El hombre de la valentía

Con corazón de padre: así José amó a Jesús, pues tuvo la valentía de asumir su paternidad legal con todo lo que tenía y era. Por eso, después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio como José, su esposo y al cumplirse cincuenta años de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, el Papa Francisco, ha querido compartir algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana; deseo que ha crecido en estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas de show, pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos, pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.

Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes, muestra a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración.

Y en esto radica la grandeza de san José: en que fue esposo de María y padre de Jesús, con todo lo que tenía, cada minuto, firme y presente en las bellezas de la vida y en las dificultades. Muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume con responsabilidad y se reconcilia con su propia historia.

Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones. La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo.

José no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte. Y eso es lo que debemos aprender de él. Recordemos que la acogida es un modo por el que se manifiesta en nuestra vida el donde la fortaleza que nos viene del Espíritu Santo. Solo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es.

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