Entrevista exclusiva para La Senda a Mons. Ricardo Watty Urquidi
Séptimo Obispo de Tepic
Por disposición de Su Santidad Benedicto XVI, Monseñor Ricardo Watty Urquidi, Misionero del Espíritu Santo, y hasta ahora el primero y actual Obispo de Nuevo Laredo, Tamaulipas, gobernará la Diócesis de Tepic a partir del entrante Viernes 11 de Abril, cuando tomará posesión de su cargo, para constituirse en el séptimo Pastor en la historia de esta porción de la Iglesia, erigida el 23 de Junio de 1891.
Originario de San Diego, California, EE.UU., el próximo 16 de Julio cumplirá 70 años de edad. En la Congregación de Misioneros del Espíritu Santo, en México, cursó su formación religiosa y sacerdotal. Recibió el Orden del Presbiterado el 8 de Junio de 1968, y la consagración episcopal el 19 de Julio de 1980. Durante 10 años ejerció como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, Responsable de la Tercera Vicaría Episcopal de “San Felipe de Jesús” en el Distrito Federal. Al crear la nueva Diócesis de Nuevo Laredo, en 1990, el Papa Juan Pablo II lo asignó como su primer Obispo.
Sus expectativas
En sus oficinas del Obispado de esa ciudad fronteriza tamaulipeca, Mons. Ricardo Watty accedió con gran amabilidad a una entrevista exclusiva para el periódico Diocesano de Tepic, La Senda. Con ánimo resuelto, comentó: “La primera expectativa deriva de saber y estar consciente de que soy enviado por el Santo Padre. Por él he sido nombrado para una Diócesis muy rica, tanto en sacerdotes como en vida consagrada y en participación de los laicos. Es el Señor el que me manda, a través del Papa, y en Él confío. Al llegar allá, de inicio procuraré un encuentro; deseo encontrarme con los sacerdotes, con las religiosas y los religiosos, con los seglares en sus parroquias y comunidades; adentrarme, hacerme uno con cada uno en la Diócesis de Tepic, e ir viendo qué necesidades y requerimientos hay”.
Reveló que ha mantenido contacto constante con el Sr. Obispo Alfonso Humberto Robles Cota y que aguarda, del Sínodo Diocesano efectuado en 2005, “el seguimiento de las directrices, que deben ser una luz y un dinamismo que han de proyectarse al Pueblo de Dios. Eso me ayudará en mi ministerio episcopal, aparte de que estoy seguro de llegar a una Iglesia muy madura, gobernada ya por seis anteriores Obispos, quienes han dejado un gran legado”.
Sobre su edad y la prescripción canónica
Como es sabido, el Derecho Canónico (la normatividad que rige para la Iglesia Católica Universal en materia de organización y operatividad), prescribe que un Sacerdote, sea Vicario, Párroco u Obispo, al cumplir 75 años de edad debe presentar su renuncia, al superior inmediato, acerca del cargo que desempeña; es decir, los presbíteros a su Obispo, y éste al Sumo Pontífice, y será la autoridad del caso la que determine la aceptación, en qué tiempo y condiciones.
Mons. Watty Urquidi, lejos de incomodarse o de rehuír al tema, lo aborda con aplomo y a la vez cordialmente: “Sabiendo esto de mi edad y del precepto canónico, hay que tomar en cuenta, primero, que Dios puede retirarme antes, o el Papa está facultado para darme más tiempo, aunque no creo que en este lapso vuelva a cambiarme. Lo cierto es que estoy plenamente dispuesto a dar todo lo que puedo durante el tiempo que jurídicamente me corresponde.
“Renunciaré hasta que cumpla 75 años y, por lo pronto, así me siento ahora, daré todo por esta Iglesia Particular de Tepic, a la que, puedo decirlo, ya quiero, forma parte de mi corazón y oro por ella. Varios sacerdotes de allá me han hablado para agradecer mi aceptación y prometerme su oración”.
Y recalcó así su convicción: “Pongo mi fe en el Espíritu de Cristo, en el Espíritu Santo, que ha de impulsarme a apoyar y a alentar a esa Diócesis. Con su numeroso Clero, de unos 220 sacerdotes, haremos, juntos, la presencia de Jesús en la Comunidad como compromiso esencial. Sin prioridades o jerarquías, también a los religiosos y religiosas, a los laicos, a cada quien le dedicaré mi presencia, mi tiempo, mi escucha, mi palabra y animación”.
