Santa María de Jesús Sacramentado Venegas
Hijas del Sagrado Corazón de Jesús
- Recomendaba mucho que hiciéramos el ofrecimiento de obras por la mañana y decía: “Cada cosa que nos hiera, haga sufrir o nos canse, es una astillita que el Señor nos regala de su cruz, aceptémosla con amor”. (A veces en lugar de astillita, le llamaba fragmento).
- De igual manera sugería la lectura de la Imitación de Cristo. Solía regalarnos el libro en alguna fecha conmemorativa (Profesión perpetua, Recepción Profesional, etcétera), sin duda recordando que en Zapotlanejo, su confesor le dio el consejo y prestó el Kempis para que lo leyera.
- Cuando yo la conocí era grande de edad y muy delicada de salud, por eso en el diario vivir me impresionaba verla barrer, ordenar su cuarto, cocinar alguna vez, y ¡vaya que lo sabía hacer!
- A pesar de que no se acostumbraba grande comunicación con religiosas de otras congregaciones, ella era muy atenta para mostrar felicitaciones, condolencias, y me consta que sus contemporáneas la estimaban mucho.
- Era muy agradecida con todas las personas, y siempre les mostraba personalmente su gratitud. Con suma frecuencia formaba, con la comunidad, “Ramilletes espirituales” para sus bienhechores.
- En ella, no solo estaba la Madre Superiora, sino una religiosa observante. Estando ya muy enferma, todas veíamos que siempre era la primera en llegar a la capilla. Mucho recomendaba la puntualidad a todas las distribuciones en la capilla, y para estimularnos repetía que: “Jesús, desde el Sagrario, veía qué lugares estaban vacíos y se entristecía por nuestra ausencia, pero si el no estar ahí era para cumplir una obligación, Él se esmeraba en ayudarnos”. Decía: “Toda devoción que impide obligación es ociosa ocupación”.
- Cuando un enfermo no aceptaba el Sacramento de la Penitencia, las hermanas iban a pedirle que rezara por él, confiadas en que Dios concedería al paciente ese favor.
- Para ella, todas las personas eran importantes, y de todas las categorías contaban por igual; prueba de ello era la solicitud con que visitaba a cada enfermo del hospital. En las salas generales, de cama en cama, se detenía a saludar al paciente tratando de convencerlos de que era Dios quien ahí los había enviado, etcétera, les dejaba su bendición y ellos quedaban muy consolados. Igualmente visitaba a personas de alta sociedad que también se internaban, porque entonces no había muchos sanatorios. De ellos también era muy conocida y estimada.
- Entre sus virtudes dio pruebas de predilección, amor y respeto a los sacerdotes. Después de su muerte, oímos a varios sacerdotes comentar que, además del respeto que les demostraba, les expresaba un cariño especial y por eso decían: “A mí me quería mucho”; pero eso lo decía uno y otro, lo que significa que a pesar de sentirse cada uno más estimado que los demás, a todos los trataba por igual.
- El Padre Ignacio Gómez Ward, salesiano, desde pequeño y por muchos meses estuvo internado en el hospital por osteomielitis. Por ese motivo era muy conocido y estimado de todas las hermanas. Mientras estuvo en Europa por sus estudios, no se interrumpió la comunicación, así que al regresar ya ordenado sacerdote, acudió al hospital de visita. Cuando estuvo frente a la Madre María de Jesús, cariñosamente le dice: “Madre Naty”, y ella con ternura le contestó: “¡Nacho!”, pero luego reaccionó y le dice: “Y ahora cómo te voy a decir…” y él, sintiéndose muy consentido le dijo: “Pues, Nacho”, pero ella con firmeza expresó: “¡No, Padre Nacho!”. Y desde entonces le habló de “usted”, expresando así su estimación y respeto.
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