Ciego de nacimiento
(Jn 9,1-41)
Queridos hermanos, la idea central de este hermoso pasaje en que Jesús cura a un ciego de nacimiento, es que Él es la luz del mundo; Jesús curó a un hombre que toda su vida habia sido ciego, y que por lo tanto era imposible su curación, sin mencionar que era contado como pecador. Esto, centro del evangelio de San Juan nos va indicando quién es Jesús: es Dios que se hizo hombre, en este caso es la luz que ha venido a iluminar a todos los hombres.
La luz está relacionada siempre con la vida; Él viene a comunicar vida y luz a todos los hombres, mientras que la tiniebla es signo de oscuridad, de lo negativo, por lo tanto tenemos que hacer, lo que hizo aquel ciego de nacimiento cuando le preguntaron: ¿crees en el Hijo Dios? Y él dijo: “creo”. Tú también tienes que creer para encontrar la luz, para dejar la ceguera del alma y poder ver lo que es verdaderamente valioso, es decir, lo que es invisible a los ojos. Dile a Jesús: “yo creo en ti, creo que tú eres la luz, ilumíname, lléname de vida”.
La fe es abrirle el corazón al Señor y dejarnos guiar e iluminar por Él, porque Él es la luz. El que cierra su corazón pierde la luz y permanece en tinieblas, en la ceguera, como los fariseos, en cambio el ciego que lo era de nacimiento, recobró la vista y también la fe, creyó en Jesús y quedó iluminado doblemente; en cambio los fariseos que decían que veían, quedaron ciegos, es decir, incrédulos, incapaces de ver la gloria de Dios porque cerraron su corazón a Jesús. Ojalá y tú sepas abrirle siempre tu corazón a Cristo.
Quiero decirte que en tu bautismo participaste de la luz de Cristo, entregándote una luz a tus padrinos, no pierdas esa luz, déjate iluminar por Él, y que tu persona y tu vida sean luz para los demás.
La bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic