Durante toda nuestra vida, especialmente cuando comenzamos a hacer uso de nuestra razón y a realizar un proyecto de vida; cuando hacemos planes, tenemos ideales, pensamos en nuestro presente y futuro, lo hacemos con la mirada puesta en un fin, o hacia un objetivo determinado: la felicidad.
Pero, ¿qué es la felicidad?
Es esa sensación de plenitud, paz y serenidad que nos llena de alegría interior y nos permite disfrutar de la vida, aunque parece ser un sueño inalcanzable para la mayoría de la gente.
No he conocido persona alguna que no busque en el fondo de su ser y quehacer la felicidad. El hombre y la mujer que se casa lo hace porque dice ser feliz con la persona que ama; el joven estudiante quiere tener una carrera profesional porque cree que esta le garantizará la felicidad; el joven o la joven que quiere entregar su vida a Dios lo hace porque piensa que haciéndolo será feliz; el vicioso se siente feliz al estar inmerso en su vicio; el asesino se siente feliz al tener en su lista a una víctima más; algunos en estas fechas al estar reunidos con toda la familia y en vísperas de celebrar la Navidad, dicen sentirse felices; en fin, a veces todos creemos ser felices sin saber verdaderamente qué es la felicidad.
Fin último del hombre
El filósofo Aristóteles, en el capítulo diez de su libro primero de la Ética a Nicómaco y en el tomo I de Dario Antiseri y Giovanni Reale, nos dice: “¿No hay nadie, absolutamente nadie, a quien en vida podamos llamar feliz? ¿Será el hombre feliz una vez muerto? ¿No es absurdo del todo, que afirmamos que la felicidad es una actividad?
Todas las acciones humanas tienden hacia fines, que constituyen bienes. El conjunto de las acciones humanas y el conjunto de los fines particulares a los que tienden estas se hallan subordinados a un fin último, que es el bien supremo, que todos los hombres coinciden en llamar ‘felicidad’”.
Felicidad: perfeccionarse día a día
Para la mayoría, la felicidad consiste en el placer y el gozo. Sin embargo, una vida que se agota en el placer es una vida que convierte a los hombres en semejantes a esclavos y que es solo digna de los animales. Para algunos la felicidad es el honor (para el hombre de la antigüedad el honor equivalía a lo que para el hombre de hoy es el éxito); para otros la felicidad reside en acumular riquezas; pero esta, según Aristóteles, es la más absurda de las existencias: es una vida contra natura, porque la riqueza solo es un medio para conseguir otras cosas y no sirve como fin en sí mismo.
El bien supremo que puede realizar el hombre –y por lo tanto, la felicidad– consiste en perfeccionarse en cuanto hombre, es decir, en aquella actividad que lo distingue de todas las demás cosas. No puede consistir en un simple vivir como tal, porque hasta los seres vegetativos viven; ni tampoco en la vida sensitiva, que es compartida también con los animales. Solo queda, pues, la actividad de la razón. El hombre que quiere vivir bien, debe vivir de acuerdo con la razón, siempre. Entonces, la perfección del alma racional en cuanto tal, y de las dos virtudes principales según Aristóteles, que son la prudencia y la sabiduría, ya que la prudencia consiste en dirigir bien la vida del hombre y la sabiduría es el conocimiento de aquellas realidades que están por encima del hombre.
Identificarse con Dios
Y precisamente, en el ejercicio de la virtud de la sabiduría, que constituye la perfección de la actividad contemplativa, el hombre alcanza la máxima felicidad y llega a encontrarse con lo divino.
Para que el hombre pueda alcanzar la felicidad es necesario que se identifique con Dios practicando la virtud.
San Agustín entiende la felicidad como “gozo de la verdad”, pues quien goza de la verdad goza de Dios, por quien son verdaderas todas las cosas. Lo que el hombre sabe lo sabe por Dios, quien lo ilumina y le hace participar del por qué de las causas últimas, que no son entendibles por medio de la razón.
Hay muchos otros filósofos que nos dicen qué es para ellos la felicidad, habrá quien esté de acuerdo y quién no, habrá quien relativice (según intereses) el concepto, habrá quién diga que no es darle un concepto o una definición, porque es una vivencia; habrá quién diga y expliqué que una cosa es ser feliz y otra estar feliz.
¿Tú qué opinas?
Carlos García
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