Lorena Villareal Rodríguez
Misionera Franciscana de Jesús y María
Llevo catorce años de religiosa. El llamado lo sentí siendo muy chiquilla. El día en que hice mi Primera Comunión le prometí a Dios que cuando fuera grande iba a ser consagrada. Convivía mucho con las religiosas que había cerca de mi casa, y eso me ayudó a que me gustara este tipo de vida. Siempre tuve el apoyo de mi familia, incluso mi mamá era muy misionera, iba con las religiosas a las comunidades a dar catecismo, y también así empecé yo.
Me llamaba mucho la atención el trabajo de las religiosas, a veces les ayudaba a hacer el aseo, y veía cómo se trataban, cómo hacían su apostolado, y me dije “yo quiero eso”.
En la congregación de las Misioneras Franciscanas de Jesús y de María somos trece religiosas en la diócesis, donde trabajamos especialmente con los indígenas. Soy muy feliz, he tenido muchas oportunidades de poder elegir, Dios me ha ayudado a salir adelante, este es mi lugar y me siento bien, me siento realizada como religiosa. En algún momento, antes de consagrarme, llegué a pensar en casarme; pero gracias al Señor, que me dio la capacidad de poder elegir, me decidí por la Vida Consagrada; además, hay que tener en cuenta que cada quien tiene cualidades para cosas distintas.
Trato de dar lo mejor de mí, y aunque soy un poco reservada me encariño con la gente. Mis retos como religiosa son vivir mi consagración y pedir a Dios que me vaya dando la gracia y todo lo que necesite para darle a la gente lo que requiera; también le pido a Dios que me ayude cada día a encontrar la felicidad dentro de mí, para poder trasmitirla a los demás.
Invito a los jóvenes a que no tengan miedo, que es bonita la Vida Consagrada. El valor es lo principal que se necesita para tomar la decisión y no tener miedo a nada, pues cada día uno aprende a afrontar lo que venga y Dios te ayuda a salir de las pruebas.
Lucero Nalleli Quintero Torres
Hermanas de Jesús Resucitado
Este es mi primer año como consagrada. Mi vocación la fui descubriendo a lo largo de mi vida, pero desde pequeña mi familia me inculcó el estar cerca de Dios; me llevaban al catecismo. Al entrar en la adolescencia me volví un poco la rebelde, pero aún así siempre tuve muy presente que lo importante en la vida es Dios. Después de un encuentro con Jesús, hice mi proceso vocacional y conocí a la congregación de la Hermanas de Jesús Resucitado, pues me había llamado mucho la atención, porque iba muy de acuerdo con mi personalidad; de este modo descubrí que desde ahí podía servir a Dios, desde lo que soy y desde lo que tengo.
Conformamos una congregación de fundación nueva, de cinco miembros, y estamos en Puerto Vallarta. El carisma de mi congregación es mostrar el amor misericordioso de Dios a través de diferentes actividades, por ejemplo, en la Pastoral Parroquial mediante la catequesis y la atención a grupos juveniles. Otra de las actividades es la educación, enseñamos a los niños desde pequeños a mirar hacia Dios, poniendo como referencia a Jesús.
Soy feliz; claro, todo tiene sus dificultades, pero la felicidad es una actitud ante la vida, y aunque haya cosas difíciles alrededor y nos enfrentemos a un mundo en el que hay muchas distracciones, no se debe perder la conciencia de lo que se quiere, ni despegar la vista de la meta, que es ser cada día más plena, y esa plenitud te la da Dios, esa es la clave. Me siento realizada como religiosa porque desde mi ser de mujer puedo descubrir que tengo muchas cualidades y que no son para que me las quede y las disfrute, sino para ponerlas al servicio. Estoy estudiando la licenciatura en Teología y la Normal, de manera que no me quedo con lo mínimo, me voy trazando metas, y esas metas son para el bien de las personas.
Reconozco que el matrimonio es hermoso, y que también es una vocación; pero creo que desde el principio Dios va poniendo las piezas en el camino para que tú tomes tu opción, y no me arrepiento. Reconozco, asimismo, que tener hijos es muy bonito, pero hay otras maneras de dar vida; por ejemplo, con los niños en el colegio, que aunque tienen papá y mamá no tienen su atención; acompañando a las personas en sus procesos de crecimiento de descubrir a Dios; no le enseño a un niño a caminar, pero estoy enseñando a una persona a caminar en Jesús.
