Mensaje a la memoria y a la conciencia

–El Papa en la  Isla de Lesbos–

 

 

Durante el tiempo de Pascua, en las celebraciones eucarísticas se proclaman,  oyen y meditan las narraciones de los Hechos de los Apóstoles que manifiestan la formación un pueblo nuevo, los gozos y tribulaciones que esta  formación lleva consigo. En el “ciclo dePablo”, la geografía  se  extiende y escuchamos nombres de lugares que no nos son familiares:  Antioquía, Tróade, Panfilia, Liconio, Derbe y muchos más. Ese geografía, sin embargo, vuelve a tener importancia en tiempos recientes sobre todo porque conflictos bélicos terribles y  persecuciones que no podrían esperarse en una época que se gloría de respetar los derechos humanos, le han dado triste presencia a las actuales fronteras entre Turquía y Grecia  que son a la vez  Asia y Europa. Lesbos, una isla griega a pocos kilómetros de la costa turca era mencionada solamente por conocedores de la literatura griega clásica como el sitio de la inspiración de la poetisa Safo, algunos de cuyos poemas dieron ciudadanía a los términos lésbico y lesbiana.

De pronto Lesbos pasó al escenario mundial porque, de ser  punto de entrada de perseguidos en busca de refugio se ha transformado, después de un acuerdo vergonzoso entre la Unión Europea y la autocracia turca, en  campo de detención y concentración. Ahí se dirigió el sábado 16 de abril Su Santidad Francisco en compañía del Patriarca Ecuménico Bartolomé y del primado de la Iglesia ortodoxa griega Jerónimo. Esa presencia fue signo y llamada de atención a la memoria y sobre todo a la conciencia de la humanidad frente a este drama humano que, como el propio Papa lo ha dicho, es el mayor después de la Segunda Guerra Mundial.

Las palabras en el campo de refugiados fueron sencillas, elocuentes y precisas. Tal parece que dijo: “el que tenga oídos que oiga”. Explicó que había ido para “infundir ánimo y dar esperanza a quien busca refugio y a todos aquellos que los reciben y asisten” einterpeló sobre todo a los europeos a mostrarse solidarios y a abrirse a la generosidad, cualidad que parece estar ausente  en las sociedades de la abundancia. Dijo: “Europa es la patria de los derechos humanos y cualquiera que ponga pie en suelo europeo debería poder experimentarlo…Es necesario urgentemente un consenso internacional más amplio y un programa de asistencia para sostener el estado de derecho, para defender los derechos humanos fundamentales en esta situación que se ha hecho insostenible, para proteger a las minorías, combatir la trata y el contrabando de personas, eliminar las rutas inseguras, como las que van a través del mar Egeo y de todo el Mediterráneo, y para impulsar procesos seguros de reasentamiento”. ¡Todo un proyecto de auténtica realización humana que no debería asombrar a Estados que han firmado compromisos internacionales!

Junto a las palabras estuvieron las actitudes, incluso más elocuentes: saludó el pontífice una a una a trescientas personas, algunas de las cuales mostraron intensa conmoción y como gesto personal y significativo llevó consigo en el viaje de regreso a doce refugiados, miembros de tres familias jóvenes. Los doce son musulmanes y serán acogidos por instituciones católicas de Roma.

La prensa mexicana, como de costumbre, no se enteró de estas realidades o le parecieron ajenas. En España hubo revuelo e incluso polémica. A una descuidada escritora, Ruth Toledano, le pareció casi un signo hipócrita que solamente doce refugiados hubieran sido llevados por el Papa: “la caridad es una docena”, escribió. Y detrás de ella, los comentaristas espontáneos que ocultan su nombre bajo máscaras como “Badio Confundio”, “Papaito Chulo” o “Nadievota 20D”, a quienes podríamos aplicar el último dicho de Umberto Eco: “el internet ha igualado la opinión de los idiotas con las de los Premios Nobel”, han salpicado su ignorancia, su cortedad de miras o sus prejuicios. Con serenidad y tino les respondió el jesuita Daniel Izuzquiza: “El viaje del Papa ha servido para visibilizar una realidad sufriente e injusta, para llevarla al centro del debate. Quizá sea excesivo decir que la ha llevado al centro de los corazones y de las decisiones, pero ahí está: visibilizando lo invisible y a los invisibles”. “Si el Papa habla de la situación de los refugiados, dicen que es palabrería; si los visita, le acusan de ‘postureo’; si toma una medida concreta como acoger a doce refugiados, dicen que ‘no pasa de ser un gesto caritativo y no una solución justa’…dicen que lo ha hecho ‘para acallar las conciencias’ [cuando más bien ha sido] para incomodarlas, movilizarlas, agitarlas…” España como nación europea comprometida con los pactos a favor de refugiados y perseguidos ha recibido ¡18!, el Papa solo, doce. Es la ceguera de los dominados por la visión individualista y el nuevo surgimiento de los racismos la que se enfrenta a esos destellos de luz radiante.

Al regresar Francisco a su casa llevó consigo, además de imágenes impresas en la retina y en el corazón que lo hicieron exclamar: “¡He visto mucho dolor!”, dibujos hechos por niños refugiados entre los cuales destaca uno hecho por Aladi, nacido en Siria, en el que el sol llora detrás de una cerca, aunque él y sus amigos sonríen. Lo llevó consigo y le dijo al patriarca Bartolomé: “este dibujo es un símbolo” y a uno de sus acompañantes: “quiero esos dibujos es mi escritorio”. Estará de ahora en adelante ahí delante de sus ojos como memorial de esperanza. Ojalá también esté delante de los nuestros.

 

Pbro. Dr. Manuel Olimón Nolasco

 

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