Es común escuchar en estos días la palabra “sinodalidad”, ya sea en las reuniones parroquiales, asambleas diocesanas, incluso en los documentos del Vaticano o los obispos, haciendo que nos preguntemos qué significa tal cosa. Pudiéramos pensar que es solo una propuesta del Papa Francisco o un tema que se le antojó tratar al azar, sin embargo, hablar de sinodalidad es hablar del corazón de la Iglesia.
La palabra sinodalidad proviene de “Sínodo” y está compuesta por la preposición “syn” “juntos” y “odos” que significa “camino” o “ruta”. Entonces, la palabra sínodo designa el hecho de caminar juntos, ir por una misma ruta y nos remite al mismo Jesús que en el Evangelio se presenta como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).
Ya desde la antigüedad se aplicaba esta palabra a los discípulos de Jesús convocados en asamblea, y en algunos casos es sinónimo de la comunidad eclesial. San Juan Crisóstomo, por ejemplo, decía que la Iglesia es “el nombre que indica caminar juntos” (Cfr. Francisco, 2015). Explica que la Iglesia es la asamblea convocada para dar gracias y cantar alabanzas a Dios como un coro, una realidad armónica donde todo se mantiene unido, porque quienes la componen, mediante su relación recíproca y ordenada, coinciden en un mismo sentir. Por lo tanto, la sinodalidad es la identidad de la Iglesia.
Así pues, la sinodalidad tiene su fundamento en las Sagradas Escrituras. Nos remiten al origen mismo de la Creación y alcanza su punto más alto en Jesucristo.
El Antiguo Testamento nos narra cómo Dios creó al ser humano, varón y mujer, a su imagen y semejanza, y como un ser social llamado a colaborar con Él, caminando en el signo de la comunión, custodiando el universo y orientándolo hacia su meta el plan de Dios para la humanidad (Gn 1,26-28). Aunque el pecado quiso destruir el proyecto inicial de Dios, rompiendo la comunión del hombre y la mujer, el mismo Dios lo condujo nuevamente al sendero de la unidad, dándole la libertad para que viviera en unidad con los hermanos en la casa común (Gn 8,8-17; 15; 17; 2 Sm 7,11).
Para forjar la realización del plan divino, Dios convocó a Abraham y a su descendencia (Gn 12,1-3;17,1-5; 22,16-18). Esta convocación expresada como edah qahal (ekklesía), es la forma originara en la que se manifiesta la vocación sinodal del Pueblo de Dios y fue sellada con la alianza del Sinaí (Ex 24,6-8; 34,20ss). Ahora entonces Dios se presenta como caminante y acompaña a su Pueblo en el desierto (Dt 31,6) mostrando la unión con todo su pueblo.
Más adelante, el mensaje de los Profetas también inculca en el Pueblo de Dios la exigencia de caminar a lo largo de las travesías de la historia manteniéndose fieles a la alianza. Así, invitan a la conversión del corazón hacia Dios y a la justicia en las relaciones con el prójimo, especialmente con los más pobres, los oprimidos, los extranjeros, como testimonio tangible de la misericordia del Señor (cfr. Jr 37,21; 38,1). Pero Dios, conociendo la debilidad humana, promete un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 11,19), extendiendo su alianza sobre todo el universo.
Esta nueva alianza se realiza en Jesús de Nazaret, el Mesías que, con su Kerygma, su vida y su persona revela que Dios es comunión de amor, y con su gracia y misericordia quiere abrazar en la unidad a la humanidad entera. Jesús se presenta como el “camino” que conduce al Padre, comunicando al hombre en el Espíritu Santo (Jn 16,13), la verdad y la vida de la comunión con Dios y los hermanos. Unidad que se realiza plenamente en Cristo resucitado y se expresa en carne viva mediante la pluralidad de dones que el Espíritu otorga a sus hijos, con el fin de edificar el Cuerpo único de Cristo.
Ser sinodales, no es un solo una expresión bonita y motivadora, es una realidad urgente y exigente, pues implica renuncia a los propios intereses para consolidar propuestas que favorecen a todas las comunidades. Vivir la sinodalidad es caminar con la mirada puesta en la meta eterna, pero no pensando en sí mismo, sino acompañándose y sosteniéndose por igual, unos con otros.
Por: Diácono Juan Carlos Islas
Bibliografía:
- Sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia (2018). Comisión Teológica Internacional.
- Eloy Bueno. (2018). El Camino Sinodal, Sinodalidad, la Iglesia tiene nombre de Sínodo.
- Papa Francisco (Octubre, 2015). Discurso con ocasión de la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos.
Hola buenas tardes que importante que el papa Francisco allá realizado una propuesta en la que la humanidad comente como se ve la iglesia de afuera.
Mirando las necesidades, oportunidades y expectativas de nosotros los católicos y podamos comentar de lo que está mal de antes y hoy dentro de la iglesia.
Necesitamos que nos traten igual, nos den las mismas oportunidades, nos escuchen y sobre todo nos atiendan con humildad como lo hizo Jesús.
En toda institución se tiene los siguiente: respeto, organización, escucha, atención, misión, visión con una mirada puesta en una meta eterna, pero no pensando en sí mismo, sino acompañándose y sosteniéndose por igual, unos con otros.
Abriendo nuestro corazón hacia Jesús. Y servir al próximo hoy y siempre.