Recuerdo que hace unos años estuvo de moda un tipo de “test”, en el que se preguntaba sobre nuestras actitudes ante un determinado tema, ofreciendo finalmente una evaluación, según las respuestas emitidas.
La Iglesia ha dedicado este año (de junio de 2009 a junio de 2010) a los sacerdotes; por este motivo, a continuación presentamos un test de estima sacerdotal, que de seguro nos servirá de autoevaluación.
- ¿Has rezado últimamente por tu párroco, por tu obispo o por el Papa?
– Ni siquiera sé cómo se llaman.
– En la Misa se suele pedir por ellos, y yo me sumo a esa petición.
– Lo hago todos los días en mi oración personal.
- ¿Has abierto tu conciencia a un sacerdote, confiando en que puede ayudarte en tus problemas?
– Cada uno tiene que solucionar sus problemas.
– “Cuatro ojos ven más que dos”… Siempre es conveniente escuchar y acoger los consejos de quien pueda ayudarnos.
– La mayor ayuda que he recibido de un sacerdote ha sido cuando sus consejos venían unidos al perdón de Dios en el sacramento de la Confesión.
- Cuando entre tus amistades escuchas comentarios anticlericales…
– He seguido la corriente, para no quedar mal.
– Me he hecho el sordo, como si estuviese atento a otra cosa.
– He dicho lo que pensaba, dando testimonio de mi fe.
- En un sacerdote veo…
– Una “reliquia” del pasado.
– Un “profesional” de la religión.
– Un ministro de Dios; “otro Cristo” entre nosotros.
- ¿Cuántas veces has invitado al párroco a tu casa?
– Al cura se le llama sólo cuando ha muerto alguien.
– Cuando está la abuela con nosotros, suele traer la Comunión.
– Varias veces. Me encantó cuando nos relató, en una sobremesa, la historia de su vocación.
- Cuando oyes a un sacerdote predicar…
– Lo atiendo dependiendo de sus cualidades oratorias.
– Lo escucho si el tema del que habla me resulta interesante.
– Veo en él un instrumento por el que Dios me habla.
- Cuando se hace una colecta en favor de los seminarios…
– “Los curas” están siempre pidiendo.
– ¡Se pide para tantas cosas! ¡Una más!
– Colaboro con gusto, porque pienso que ninguna vocación debería frustrarse por falta de medios económicos.
- Cuando veo a un sacerdote anciano en la Iglesia o por la calle…
– Me viene a la cabeza que la Iglesia está de capa caída.
– Lo importante es que diga la Misa rapidito.
– Doy gracias a Dios por su fidelidad y por todo el bien que haya podido hacer.
- Cuando veo a un sacerdote joven en el altar…
– Desconfío de su inexperiencia. ¿Qué me va a decir a mí?
– Lo observo para ver cómo lo hace, y lo “califico”.
– Doy gloria a Dios por su vocación y lo encomiendo intensamente.
- ¿Cómo reaccionarías si tu hijo te dijese que quiere ser sacerdote?
– Le preguntaría a ver si se ha vuelto loco, y le recordaría que tenemos que conservar el apellido.
– Le pediría que lo pensase bien y que primero hiciera una carrera universitaria.
– Me llevaría una de las alegrías más grandes de mi vida, y lo apoyaría plenamente.
- ¿Le has planteado a algún niño, adolescente o joven, la posibilidad de ser sacerdote el día de mañana?
– Yo no me meto en líos. Cada uno con su vida.
– Soy de la opinión de que hay que valorar todas las vocaciones, aunque sean diferentes a la nuestra.
– Sí que me he fijado en alguien concreto, y rezo por él… Un día de éstos se lo “haré saber”.
- ¿Qué piensas de la expresión del Santo Cura de Ars: “El sacerdote es el amor del corazón de Jesús”?
– Me parece un espiritualismo desencarnado.
– Pienso que eso sólo se podría decir de algún cura santo.
– Creo que es exactamente así, aunque “lleven este tesoro en vasijas de barro”.
Evaluemos qué tal nos fue
Si la letra “a” aparece en la mayoría de tus respuestas, me sorprende que este test haya llegado a tus manos; pero le doy gracias a Dios de que así haya sido, para poder decirte, como sacerdote que soy, que Dios te quiere con locura y que espera de ti una respuesta de amor.
Si has respondido con la “b” a la mayoría, me gustaría decirte que no estás disfrutando de los tesoros que Dios te ofrece por medio del Sacerdocio.
Pero, si la letra “c” es la tuya, entonces te digo que no dejes de rogar a Dios por la santificación de los sacerdotes y por el aumento de vocaciones sacerdotales, porque estoy segurísimo de que, a ti, Dios te va a escuchar.
José Ignacio Munilla, Obispo de Palencia