También bailando se puede adorar a Dios

Rumbo al 10º Conajum

¡Hola amigos! Aquí estoy de nuevo con ustedes compartiendo algo de mi ministerio pastoral en Ngamongo, una comunidad de la Diócesis de Laï, en el Chad, África.

Hoy quiero compartir mi experiencia en la liturgia que se vive y se celebra en esas comunidades. Antes que nada, me gustaría aclarar que la liturgia es el conjunto de ceremonias y oraciones que constituyen el servicio divino, y expresan nuestra relación con Dios en forma comunitaria y oficial. Por ejemplo, la Eucaristía en la que participamos es un sacramento, y su celebración es una acción litúrgica.

Ahora bien, no todos nos expresamos de la misma manera; cada pueblo, cada nación, cada continente es diferente y tiene varias formas de expresar la fe. A nosotros los mexicanos nos gusta oír el mariachi en las misas, las entradas de rodillas a los santuarios, las celebraciones eucarísticas no muy largas pero con un sermón bien pronunciado y claro, sin rodeos. Las fiestas patronales nos gustan con mucha pólvora, de tal manera que no puede faltar el castillo para la Virgen de Guadalupe, el Sr. San José y hasta para el Niño del Cacahuatito, acá en mi Diócesis de San Juan de los Lagos.

En Ngamongo lo que más disfruté en mi ministerio de sacerdote fueron las celebraciones litúrgicas. Sentía que una parte de mí era africana. Allí, las personas traen la música por dentro y les gusta demasiado el tambor y la danza, de tal manera que en las misas hay mucha música y mucha danza, sin perder los momentos de silencio para escuchar la palabra de Dios. La celebración eucarística es una sinfonía donde los silencios, las notas y los ritmos son una vereda que nos lleva al encuentro con Dios.

Al principio no los entendía mucho, pues yo llegué con la vivencia litúrgica de mi Diócesis. Recuerdo que, un día, en una reunión de liturgia con los catequistas en Ngamogo, yo les propuse que los fieles guardaran silencio después de la comunión, para que platicaran con Dios, como lo hacemos acá. Entonces uno de los catequistas me dijo que ellos no comprendían ese silencio después de la comunión, pues “cuando nosotros comemos, cantamos y bailamos estamos contentos. Cuando comulgamos hemos comido el Cuerpo de Cristo y eso nos alegra y nos hace cantar y bailar. Queremos expresar nuestra alegría a Dios bailando y cantando por habernos alimentado”, me dijo el catequista. Yo callé, reflexioné y fue el principio para comprender que hay muchísimos modos humanos, maneras dignas y valiosas, de expresar nuestra relación con Dios. Me sentí más libre y aprendí una gran lección. No todos somos iguales, y cada Iglesia particular celebra el único misterio de Dios, pero de manera diferente, dependiendo de la cultura en donde se vive.

En Ngamongo la misa es un poco larga, relativamente, pero se hace cortita. La entrada se hace con procesión y un canto muy animado y todo el pueblo acompaña el ritmo de los tambores y el xilófono (instrumento de percusión) cantando, bailando y aplaudiendo. ¡Claro!, para pedir perdón a Dios y escuchar su Palabra todos se sientan, en señal de respeto, pues estar de pie significaría lo contrario. Por ejemplo, en esa cultura, cuando un papá quiere amonestar a su hijo o decirle algo, éste se sienta, en señal de respeto. Pararse es ponerse al tú por tú. El signo de rodillas, que a nosotros nos dice tanto, para ellos no significa nada. Estar sentados en silencio en actitud de escucha es admirar y adorar el misterio de la Eucaristía. Comer a Cristo es estar de fiesta, pues se sienten fortalecidos y alimentados. Dios está en medio de sus cantos y sus danzas. Al término de la misa, muchos de ellos permanecen para saludarse, comentar cómo anda la situación y muchos jóvenes siguen bailando en torno a un tambor. ¡Es una liturgia muy alegre!

Hoy he hablado sólo del sacramento de la Eucaristía, pero en alguna otra ocasión les platicaré algo sobre los difuntos y la manera de celebrarlos.

Lo cierto es que aprendí más de lo que yo pude dar, y comprendí que la Iglesia católica, de la cual yo soy miembro, es mucho más rica de lo que yo imaginaba. Cualquier ser humano de cualquier raza o condición social es capaz de tener un encuentro verdadero con Dios. Nadie celebra mejor o peor la liturgia; simple y sencillamente lo hacemos diferente, y debemos respetar las riquezas y dones que Dios ha regalado a cada pueblo y nación.

¡Hasta la próxima, mis amigos!

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José Ramón Flores

Comentarios al autor ( ompeadgentes@yahoo.com.mx )

 

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