Mi reto, en el día a día, es tener muchas actividades y rendir en todas; considero que la clave es descubrir que la fuerza es de Dios, y que Él va a darnos según le retribuyamos. Descubrir la riqueza de la vida religiosa y mostrar el amor de Dios a través de mis palabras, mis acciones, es uno de mis más grandes retos. Otro es que las personas descubran que Dios está más cerca de lo que creemos; ayudarlos y acompañarlos a que abran sus ojos para que descubran a un Dios hermano y, al mismo tiempo, a Dios Padre, que está ahí y no nos abandona.
Invito a los jóvenes a que se arriesguen, vale la pena intentarlo, la vida religiosa no es una vida de prohibiciones o de maltrato, sino de plenitud y libertad, en ella se aprende a amar a Dios con todo el corazón. La Iglesia necesita mujeres valientes que estén dispuestas a dar vida de distintas maneras y a trabajar por el reino.
María del Carmen Vidal Herrera
Oblata de Jesús Sacerdote
Las religiosas Oblatas de Jesús Sacerdote apenas llevamos cuatro meses de habernos establecido en la Diócesis de Tepic. Cuatro hermanas hacen presencia aquí, mientras que yo estoy aquí de invitada, soy de Guadalajara y participo en la Pastoral Vocacional. Llevo doce años como religiosa.
Mi llamado se dio a través de una crisis existencial. A veces hay altos en la vida que son cruciales: tenía 26 años, y me preguntaba qué quería. Veía lo qué había construido hacia atrás y hacia adelante, y no podía ver nada positivo; de esa manera me fui acercando a Dios, el espíritu me iluminó y creo que tomé la mejor decisión, a partir de ahí comencé la búsqueda para descubrir dónde me quería Dios. Y mi vida tomó un cambio radical: durante un año llevé un proceso vocacional hasta que me decidí. Al principio no tuve el apoyo de mi mamá, pienso que porque no tenía un conocimiento amplio de lo que es la vida religiosa; ya después, con calma, le expliqué, y ahora está feliz.
Nuestro carisma es honrar el sacerdocio de Cristo, que el pueblo de Dios viva y ame su sacerdocio como bautizados que son; que sepan y valoren que ellos también pueden ofrecer su vida y que ésta puede ser fructífera a la Iglesia. Nuestro quehacer de todos los días es honrar el sacerdocio de Cristo; ofrecer, así como Jesús dió su vida, así nosotras también nuestra vida para que otros la tengan.
Soy muy feliz; gracias a Dios me siento realizada; creo que no me equivoqué de camino, me siento llamada y amada por Dios, y esta es mi vida. Tenía la idea de algún día casarme, pero cuando vas ampliando el panorama y te das cuenta que hay otras opciones de vida donde te puedes realizar, y donde Dios tiene ese proyecto para ti, pues le inviertes todo.
Uno de nuestros apostolados es la oración por el pueblo sacerdotal, los sacerdotes ministeriales y las vocaciones sacerdotales; por lo tanto, tenemos presencia en seminarios, atendiéndolos en la oración y alimentando su cuerpo físico al prepararles los alimentos. Estamos muy cerca del seminarista, los vemos cuando se ordenan, cuando empiezan a trabajar, cuando mueren. Nosotras, para ellos, somos sus madres, desde esa parte es como nosotras vivimos nuestra maternidad, donándonos y trabajando.
Considero que los retos que tenemos hoy son los jóvenes, que se nos están yendo de las manos, a nivel Iglesia y a nivel vida religiosa. La sociedad nos los está comiendo, nos los están arrebatando de las manos. Estamos ahorita pensando de qué manera podemos atraer al joven. Trato de dar testimonio, de que mi vida sea creíble desde mi entrega, mi alegría, mi servicio, y que sea motivante para otros jóvenes,
Aliento a los jóvenes para que no tengan miedo, a que se animen. La vida religiosa es una de las vidas que por probar no te cobra, y que por conocer no te cobra, y es reversible. Para el matrimonio no puedes dar marcha atrás; sin embargo, a la vida religiosa vas y conoces, y puedes hacer una opción más consciente. La vida religiosa necesita jóvenes valientes, atrevidos, que no nos dejen morir. No nos dejen solas en este hermoso trabajo, busquen cuál es el proyecto de Dios para ustedes; dentro de la vida religiosa hay muchas maneras de realizarse.
María Elena Correa
Hermanas Josefinas
Tengo 32 años de religiosa. A mí me impresionaba mucho cómo mis papás se acercaban a Dios y me platicaban de la vida de San Francisco de Asís; yo decía: “cuando crezca voy a ser como San Francisco de Asís. Fui creciendo, y a los ocho años conocí a las hermanas Josefinas en Querétaro, y me dije: “de éstas voy a ser”, porque las veía tan bonitas y tan alegres. Después, entré con ellas a estudiar, y ya cuando quise ingresar mi papá primero dijo que no, aunque después todos me dieron el apoyo.
