“Mi nombre es Rosalinda, tengo 45 años, soy madre soltera de tres hijos de 22, 19 y 14 años de edad respectivamente; trabajo de forma eventual y, por lo tanto, no tengo un salario fijo, ni prestaciones médicas de ningún tipo. Hice estudios de Corte y Confección, que concluí de manera satisfactoria; en esta actividad he logrado hacer prendas de calidad. Mis dos hijos mayores hace un año más o menos abandonaron la escuela, no obstante sus calificaciones aceptables; en la actualidad trabajan, y aportan parte de su salario para el sostenimiento del hogar; mi hijo menor está cursando la secundaria, sus calificaciones son buenas y quiere continuar estudiando.
No se pierde tiempo, se gana
Mi educación primaria la concluí con resultados sobresalientes, después la secundaria y actualmente curso la preparatoria en modalidad abierta; sí, me gusta el estudio, y tengo maestros que me motivan a continuar a pesar de mi edad. A menudo recuerdo mi infancia, adolescencia, juventud, y mis momentos más importantes siendo ya una mujer adulta, así como los trabajos que me vi obligada a desempeñar para sacar adelante a mis hijos, con el apoyo de mis padres; pero también recuerdo los numerosos tropiezos que no me han permitido culminar mis estudios. La gente no cesa de decirme: ‘¿Para qué estudias? El estudio es sólo para perder el tiempo. Ponte a trabajar. ¿Qué vas a ganar con eso?’; entre otros comentarios. Incluso, yo misma me cuestiono y siento que ya no puedo, en ocasiones se me hace una carga pesada porque me cuesta entender algunos conceptos de distintas asignaturas.
Lo que se sabe debe ofrecerse a los demás
¿Cómo le puedo hacer para continuar estudiando a pesar de tantas distracciones? ¿Por qué tengo el deseo de no dejar los estudios? ¿Qué me motiva a levantarme todas las mañanas para ir a la escuela? Algunos compañeros ya no asisten a clases, quizás por motivos de trabajo, por otras obligaciones o porque ven difícil continuar. Estoy consciente de la edad que tengo, y quizá haya disminuido mi capacidad de memoria, pero creo tener una ventaja sobre los jóvenes: yo quiero estudiar, la vida práctica es también maestra y de ella estoy aprendiendo mucho; creo y siento que poseo ‘algo’ importante que puedo aportar a la vida y a la sociedad. Estoy descubriendo un mundo nuevo a través del estudio, y estoy adquiriendo más herramientas para defenderme en la vida, pero éstas pretendo ponerlas al servicio de los demás. La realidad que vivimos es rica para aplicar los conocimientos recibidos, pues creo firmemente que el cometido de la inteligencia es procurar el bien común, en pos de un mundo mejor y feliz”.
A tiempo pasado, sabiduría ganada
Este testimonio no se aparta del camino que generalmente se sigue cuando tenemos el afán de explotar todas nuestras capacidades y cualidades. En cierta ocasión de mi vida, me pregunté: ¿Cuántos años tienes? ¿Cómo los estás viviendo? ¿Cuántos más piensas vivir?, y ¿cómo piensas hacerlo? ¿Qué sueños, qué esperanzas anidan en tu mente y en tu corazón? ¿Qué medios estás utilizando para que tus metas, sueños y expectativas se hagan realidad? Cultivar el espíritu, el alma, tener apego a la cultura y encontrar el disfrute por la vida, todo ello entra a nosotros a través de nuestros sentidos; buscar una vida vivible, poniendo en juego todas nuestras capacidades constituye una tarea continua y el estudio es una herramienta más a nuestro servicio para lograrlo. Desencanto, apatía, desesperanza, falta de empeño, y muchas otras perturbaciones más nos van a acompañar a lo largo de nuestra existencia. Ciertamente, nuestras capacidades son, en ocasiones, limitadas; pero en nuestro diario esfuerzo no estamos solos, contamos con el favor de Dios, que aun cuando nos da libre albedrío, Él sólo quiere nuestra felicidad.
Lic. Alfredo Villa