A manera de corolario, definió: “Mi intención fundamental es darle, a mi ministerio episcopal, de acuerdo a la realidad diocesana, una impronta en afán y sintonía con lo que el Sr. Obispo Robles Cota y los demás antecesores han hecho. Mi deseo es poner en el centro de mi servicio y de la Diócesis a Cristo. Si Él está realmente en el corazón de las personas, de la familia, de la Iglesia, haremos bien a todos”.
La acción pastoral en Nuevo Laredo
En ánimo de que su nueva grey conociese, desde la propia visión de su futuro Pastor la tarea hasta hoy desarrollada como Ordinario de aquella lejana Diócesis, nos relató: “Hace 18 años, cuando llegué a esta región del país, me propuse ir captando las necesidades y he tratado de cuidar las tres dimensiones de la Pastoral: la Celebrativa a través de la Liturgia; la Profética, que es la predicación, además de favorecer la formación del presbiterio, del laicado y de la vida consagrada, lo cual es una inquietud relevante aquí; en la línea Social, hay muchos retos en Nuevo Laredo, como seguramente encontraré otros allá”.
Refirió que la Circunscripción Eclesiástica de Nuevo Laredo se formó de dos Iglesias Particulares: la Arquidiócesis de Monterrey y la Diócesis de Matamoros, lo cual evidenció un desafío específico: “Mi primer objetivo fue darle identidad a la Diócesis como tal, pues hay Municipios de Nuevo León y de Tamaulipas; dos presbiterios presentes, a los que hay que aglutinar y unir. Esa identidad diocesana fuimos construyéndola a base de relacionarnos y comunicarnos más, y de hacerme muy presente en todas las parroquias, ejidos, capillas, tratando de estar lo más posible con la gente, con los sacerdotes y consagrados (pocos entonces) y buscando el surgimiento del laicado; tarea muy bonita, pero no fácil”.
Por aquellos años, el Clero lo conformaban unos 40 sacerdotes y había otros tantos religiosos y religiosas. Hoy son 65: 45 seculares y 20 regulares, quienes han experimentado una saludable integración. “Hemos avanzado y lo hemos hecho eclesialmente. Quizá un logro es ver ya identificada a Nuevo Laredo como Diócesis, que ha de seguir su camino de comunión; que ha de continuar su línea de promoción del laicado y de formación permanente de presbíteros y consagrados”, resumió el entrevistado.
La jurisdicción tiene un territorio no muy pequeño, si bien sus poblaciones están bien comunicadas. En sus cinco Sectores se procuran frecuentes reuniones de Decanatos. Los clérigos efectúan retiros espirituales cada año. Se percibe cohesión presbiteral y trabajo de conjunto, conforme a un Plan Pastoral que fue diseñado con una metodología de prospectiva.
Considerada como su “Corazón” en cada Diócesis la Casa donde se forman sus futuros sacerdotes, para Nuevo Laredo fue prioridad construir un Seminario Menor. Por un tiempo llegó a haber allí Teologado. Un paso nuevo que se ha dado es el enviar estudiantes de Filosofía al Seminario de Monterrey, y de Teología al Seminario de Saltillo y a la Universidad Pontificia de México. A todos los alumnos se les da seguimiento.
Atención a la movilidad humana
Sin duda, una de las intenciones preferenciales de la Conferencia Episcopal Mexicana al sugerir a la Santa Sede y lograr de ésta que se erigiera una Diócesis en aquella zona fronteriza tamaulipeca, fue la de atender con particular dedicación al incesante flujo de migrantes, tanto los que aspiran a ingresar a la Unión Americana como los que son devueltos como indocumentados.
La gente de Nuevo Laredo habla bien del Pastor al respecto. Coinciden los lugareños en reconocer la preocupación sincera de la Iglesia por acompañar a los braceros, a los itinerantes y a sus familias en su empeño por una mejor vida. “A través de la Pastoral de Migrantes se vive una experiencia interesante y gratificante pero a la vez dolorosa, porque uno descubre muchos sufrimiento y, en ocasiones, incomprensión de nuestra parte como mexicanos y, obviamente, de los estadunidenses. La labor ha de continuar a partir de la toma de conciencia de lo que significa y nos indica el fenómeno migratorio que, ciertamente, no va a detenerse”, advirtió el Obispo Ricardo Watty.
