Sobre magia y hechicería

El Catecismo de la Iglesia Católica dispone, en el numeral 2117, que acciones por las que “se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios”.

Al respecto, quienes hemos puesto la fe y confianza en Jesucristo, tendremos dos posturas básicas:

1) Poner nuestra confianza total en el Dios único que nos ama y que tiene “todo poder en el cielo y en la tierra”, de manera que, si estamos con Jesucristo, no tememos ninguna fuerza maléfica ni intentaremos usarla. Jesús dijo: “Adorarás al Señor tu Dios, y a Él sólo servirás”.

2) Dios creó al ser humano a su propia imagen y semejanza, y le dio el encargo de cuidar y administrar lo creado según la voluntad divina. Cada persona ha de utilizar su inteligencia y otros dones que Dios le ha otorgado para ganar el pan de cada día honradamente y trabajar por el bien común. Nadie tiene que depender de adivinaciones, brujerías, astros, sortilegios, macumba, magia, ouija, médium, ocultismo, horóscopos, hechicería, evocación de muertos, o simplemente de la “suerte”.

Carmina Hidalgo 

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Comentarios al autor (carmiyroman@gmail.com )

 

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