En nuestra sección de misiones queremos dar a conocer lugares en los que la Iglesia Católica se ha preocupado por llevar la Buena Nueva de Cristo para todo el mundo. En esta edición presentamos la acción pastoral misionera de los Hermanos Maristas.
Misiones Maristas
El Instituto de los Hermanos Maristas es una congregación religiosa que data de 1817. Su fundador, un sacerdote francés, San Marcelino Champagnat, recibió del Espíritu Santo el carisma del amor por los niños y jóvenes. De ese modo surgen los Maristas como educadores de la niñez y la juventud. Hoy, su obra se extiende por 77 países de todo el mundo. En Tepic, el Colegio Cristóbal Colón es la presencia marista que brinda sus servicios desde primaria hasta universidad.
Dar a conocer a Jesús
En el pensamiento de San Marcelino no había lugar que quedara fuera de la misión de dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar, pues como él mismo decía: “Todas las diócesis del mundo entran en nuestros planes”. Desde los inicios, San Marcelino envió hermanos a Oceanía como misioneros. Él mismo tenía la intención de ir a misionar, pero su salud y la decisión de sus superiores le pedían que se quedara en Francia preparando buenos y excelentes misioneros.
La misión marista es tan variada, pues va desde colegios, internados, universidades, trabajo con indígenas, escuelas gratuitas, editoriales, hasta misiones ad gentes en África y Asia. Grupos apostólicos como Amigos en MARCHA, MAS, GAMA y el Movimiento de la Familia Marista, hacen patente su presencia en los lugares necesitados de nuestra sociedad.
Presencia marista
A lo largo de los años, son muchos los religiosos y seglares que han participado y compartido el carisma marista y de la misión de formar buenos cristianos y virtuosos ciudadanos. No por nada hoy los casi cuatro mil hermanos maristas que hay en el mundo, comparten con otros 47 mil 500 seglares, la bella misión de llevar a Jesús por medio de María, a más de 497 mil 300 niños y jóvenes.
Como muestra de la pasión que despierta la misión marista, se presentan a continuación unos testimonios de personas que, como laicos maristas comprometidos, han encontrado su vocación desde la espiritualidad marista.
Ana Tereza Naspolini
Provincia de Brasil Centro-Sur
Acostumbro decir a los empleados que llegan a la institución, que van a encontrar un entorno muy favorable para su desarrollo profesional y espiritual, sea en la fe que nos centra en Dios, sea en las relaciones solidarias que nos sitúan en relación con el otro.
Ayuda de la Virgen María
Participo en la vida de este colegio desde hace 26 años, y espero que los jóvenes mantengan un lazo con él durante mucho tiempo. Estoy convencida de que tendrán, como yo, la ocasión de crecer humanizándose cada vez más, poniéndose bajo la protección de María, estando atentos para aprovechar las ocasiones favorables, esforzándose por dar al otro, día tras día, lo mejor y respondiendo al cariño que les manifestamos, unidos a los hermanos, multiplicadores de la espiritualidad marista y continuadores de los ideales de Champagnat.
Estoy segura de que he aprendido en este entorno a practicar un poco la pedagogía de la presencia, el espíritu de familia, el trabajo cooperativo, la sencillez, las doce pequeñas virtudes, todo esto y otros muchos principios cristianos.
Cómo vivo mi vocación
Mi recurso habitual ha sido la meditación. Consiste a veces en dejarme transformar y aceptar la verdad del otro. Otras veces es sinónimo de perdonar y comprender las actitudes de los demás; puede significar también sobrepasar mis propios límites, intentar oír lo que no se dice, buscar lo imperceptible, ver lo invisible. En este esfuerzo de superación, siento la necesidad de estar continuamente en un estado de extrema vigilancia, contando siempre con la luz del Espíritu Santo. La pedagogía de la acogida exige mucha disponibilidad interior; me siento pues constantemente llamada a colaborar, para desarrollar esta pedagogía de la escucha y de la preocupación por el otro en la solidaridad, en la integración de lo que la sostiene y en la aceptación del otro en su ser y en su plenitud.
Mi gratitud va a los Hermanos Maristas, a los compañeros de tantas caminatas, a los amigos que me imprimen ganas de superarme.
Janne Pender
Provincia de Nueva Zelanda
Los Hermanos Maristas atendían la escuela secundaria para varones en Palmerston North. Yo estaba en la escuela San José, para señoritas, atendida por las Hermanas de la Misericordia. En el sexto año de secundaria íbamos a las clases de química del hermano Aloysius, quien también nos entrenaba en atletismo, aunque nos fijábamos más en los estudiantes maristas que en los hermanos.
Carisma Marista
Pasó el tiempo y volví a encontrarme con los Hermanos Maristas en el Colegio del Sagrado Corazón, en Auckland, donde habíamos inscrito al primero de nuestros hijos. El sello marista del Colegio se veía por sí mismo: oímos cómo María tiene un lugar especial en la Congregación Marista; oímos hablar sobre Marcelino Champagnat, descubríamos lo marista en la formación religiosa, la liturgia escolar, los deportes y los actos sociales.
Al leer la Misión Educativa Marista me di cuenta de cómo los Hermanos con quienes me reunía en el patronato, en la escuela y los que estaban en descanso ejemplificaban el espíritu de Marcelino Champagnat. Pude verlo en el hermano encargado de la disciplina, al tratar a un estudiante difícil y a sus padres, en el comité directivo y en otras reuniones. De entre todas las cosas noté una muy especial: su grande aprecio a las familias, así como a las funciones y los trabajos de las mujeres, no sólo como madres, sino como personas que podían contribuir en otros aspectos. En contraste con esto, me impresionaba ver a estos hombres regresar a su comunidad para cocinar y contribuir en el bienestar de su comunidad, después de un día de trabajo. Un ejemplo maravilloso de vida sencilla.
Hno. Alfonso J. Cichini Méndez
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