Soy muy feliz, me siento muy realizada. Los retos que como religiosa enfrento, es el confrontarse con uno mismo. Vivo la maternidad dándome a los enfermos y a la catequesis. Nuestra congregación trabaja en el hospital San Vicente. Actualmente, aquí en Tepic, somos once religiosas.
Isela Dinora Monroy Ángel
Hermanas Evangelizadoras Eucarísticas de los Pobres
Tengo seis años de religiosa. Antes vivía como cualquier joven normal, era catequista en mi parroquia, participaba en grupos juveniles. Y así fui descubriendo que Dios me llamaba a algo diferente a lo de toda joven. El matrimonio no llamó la atención en mi vida. Y cuando ingresé a la congregación siempre tuve el apoyo de mi familia.
Soy feliz y me siento realizada como religiosa, y sé, sobre todo, que es en el lugar en el que Dios me quiere, y Él me ha llamado a seguirlo de esta manera. La maternidad la vivo a través del servicio, la convivencia entre mis hermanas, dándome y entregando a los demás en las necesidades que ellos tienen y que yo les puedo ayudar, según mi carisma. Mi trabajo concreto es la catequesis de niños y la formación de catequistas. Siempre busco servir con alegría y entregarme cada vez más al servicio de los hermanos, y buscar amar más a nuestro Señor.
Recomiendo a los jóvenes que sean valientes y busquen a nuestro Señor Jesucristo. En la Eucaristía encontrarán la fortaleza que se necesita para dejarlo todo; porque se necesita valentía y un amor grande a nuestro Señor para poder dejar a nuestra familia, nuestros proyectos personales y nuestras metas que como jóvenes tenemos. Nuestro Señor quiere jóvenes valientes, que con mucho amor se lancen. Agradezco a Dios por el llamado que me dio, y le pido que me conceda la fortaleza para seguir, y que les conceda la fortaleza a los jóvenes para que sepan responder con amor.
Sor Carmen
Hermana Clarisa
Yo tenía 18 años cuando sentí el llamado de Dios. Ahora llevo once dentro del convento. Siempre tuve el apoyo de mi familia. Antes de entrar a la congregación tenía un novio con el que me iba a casar, pero sentí más fuerte el llamado de Dios, y su amor no se compara con el de un ser humano. Mi realización como madre me lleva a vivir mi maternidad para todo el mundo, para cada persona que me dice que se encomienda a mis oraciones, cada que me dicen “madre” me siento una madre espiritual.
Soy muy feliz, de mi parte cada día me he sentido más reafirmada dentro de mi vocación, y eso me ha servido para seguir adelante con alegría y devoción. Nosotras llevamos el carisma de San Francisco, la pobreza y la sencillez; somos como una familia dentro del convento.
Yo soy religiosa de vida contemplativa. Día con día descubro nuevos retos. Me sostiene la convicción de ofrecimiento de mi vida por la salvación del mundo; en cada persona y en cada dolor que veo descubro un nuevo reto para tomar más fuerzas, y orar con más ganas.
Alicia García Rodríguez
Carmelitas Misioneras de Santa Teresa
Mi llamado comenzó en un grupo juvenil, a los 18 años; como jóvenes queríamos hacer mucho por nuestro barrio y por las familias. En mi grupo tocamos muchas puertas y vi que no había muchos sacerdotes disponibles y religiosas; y a partir de ahí pensé en ser religiosa y prepararme para trabajar, sobre todo, con los jóvenes; actualmente llevo 20 años como religiosa.
Mi mamá me dio la libertad de elegir, pero mis hermanos al principio no aceptaban. Me siento muy feliz de servir y ayudar a los demás. Reconozco que en algún momento me hubiera gustado casarme y tener hijos, porque la maternidad no se suple; como mujeres estamos llamadas a dar vida, a cuidar y proteger, y el cariño y el amor lo damos y lo recibimos.
En la comunidad religiosa en la que estoy, las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, apoyamos en el trabajo parroquial. Yo participo en las comisiones diocesanas de Pastoral vocacional, de Pastoral Juvenil, en la Catequesis; además, acompaño a grupos juveniles y también tenemos grupos de Biblia. En mi comunidad somos tres religiosas. Ahí descubro que el reto más grande que tenemos que afrontar es la indiferencia de las personas hacia las cuestiones religiosas, el visitar familias y escuchar críticas hacia la Iglesia, el no darle tiempo a su formación religiosa.
Patricia Valdez