Seguramente has escuchado la palabra oración, y tal vez has pensado en que eso es solo para los sacerdotes o algunas personas en especial. En realidad la oración es para ti, para mi y para todos. ¿Por qué?
La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes. Lo único que necesitas para orar es disponerte y ser humilde, porque la humildad es la base. Nuestra humanidad tiene necesidad de Dios, así como la tenemos por el agua. Entonces la oración, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que nosotros tengamos sed de Él. Cualquiera que sea el lenguaje de la oración, quien ora es toda la persona. Sin embargo, por la Palabra de Dios, sabemos que broa del corazón. Es entonces, el corazón es que ora.
La oración es también la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. Es un diálogo de confianza con Aquel que nos ha dado la vida y que puede ayudarnos a sostenerla. Así la vida de oración, es estar habitualmente en presencia de Dios y en comunión con Él.
Jesús, el Hijo de Dios, hecho hijo de María, también aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Él aprende de su madre las fórmulas de oración. Aprende en las palabras y en la oración de su pueblo. Pero su oración brota de una fuente divina y con su oración, Jesús nos enseña a orar. Si crees que no sabes orar, no te preocupes, puedes aprender del mejor.
Hagamos nuestras las palabras de Santa Teresa del Niño Jesús: La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto en medio de la prueba como en la alegría. Ahora sabes que la oración también es para ti.