Durante tres trienios integrante de la Comisión Episcopal Mexicana para la Pastoral de la Movilidad Humana, participó activamente en las reuniones que, por años, sostuvieron los Obispos de ambos lados limítrofes, y uno de cuyos frutos resultó en la iniciativa de plantear conjuntamente una Carta Pastoral, habida cuenta de que sendos países comparten como propio el problema. “Fue aprobada, está vigente y sigue iluminando mucho la acción pastoral migratoria. Es un logro el que los Obispos nos hayamos sensibilizado de una realidad que exige atención especial”, relató.
Muy cercano y conocedor de la situación, añadió: “Duele comprobar cómo llegan a esta frontera los indocumentados, sobre todo centroamericanos, también mexicanos y, en menor número, sudamericanos. Hace cuatro años les construimos una casa, digna, sí, aunque insuficiente para la creciente demanda, y que actualmente atienden dos sacerdotes Religiosos Misioneros de San Carlos (Escalabrinianos), apoyados por un entusiasta grupo de jóvenes voluntarios”.
La importancia de los seglares
El recién nombrado Obispo de Tepic formó parte del grupo de 13 Prelados mexicanos que trabajaron intensamente en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, CELAM, reunida en Mayo del año anterior en Aparecida, Brasil: “Tuve la gracia y la dicha de estar ahí. En el documento conclusivo asentamos que hemos vivido un Nuevo Pentecostés, que debe dar un renovado dinamismo a las Iglesias Particulares de América Latina y del Caribe, y que habrá de ser un fortalecimiento e inspiración para mi acción pastoral en Tepic, sobre todo en cuanto a la promoción laical y su acompañamiento”.
Ahora forma parte de la Comisión Episcopal para la Pastoral de los Laicos, tarea que igualmente le motiva: “pues hay que favorecer el que tomen su lugar en la Iglesia y se convenzan de la importante misión que tienen como discípulos de Cristo. Es una premisa de amplia dimensión nacional que procuramos concretar eficazmente a través de los diversos movimientos laicales y comisiones o consejos diocesanos. Se trata de fomentar la conciencia y la formación de los laicos para que ellos incidan en los cambios sociales y sean más acordes a nuestra aspiración de cristianos, de establecer aquí el Reino de Dios”.
“Hágase tu voluntad”
Nos detalló así el porqué de su Escudo y Lema Episcopal: “Entre tantas características que nos muestra Jesús, cada quien busca alguna que le ayude más en su vida espiritual. Para mí, sobresale el captar que vino entregado a nosotros por el Padre, y por obra del Espíritu se encarnó. Es la primera actitud de Jesucristo: ‘Aquí vengo, Señor, para cumplir tu voluntad’. Es una peculiaridad muy sacerdotal, porque el sacerdote es un hombre abierto a la voluntad de Dios, y trata de cumplirla por mediación de las obediencias. El Papa me ha nombrado, me pide este servicio, y yo voy con mucho gusto.
“Figura en el escudo el Espíritu Santo, quien consagra Sacerdote a Cristo, y Él consagra a los presbíteros. Me ha consagrado a mí, y quiero que me siga guiando en mi ministerio. Claro, otro signo es María, a quien confío me ayude a ser un Pastor como su Hijo desea. Aprendí a amarla desde mi familia y en el Seminario como nuestra Madre. Lógico que mi emblema contiene una connotación de que soy de la Congregación de Misioneros del Espíritu Santo, que posee una espiritualidad característica”.
Por cierto, Mons. Watty no es el primero ni el único Obispo egresado de esa Congregación Religiosa, pues ya le había precedido, hace muchos años, Don Alfredo Galindo Mendoza en la entonces Prelatura de La Paz, Baja California. Además, actualmente otro Misionero del Espíritu Santo, D. Felipe Tejeda, es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México y, en Estados Unidos, hay uno emérito y dos en ejercicio.
