60 años de labor sacerdotal

Padre Ricardo García Lepe Ayón

«Lo más maravilloso que me ha pasado es ser sacerdote»

Su máximo anhelo
De los ocho hijos nacidos del matrimonio conformado por don Ricardo García Lepe Galaviz y doña Virginia Ayón Meza, vino a la vida en Tepic, Ricardo García Lepe Ayón, que desde niño siempre tuvo en mente llegar a ser sacerdote, y quien se describe a sí mismo como monaguillo de corazón, pues ayudaba donde podía. Siendo pequeño, su máximo anhelo era llegar a ser como aquellos sacerdotes a quienes les «echaba la mano»: «Mis padres fueron los principales impulsores de mi decisión, pero ellos sólo me dieron un empujoncito, puesto que el verdadero aventón y la vocación me llegaron de arriba».

Un duro comienzo
Se puede decir que su camino al sacerdocio fue difícil, pues en aquel entonces no había, como hoy, la facilidad de asistir al Seminario: «La pasamos duro, ya que no había un lugar para aprender en forma, y la formación vino con las enseñanzas de los padres en sus respectivas parroquias». «Don Ricardo», como es conocido entre el presbiterio, recuerda que fue en la iglesia Catedral donde pasó el mayor tiempo de su preparación. La persecución religiosa fue otra de las dificultades que tuvo que afrontar para poder continuar con su formación sacerdotal, pero ésta ni lo detuvo ni lo asustó, al contrario, contribuyó a que descubriera que los fieles lo necesitaban más.

Su gran satisfacción
Fue el 17 de agosto de 1947, hace poco más de 60 años, cuando recibió el Orden Sacerdotal, y tras un gesto de emoción y alegría, señaló: «Recuerdo que mi ordenación fue algo muy sencillo, pero me dio una satisfacción enorme; sentí que ya había cumplido con el primer mandato de nuestro Señor; a partir de ahí quedaba trabajar como tal, no sólo salvando almas, sino ayudando a la gente a vivir mejor».
Celebrar 60 años de sacerdocio, como lo ha hecho el Padre Ricardo García Lepe, se dice fácil, pero en realidad puede llegar a sonar como una cosa increíble. «Don Ricardo» comentó al respecto: «Lo mejor de estos 60 años es haberlos cumplido sirviendo a Dios. Miren –agregó el sacerdote–, antes pensaba en llegar a los 50 años de vida sacerdotal, pero Dios me ha concedido 60».

Un sacerdote feliz
El paso del tiempo ha comenzado a cobrarle factura, pero al conversar con el Padre Lepe y poder observar su entusiasmo por la vida, así como sus marcadas expresiones, nos podemos dar cuenta de que aparte de ser un hombre fuerte y recio, es una persona inmensamente feliz, quien asegura que la vida, la felicidad y los amigos sólo los puede dar Dios.
En lo tocante a sus 60 años de ministerio sacerdotal, el Padre Ricardo recalcó: «La feligresía de nuestra diócesis ha sido muy agradecida con el presbiterio, además de que hemos tenido obispos capaces y entregados cien por ciento a su ministerio». Y en particular habló de nuestro actual Obispo, Mons. Alfonso Humberto Robles Cota: «Es un excelente obispo y mucho mejor persona, y su labor ha sido retribuida con muy buenos colaboradores, cosa a la que deberá dar continuidad y mejorar el próximo prelado».

El mismo ideal
«Un sacerdote para siempre», así es como se define el Padre Ricardo, quien nunca tuvo en mente otra cosa más que servir al Reino de esta manera, tarea que seguirá haciendo hasta donde sus fuerzas se lo permitan. Para finalizar, hizo un llamado a sus hermanos sacerdotes: «Debemos buscar ese punto de cohesión y unidad en que todos trabajemos juntos, por el mismo ideal».

«La felicidad y los amigos los manda Dios»

«El Padre Ricardo nos ha enseñado a dar en correspondencia lo que el Seminario nos dio, y agradezco a Dios el que me haya puesto en su camino», Padre Jorge Armando Rodríguez Piña.

«Siempre ha sido muy servicial, dispuesto a darlo todo por los demás. Si quisiéramos definir la palabra ‘amigo’, tendríamos que volver los ojos hacia él, ésa sería la mejor respuesta», Padre Aniceto Espinoza Casillas.

«En el Seminario, el Padre Ricardo era sinónimo de disciplina, pero siempre acompañada del consejo y la recomendación; era un excelente formador, pero sobre todo un amigo muy sincero», Padre Antonio León González.

Alberto Jorge Rodríguez Sotelo

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