santo Padre escoge el nombre de Francisco para desarrollar su pontificado inspirado en el Santo Francisco de Asís, considerado el defensor de la ecología, de ahí la preocupación del Obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio, porque los seres humanos atiendan el llamado de la naturaleza que sufre de contaminación devastadora. Su llamado es, en concreto, fortalecer el amor por la hermosa agua, la tierra y el aire, la casa que nos encomendó nuestro amado Dios Padre, esa creación contra la cual atentamos cuando no la cuidamos y protegemos.
La mano en el entorno propio
En este sentido, me gustaría aclarar que la Universidad del Valle de Atemajac, como universidad católica según el espíritu de la Constitución Apostólica Ex corde ecclesiae, que le da existencia como tal, tiene la obligación de, independientemente de ser una comunidad académica que de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales (Ex E, n. 12). También se ha preocupado por participar con sus alumnos en labores de limpieza de nuestra hermosa casa colectiva que es Puerto Vallarta.
Fortalecer los valores cristianos permite que florezca en el interior de cada individuo una actitud nueva de colaboración, de entrega a las causas más significativas; esa es una de las partes sustanciales que no se puede olvidar, alimenta el espíritu y hace que el corazón esté presto al servicio. Estoy completamente seguro de que todo ser humano sensible y amoroso con respecto a su entorno, comprenderá las expresiones de la encíclica Laudato si (Alabado seas) surgida del pensamiento y generoso corazón del Papa.
Amor, esencia de Dios
Este importante documento, con seis capítulos y dos oraciones al final, mantiene un lenguaje sencillo, sin artificios, directo, fuera de tecnicismos doctrinales; sí es analítico de una situación cada vez más insoportable como es la acelerada contaminación que lleva al ser humano a la baja en su calidad de vida; sobre todo en las formaciones sociales más vulnerables. Los cambios climáticos preocupan a los líderes mundiales, desde Barack Obama hasta el último habitante del mundo; las afectaciones son por igual, aunque habrá que reconocer a quienes más sufren en sociedades subdesarrolladas.
Me parece adecuado recordar la puntual respuesta del presbítero licenciado Francisco Ramírez Yáñez, rector del Sistema Univa: “El Papa lo que nos recuerda con este importante documento es el daño que se le hace a la ecología, fuera de cualquier interpretación política o de otra índole. El Papa es muy claro en esas 192 páginas, sobre todo en esa parte donde nos recuerda el amor, esencia de Dios”.
Mtro. Luis Ignacio Zúñiga Bobadilla
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