Ricas vivencias apostólicas
Con modestia y agrado, nos reveló su ya largo peregrinar. Sus padres vivieron en Tijuana y a él le tocó nacer en San Diego, California. Vivió hasta los 13 años en la capital de Baja California, donde su madre, socia de la Acción Católica, lo llevaba con frecuencia al Seminario y, aunque “se le antojaba quedarse”, nunca se lo dijo a sus padres porque vivía muy a gusto en el seno de una familia muy unida (un hermano y tres hermanas más). Al perder el trabajo su padre, se trasladaron a la Ciudad de México, donde retomó el contacto con los Misioneros del Espíritu Santo. “Me cautivaron e ingresé al Seminario Menor”.
A guisa de dato curioso, nos platicó: “Con cuatro compañeros más, me ordené sacerdote en 1968 y por eso nos decían ‘los olímpicos’ por aquello de los cinco aros de las Olimpíadas. Año recordable también porque fue cuando surgió, no sin dolor, el ‘boom’ del movimiento juvenil de México y del mundo. En mi primer año ministerial, tan especial para un sacerdote, estuve como formador en el Seminario Menor de una Diócesis de Guatemala; experiencia muy bonita por diversa. En particular recuerdo y admiro la capacidad de asombro y de asimilación de los catequistas indígenas, a quienes yo celebraba Misa y les enseñaba algo de pedagogía catequística; todo lo cual ellos interpretaban con una mayor vitalidad y conexión con la Naturaleza. Ayudé, además, en un colegio y en comunidades de religiosas. Todo eso fortaleció mi vocación”.
Sus Superiores lo regresaron a México y le encomendaron la tarea de formador en el Noviciado, donde por dos años se preparan los jóvenes que terminaron el bachillerato para dar un paso de consagración a Dios. Luego le nombraron Cura de una Parroquia en el Distrito Federal. Simultáneamente, el Cardenal Miguel Darío Miranda Gómez, Arzobispo Primado, lo nombró Delegado Episcopal para un sector muy grande de la Arquidiócesis Metropolitana. Esos encargos los desempeñó por cinco años, tras los cuales, por otro quinquenio, fungió como Rector del Teologado de su propia Congregación Religiosa.
Probado ya como misionero, como formador de seminaristas, como párroco y en altos cargos diocesanos, el Papa Juan Pablo II lo preconizó Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada a petición expresa del Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, su Pastor, quien así lo solicitó al Santo Padre luego de su primera e histórica visita a México (1979), tras de que éste le preguntó al Arzobispo cómo le hacía para atender una extensión de tamañas dimensiones, y luego de la respuesta de que le hacían falta Auxiliares. “Fue así como, en bellísima ceremonia, el Cardenal Corripio me consagró Obispo en la Basílica Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe el 19 de Julio de 1980. Diez años después, el mismo Pontífice me asignó para Nuevo Laredo”, sintetizó con sencillez.
Retos y esperanzas
¿Cómo le hará usted para dirigir con tino una Diócesis con marcados contrastes como los presentan grandes núcleos turísticos, conglomerados urbanos densamente poblados, rancherías y comunidades rurales e indígenas?. Sin dilación contestó el mitrado: “La Iglesia ha de estar donde la sociedad está, pues vive inmersa en la sociedad y en sus realidades. Y si hay un centro turístico, ahí debe estar la Iglesia, al igual que en los estratos medios o en los sectores pobres. Así lo han descubierto, analizado y expuesto los Obispos de América Latina en sus Conferencias de Medellín, Puebla, Santo Domingo y, más reciente y enfáticamente, en Aparecida. A ejemplo de Jesús, la Iglesia está obligada a tener, muy evangélicamente presentes, a los pobres, a los que sufren, a los marginados y excluidos de la sociedad”.
…Sin prisas ante la larga entrevista; sin evadir preguntas ni matizar temas; con la amabilidad de un Pastor de larga trayectoria y vocación de presto servicio a la Iglesia, Monseñor Ricardo Watty Urquidi despidió afablemente al reportero, mostrándose ansioso y sabedor de que el Viernes 11 de Abril hará su ingreso a la Diócesis por Ixtlán del Río, y de que luego encayará el báculo en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, de Tepic, respaldado por la presencia y plegarias de numerosos compañeros Obispos, de su clero y de su nueva grey, a la que prometió pronto conocer y ya lleva íntimamente en su corazón sacerdotal.
La Senda / José de Jesús Parada Tovar, periodista