Este nuevo momento de la humanidad, con todo lo bueno y maravilloso que ha traído y las sombras que detrás se esconden, supera en mucho una comprensión simple, ya que abarca todos los ámbitos de la vida de las personas, transformando la manera de pensar, percibir y vivir su relación con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. No dejan de sorprendernos cada día, los inventos y descubrimientos que están marcando el camino, para hacer más digna y plena la vida de las personas. Existe también, un trabajo constante en distintos espacios por elevar la dignidad del ser humano, que reconoce su valor fundamental, independientemente de su condición económica, racial, política o religiosa, buscando cada día ampliar y fortalecer el respeto de sus derechos humanos.
Esta época, exige acompañar a cada persona y renovar con valentía nuestro profetismo evangélico, anunciando con fuerza el valor inestimable de la persona, denunciando todo lo que se opone a su plena realización y discerniendo a la luz del Evangelio esta nueva realidad, para encarnar la experiencia de la misericordia, de la comunión y la solidaridad.
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Por lo que, los obispos y pastores junto con todos los bautizados, desean asumir con corazón de padres y hermanos, esta oportunidad y reto, con gran confianza, conociendo las necesidades del pueblo de Dios, involucrándose en ellas y potenciando todas las iniciativas que favorezcan la presencia del Reino de Dios. A esto llamamos: ¡Proyecto Global de Pastoral!