2015, Año de la Vida Consagrada
El 29 de noviembre de 2013, el Papa Francisco, al final de un encuentro que sostuvo con 120 superiores generales de institutos masculinos, en el aula del Sínodo, bajo un clima de alegría y gran espontaneidad, anunció que el año 2015 sería dedicado a la Vida Consagrada.
Festejo por todo lo alto
El 31 de enero de 2014, el Cardenal Prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada y el Secretario General de esta, explicaron en rueda de prensa que esta celebración especial ha sido pensada en el contexto del 50 aniversario de la publicación del decreto Perfectae caritatis (La caridad perfecta) emanado del Concilio Vaticano II, e indicaron los siguientes objetivos de este año dedicado a la Vida Consagrada:
- Dar gracias a Dios por el don de la Vida Consagrada y especialmente por los cincuenta años de renovación de la misma, según las enseñanzas del Concilio.
- Abrazar el futuro con esperanza, confiados en el Señor, al cual los consagrados ofrecen toda su vida.
- Vivir el presente con pasión, evangelizandola propia vocación y testimoniando al mundo la belleza del seguimiento de Cristo en las múltiples formas en las cuales se expresa la Vida Consagrada.
El don de la Vida Consagrada
Posteriormente, se dio a conocer la carta Alegraos,que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) han dirigido a las religiosas y religiosos como preparación de 2015, año dedicado a la Vida Consagrada, que comenzará el 30 de noviembre de 2014, primer Domingo de Adviento y se clausurará el 2 de febrero de 2016, día en que se celebra la jornada de la Vida Consagrada.
La carta tiene dos partes, con varios iconos bíblicos: alegraos, exultad, consolad a mi pueblo… La parte final está preparada para la reflexión con algunas preguntas del Papa Francisco que pueden ayudar a la profundización. El Ave María de la alegría y la oración final. En general, la misiva reúne reflexiones que ha hecho el Papa durante su pontificado, sobre el significado que tiene para la Iglesia el don de la Vida Consagrada.
El Papa Francisco pregunta:
— Quería deciros una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados, los seminaristas, las religiosas y los religiosos, los jóvenes, hay alegría, siempre hay alegría. Es la alegría de la lozanía, es la alegría de seguir a Cristo; la alegría que nos da el Espíritu Santo, no la alegría del mundo. ¡Hay alegría! Pero, ¿dónde nace la alegría?
— Mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad son solamente “palabras”?
— Somos víctimas de esta cultura de lo provisional. Querría que pensarais en esto, ¿cómo puedo liberarme de esta cultura de lo provisional?
— Esta es una responsabilidad, ante todo, de los adultos, de los formadores. Es vuestra, formadores, que estáis aquí: dar un ejemplo de coherencia a los más jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos nosotros coherentes! De lo contrario, el Señor nos dirá lo que decía de los fariseos al pueblo de Dios: “Haced lo que digan, pero no lo que hacen”. Coherencia y autenticidad.
— Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, por darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por amor a uno mismo? Nosotros, consagrados, pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos pensar… Por así decirlo, ¿me he “acomodado” en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a “salir fuera”, hacia los demás?
— Este es un hermoso, un hermoso camino a la santidad. No hablar mal de los otros. “Pero, padre, hay problemas…”. Díselos al superior, díselos a la superiora, díselos al obispo, que puede remediar. No se los digas a quien no puede ayudar. Esto es importante: ¡fraternidad! Pero dime, ¿hablarías mal de tu mamá, de tu papá, de tus hermanos? Jamás. ¿Y por qué lo haces en la Vida Consagrada, en el seminario, en la vida presbiteral? Solamente esto: pensad, pensad. ¡Fraternidad! Este amor fraterno.
Comisión Diocesana de Vida Consagrada