La alegría de ser guiados por el Espíritu

Escrutar, carta a los consagrados y las consagradas

 

Escrutar, es la segunda de las cuatro cartas que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), inspirándose en el magisterio del Papa Francisco, dirige a todos los religiosos y religiosas con motivo del Año de la Vida Consagrada.

 

Dos partes fundamentales

En la primera se propone la imagen del éxodo del pueblo de Israel, que se pone en camino. Un camino que la Vida Consagrada, junto con todo el pueblo de Dios, recorre a lo largo de la historia –en medio de alegrías y dificultades– buscando la voluntad de Dios y una siempre constante renovación. Es necesario hacer memoria del camino para seguir mirando adelante.

 

En una segunda parte, la circular incide en el carácter profético de la Vida Consagrada, subrayando la importancia de que toda Vida Consagrada sea una vida verdaderamente conformada con el Evangelio, atenta a los signos que Dios manifiesta en la historia, que sepa ser mediadora y acompañar, con humildad, a todos aquellos que buscan a Dios.

 

 

Provocaciones del Papa Francisco

El texto incluye al final unas preguntas para la reflexión o –como el propio texto indica–, unas “provocaciones del Papa Francisco”: “Cuando el Señor quiere darnos una misión, quiere darnos un trabajo, nos prepara para que lo hagamos bien”, precisamente “como preparó a Elías”. Lo importante “no es que él haya encontrado al Señor”, sino “todo el recorrido para llegar a la misión que el Señor te confía”. Y precisamente “Esta es la diferencia entre la misión apostólica que el Señor nos da y el deber humano, honrado, bueno”. Por lo tanto, “cuando el Señor da una misión, nos hace siempre entrar en un proceso de purificación, un proceso de discernimiento, un proceso de obediencia, un proceso de oración”.

 

“¿Son mansos, humildes? ¿En esa comunidad hay luchas entre ellos por el poder, peleas por la envidia? ¿Se critica? Entonces no van por la senda de Jesucristo”. La paz en una comunidad, en efecto, es una “peculiaridad muy importante. Tan importante porque el demonio trata de dividirnos siempre. Es el padre de la división; con la envidia, divide. Jesús nos hace ver este camino, el camino de la paz entre nosotros, del amor entre nosotros”.

Es importante, dijo también el Papa, “tener el hábito de pedir la gracia de la memoria del camino que hizo el pueblo de Dios”. La gracia también de la “memoria personal: ¿qué ha hecho Dios conmigo en mi vida?, ¿cómo me ha hecho caminar?”. Es necesario, también, “pedir la gracia de la esperanza que no es optimismo: es otra cosa”. Y, por último, “pedir la gracia de renovar todos los días la alianza con el Señor que nos ha llamado”.

 

Y este “es nuestro destino: caminar en la perspectiva de las promesas, seguros de que llegarán a ser realidad. Es hermoso leer el capítulo once de la Carta a los hebreos, donde se relata el camino del pueblo de Dios hacia las promesas: cómo esta gente amaba mucho estas promesas y las buscaba incluso con el martirio. Sabía que el Señor era fiel. La esperanza no defrauda nunca”. […] “Esta es nuestra vida: creer y ponerse en camino” como hizo Abrahán, que “confió en el Señor y caminó incluso en momentos difíciles”.

 

No perdáis jamás el impulso de caminar por los senderos del mundo, la conciencia de que caminar, ir incluso con paso incierto o renqueando, es siempre mejor que estar parados, cerrados en las propias interrogantes o en las propias seguridades. La pasión misionera, la alegría del encuentro con Cristo que os impulsa a compartir con los demás la belleza de la fe, aleja el peligro de permanecer bloqueados en el individualismo.

 

Los religiosos son profetas

Son aquellos que han elegido un seguimiento de Jesús que imita su vida con la obediencia al Padre, la pobreza, la vida de comunidad y la castidad. […] En la Iglesia los religiosos están llamados especialmente a ser profetas que dan testimonio de cómo ha vivido Jesús en este mundo, y que anuncian cómo será el Reino de Dios en su perfección. Un religioso no debe jamás renunciar a la profecía.

 

Esta es una actitud cristiana: la vigilancia. La vigilancia sobre uno mismo: ¿qué ocurre en mi corazón? Porque donde está mi corazón está mi tesoro. ¿Qué ocurre ahí? Dicen los padres orientales que se debe conocer bien si mi corazón está turbado o si mi corazón está tranquilo. […] Después, ¿qué hago? Intento entender lo que sucede, pero siempre en paz. Entender con paz. Luego, vuelve la paz y puedo hacer la discussio conscientiae. Cuando estoy en paz, no hay turbulencia: “¿Qué ha ocurrido hoy en mi corazón?”. Y esto es vigilar. Vigilar no es ir a la sala de tortura, ¡no! Es mirar el corazón. Tenemos que ser dueños de nuestro corazón. ¿Qué siente mi corazón, qué busca? ¿Qué me ha hecho feliz hoy y qué no me ha hecho feliz?

Guiados por el Espíritu

Sois levadura que puede producir un pan bueno para muchos, ese pan del que hay tanta hambre: la escucha de las necesidades, los deseos, las desilusiones, la esperanza. Como quien os ha precedido en vuestra vocación, podéis devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los ancianos,

abrir caminos hacia el futuro, difundir el amor en todo lugar y en toda situación. Si no sucede esto, si a vuestra vida ordinaria le falta el testimonio y la profecía, entonces os repito otra vez, ¡es urgente una conversión!

 

En vez de ser solo una Iglesia que acoge y que recibe teniendo las puertas abiertas, intentemos también ser una Iglesia que descubre nuevos caminos, que es capaz de salir de sí misma e ir hacia quien no la frecuenta, hacia quien se ha ido o es indiferente. Quien se ha ido, a veces lo ha hecho por razones que, comprendidas y valoradas justamente, pueden llevar a un regreso. Pero se necesita audacia y coraje.

 

En la Vida Consagrada se vive el encuentro entre los jóvenes y los ancianos, entre la observancia y la profecía. ¡No las veamos como dos realidades contrarias! Dejemos más bien que el Espíritu Santo anime ambas, y el signo de ello es la alegría: la alegría de observar, de caminar en una regla de vida; la alegría de ser guiados por el Espíritu, nunca rígidos, nunca cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte.

 

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