Nosotros, la Iglesia, también somos sacramento

En la Iglesia, durante mucho tiempo se ha comprendido un concepto de sacramento que limita a la verdadera realidad sacramental. Este concepto surge de la reflexión en el concilio de Trento, que delimitó la naturaleza de los sacramentos, definiéndolos como «signos sensibles de la gracia».

En efecto, la palabra sacramento se había venido utilizando y pronunciando únicamente para referirse a uno de los siete sacramentos o ritos sacramentales de la iglesia. Esta restricción supone para muchos un empobrecimiento, ya que la realidad sacramental plena no queda suficientemente expresada si se reduce al septenario sacramental, es decir, a los siete sacramentos que actualmente conocemos. Al pasar el tiempo y de acuerdo a los largos años de estudio en relación con la sacramentalidad, se ha afirmado que existen otros centros de sacramentalidad que, lejos de oponerse o disminuir el valor de los siete sacramentos, constituyen el marco propio para su comprensión, celebración y realización en la vida.

Será el Concilio Vaticano II quien utilice la expresión «sacramento» en su sentido más originario, ya que lo aplica también a Cristo, a la Iglesia, al cristiano y a las realidades creadas. Sin embargo, esta reflexión gira en torno a delimitar porqué se considera a la Iglesia como sacramento, es decir como un signo sensible que nos entrega la gracia de Dios.

Para ello, no hay nada mejor que partir de la reflexión que nos proporciona la Constitución Dogmática sobre la Iglesia: «La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea, señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano…» (LG1). Así mismo dirá: «Cristo, el Mediador único, estableció su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y de caridad en este mundo, como un organismo visible…para comunicar a todos la verdad y la gracia por medio de ellos». (LG 8). Por su parte la Sacrosanctum Concilium nos ofrece otro bello argumento: «del costado de Cristo dormido en la cruz nació «el sacramento admirable de toda la Iglesia» (SC 5).

Lo anterior, deja claro el papel tan importante que juega la Iglesia dentro de la historia de salvación, ya que la Iglesia es el órgano visible que continúa comunicándonos a Jesucristo, el único sacramento original de salvación «sacramento de Dios» es decir, que el Dios invisible se ha hecho visible en la persona de Jesucristo (Cf. Col 1,15; 2,9). 

Pero esta afirmación nos sitúa de frente a la problemática, que surge a partir del momento en que Jesús, en virtud de su Resurrección y glorificación desapareció de nuestro horizonte visible. De acuerdo a la Tradición y a la reflexión de la Iglesia sabemos que la única manera eficaz para que el hombre se encontrara con Dios quedaba ligado al encuentro personal con el hombre Jesús, siendo este el único acceso al Padre: ¿cómo podemos ahora nosotros encontrar al Señor glorificado que se ha sustraído a nuestros ojos? Si la corporeidad de Jesús era el medio directo de comunicación con Dios y ha abandonado nuestra vida terrena: ¿cómo podemos hacerlo accesible a nosotros? En otras palabras ¿de qué manera puede manifestarse visiblemente lo que ya es invisible? O mejor aún ¿cómo es que Cristo sigue realizando la salvación?.

Ya que la salvación no es algo virtual o imaginario, se trata de algo real que cada persona que vive en este mundo está llamada a recibir y a aceptar en la fe. Frente a esta problemática, se descubre la enorme necesidad de una prolongación terrestre del sacramento original; así pues, será el mismo Jesucristo quien nos ofrezca de manera personal la salvación a través de su Cuerpo y en su Cuerpo que es la Iglesia. 

Con lo anterior se afirma que la Iglesia, por ser el Cuerpo de Cristo que vive en la historia, es también como un sacramento que anuncia el plan de salvación y al mismo tiempo nos consagra para Dios. En este sentido la iglesia, es en Cristo, como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. (LG1). 

La definición del Vaticano II sobre la Iglesia como «sacramento» es muy precisa y aceptada ya que efectivamente, la Iglesia, como cuerpo misterioso de Cristo que es, tiene la misma tarea que Cristo tuvo: hacer presente la invitación a la conversión, y al mismo tiempo ser portadora, administradora y distribuidora de esa salvación que Cristo ha realizado y ofrece a los hombres.  

Finalmente, para fundamentar la sacramentalidad de la Iglesia, de acuerdo con la reflexión de Dionisio Borobio, afirmo que: 

  • La Iglesia es sacramento por su mismo ser, por su realidad y misterio. La esencia de la sacramentalidad de la iglesia consiste en su mismo ser divino-humano, visible-invisible, salvífico-social. A través de sus elementos visibles, expresa, remite y hace presente el misterio invisible de la gracia de Cristo, del don del Espíritu, de la salvación. 
  • La Iglesia es sacramento por su obrares decir, por su comportamiento ético, por su testimonio en el mundo. Para que la Iglesia sea sacramento de salvación es preciso que, en la visibilidad de sus obras, en la verdad de su testimonio, de su justicia y de su amor aparezca la alianza de Dios con los hombres, la presencia de salvación.
  • La Iglesia es sacramento por los signos privilegiados por los que manifiesta su sacramentalidad. La Iglesia es la garante de la continuidad histórica de la salvación de Cristo. Por eso es preciso que esta salvación de Cristo se realice también en cada uno de los miembros de la Iglesia, mediante la palabra, los sacramentos y la caridad, funciones que Cristo realizó y ahora los realiza la Iglesia.

Hoy, no dudamos en llamar sacramento a otras realidades que enriquecen los siete sacramentos conocidos. Aunque se deberá tener cuidado al querer considerar que todo es sacramento, ya que se trata de reconocer en las diversas realidades un sentido sacramental, reconociendo sus elementos comunes y diferentes, de modo que la similar y lo diferente nos descubra toda la riqueza que encierran. Por tal motivo, de aquí en adelante, al hablar de sacramento, refirámonos siempre de tal manera que nos recuerde su pleno sentido: «Cristo sacramento», «el sacramento del bautismo», «la Iglesia sacramento».

Por: Diácono César Montaño

Bibliografía: 

  • Borobio Dionisio, La celebración en la Iglesia I, liturgia y sacramentologia fundamental. Salamanca 2000.
  • E. Schillebeeckx, O.P, Cristo sacramento del encuentro con Dios. España 1963
  • CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium (21 noviembre 1964). En Concilio Ecuménico Vaticano II. Constituciones. Decretos. Declaraciones. Ediciones DABAR, México 2000. 
  • CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constitución sobre la Sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium (5 diciembre 1963). En Concilio Ecuménico Vaticano II. Constituciones. Decretos. Declaraciones. Ediciones DABAR, México 2000. 
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