Somos Jóvenes

En algunas épocas los jóvenes contaban poco, su voz no era tomada en cuenta y ni siquiera tenían la libertad de tomar decisiones sobre su propia vida. En nuestro tiempo, esto ha cambiado, aunque en ocasiones aún el mensaje de los jóvenes sigue sin escucharse. El Santo Padre Francisco, reconociendo la importancia de la participación de la juventud en todos los ámbitos de la vida, ha escrito una carta que recuerda algunas convicciones de la fe y que al mismo tiempo alienta a creer en la santidad y en el compromiso de la propia vocación: Christus Vivit.

            La idea que tenemos de la juventud varia con respecto a las experiencias que hemos tenido o que hemos conocido, pero el papa en esta exhortación nos aclara que la gloria de la juventud está en el corazón más que en la fuerza física o en la impresión que uno provoca en los demás. Solemos creer que la santidad y la juventud, son etapas distintas de la vida y que no se pueden vivir al mismo tiempo, sin embargo ser joven y ser santo, significa soñar, tener proyectos y grandes ideales, descubrir a qué estamos llamados, teniendo siempre a Dios al centro de nuestras vidas, porque se puede pasar la juventud distraído, volando por la superficie de la vida, incapaz de cultivar relaciones profundas y de entrar en lo más hondo de la vida. De ese modo se prepara un futuro pobre, o se puede gastar la juventud para cultivar cosas bellas y grandes, y así prepara un futuro lleno de vida y de riqueza interior.

            En un mundo envejecido, los jóvenes tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que esta sociedad no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres y de la amistad social. Los jóvenes podemos ser el reflejo de que Cristo Vive.

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