A través de los diversos movimientos sociales a nivel mundial, que han generado la creación de una serie de instituciones y reglamentaciones tendientes a preservar lo que se ha venido denominando como “garantías individuales”, ha quedado instituido que el ser humano es el centro en torno al cual giran toda una serie de derechos y prerrogativas detinados a proteger, preservar, defender y fomentar su libertad.
En los años 1777, 1779 y 1948, bajo diversas circunstancias se elaboraron toda una lista de doctrinas dogmáticas, que exigen que todas las instituciones, los avances de la ciencia, los acuerdos internacionales y los cuerpos de leyes de cada nación, deberán adecuarse para, en principio, preservar los derechos inherentes al ser humano, puesto que si persiguieran otro objetivo, deberá declararse su nulidad en consideración con los principios generales del derecho.
Tutores non gratos
Tomando como referencia la aplicación de estos derechos, elevados a rango prioritario a nivel internacional, las reformas plasmadas en la Constitución Política mexicana de 1857 y retomadas por la que actualmente se encuentra en vigencia, la de 1917, resalta que a pesar de la abundante riqueza existente en el territorio mexicano, nuestro país siga recibiendo el calificativo de “en vías de desarrollo”, y que aunado a ello permanezca sujeto a las políticas internacionales de organismos como el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, entre otros, que, vulnerando la supuesta existencia de la no intervención en la libre determinación de los pueblos, sean ellos mismos quienes a su libre albedrío manejen las políticas económicas, educativas y sociales de nuestros países, en detrimento de la soberanía.
El avasallamiento del individuo
Derecho a la vida, a un nombre y apellido, a una nacionalidad, a una vivienda digna y decorosa, al trabajo, a la salud, a la educación, a la convivencia y la organización social, a la libre expresión, a la igualdad entre varón y mujer, a un medio ambiente adecuado, a un sano esparcimiento, entre otros, son prerrogativas que pueden escribirse con letras minúsculas, puesto que en todos estos rubros y en otros tantos, existe menoscabo o la total indiferencia de nuestras autoridades para velar por su justa aplicación, deduciéndose con ello que la vida está totalmente demeritada, puesto que al individuo hoy se le considera un número, un voto, un objeto que se utiliza como escalón, una toalla con la que se limpian las conciencias, un ente deshumanizado, alguien al que hay que darle alcohol, drogas enervantes, programas televisivos sin contenido, volverlo hedonista en su modo de vivir, no permitirle que asuma las riendas de su vida, de despertar su conciencia y tomar sus propias decisiones.
Pensar, aprender y reflexionar: verbos mal vistos
Para poder disfrutar de las libertades antes enunciadas hoy se ha vuelto necesario, y casi obligatorio, promover demandas, denuncias, querellas, amparos, plantones, huelgas, manifestaciones, bloquear calles y avenidas, pertenecer a algún partido político, ser familiar de algún funcionario público. Y es que las leyes por sí solas no son panaceas, y las instituciones, a pesar de tanto servidor público que las agobia, no tienen la capacidad suficiente de detectar las dolencias de la sociedad.
Hoy es malo pensar, y más lo es aprender a reflexionar; el conocimiento, la sabiduría y la experiencia son dañinas, un órgano que hay que extirpar.
La conversión, al igual que nuestro actuar consciente en la pugna por la defensa de nuestros derechos individuales, tiene lugar día tras día, momento a momento, segundo a segundo. Las instituciones, como entes sociales, no cuentan con estas capacidades; nosotros, en cambio, sí.
Lic. Alfredo Villa