“Un nuevo comienzo”

200 años del Instituto Marista

Familia Marista

 

 

El próximo 2 de enero de 2017 se cumplirán dos siglos del Instituto Marista. En el camino hacia 2017, el mismo Padre Champagnat nos invita a un nuevo comienzo. Para preparar esa celebración se ha elegido el logotipo que acompañará al instituto a lo largo del camino. El logo seleccionado fue diseñado por Andrés Gil, laico marista de Bilbao.

 

Logotipo que refleja la espiritualidad marista

Su idea principal es celebrar 200 años. Por ello es que el número 200 es un elemento principal. Este número, a su vez, se compone de tres elementos, los cuales señalan que 2017 no es solo un recuerdo histórico, sino un nuevo comienzo:

* El número dos, un trazo azul, recuerda el horizonte, el futuro, un nuevo comienzo… Aquí podemos ver también la letra “L”, que recuerda La Valla, L’Hermitage, la cuna del instituto.

* Dos letras “M”, una espejo de la otra, forman los dos ceros del número 200. Refiere, en primer lugar, lo que somos, maristas, pero también es un recordatorio de personajes históricos de nuestro caminar: Montagne, María, Marcelino… Por otra parte, recuerdan la llamada a la misión, a la mística. Las dos “m” sobrepuestas simbolizan además el pasado y el futuro, el exterior y el interior.

* El trazo del número “2” termina con tres elementos que son, a su vez, tres pétalos de una violeta. Se sitúan en el extremo, con una proyección hacia adelante como una firma. La violeta se ha presentado frecuentemente como un símbolo de la sencillez, un elemento importante de la espiritualidad marista.

El color principal es el azul (María), contrastado por el púrpura y el naranja.
La tipografía es clásica, lo que facilita la liberación de la frase en diferentes idiomas, donde se vive el carisma marista.

Camino de tres años

El instituto tiene por delante tres años para celebrar, en un espíritu de fe, el bicentenario: el año Montagne, el año Fourvière y el año La Valla. Además del logotipo, que será el símbolo del proceso en su conjunto, cada año tendrá su propio elemento gráfico. Estos tres símbolos fueron realizados en Brasil, y sirven para recordar el elemento central del tema propuesto para cada año: el encuentro de Marcelino con el joven enfermo Montagne, invitación a acompañar a los jóvenes Montangnes de hoy; la Basílica de Fouvrière, lugar de la promesa de la fundación de la Sociedad de María; y La Valla, la dimensión mística del carisma, la mesa, el lugar de encuentro con Jesús, pan de vida.

El H. Emili Turú, Superior General del instituto, ante este acontecimiento estimula a los maristas: “Esperamos que todos nosotros, cada uno teniendo su propia responsabilidad, ayudemos a la aurora a nacer, la aurora de un Instituto Marista renovado. Solo el compromiso de todos hará posible un nuevo comienzo”.

 

Maristas, llamados a ofrecer el rostro mariano

El 23 de julio de 1816, al día siguiente de la ordenación del Padre Champagnat, un grupo de jóvenes sacerdotes, llenos de ilusión, se encamina hacia el Santuario de Fourvière, en Lyon. A los pies de Nuestra Señora hacen su promesa de constituir la Sociedad de María. En 2016 celebraremos los 200 años de esa promesa. Por eso, el segundo año, desde julio de 2015 hasta julio de 2016, nos presidirá el icono de Fourvière. Desde el inicio, los primeros maristas imaginan la Sociedad de María como un gran árbol con diferentes ramas: religiosos sacerdotes, religiosos hermanos, religiosas y laicos. El proyecto no obtuvo el reconocimiento eclesial en aquel entonces; quizás la coyuntura histórica no era la adecuada. Hoy las circunstancias son distintas. Reconocemos con agradecimiento que el Espíritu Santo ha hecho florecer entre nosotros la vocación laical marista. Miles de laicos y laicas de todo el mundo se sienten llamados a vivir el Evangelio a la manera de María, según la tradición del Padre Champagnat y de los primeros hermanos. Los orígenes de la Sociedad de María nos recuerdan que religiosos y laicos estamos asociados para la misión, y llamados a ofrecer el rostro mariano de la Iglesia, con nuestra manera peculiar de ser y de construir Iglesia. Nuestro último capítulo general nos invitaba a una nueva relación entre hermanos y laicos, para servir mejor a la apasionante misión que la Iglesia nos confía. El mismo capítulo decía: “Contemplamos nuestro futuro marista como una comunión de personas en el carisma de Champagnat”. Permanecemos, pues, abiertos a la creatividad del Espíritu Santo, que nos puede llevar, quizás, por caminos totalmente insospechados.

 

Magdalia Ibarra Palomares

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Comentarios a la autora: (magdalia77@hotmail.com)

 

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