Siempre adelante

A lo largo de la existencia, el ser humano se ve probado de muchas maneras y de ellas, hemos conocido tantos resultados y experiencias obtenidas. A la vez, tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los periodos de su vida, pero siempre necesitado de una esperanza que trasciende a lo infinito.

El Papa Benedicto XVI, en la carta encíclica Spe Salvi, expresa que una reacción natural ante las circunstancias difíciles es querer eliminarlas permanentemente de nuestra vida,  y es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar el dolor, pero extirparlo del mundo por completo, no está en nuestras manos. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento, sino aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrarle un sentido mediante la unión con Cristo.

De hecho, la grandeza de la humanidad ha surgido por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren, es cruel e inhumana. Pero la persona no puede aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar en el sufrimiento un sentido, un camino de maduración y de esperanza. También la capacidad de aceptar el sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, cuando mi bienestar, es más importante que la verdad y la justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte.

Dios mismo nos enseñó la estrecha relación entre sufrimiento y amor. El sí al amor, es fuente de sufrimiento, porque el amor exige siempre nuevas renuncias de mi yo, en las cuales me dejo modelar y herir. Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de humanidad.

La esperanza nos da valor para ponernos de parte del bien aun cuando parece que ya no hay esperanza. La fe cristiana nos ha enseñado que verdad, justicia y amor no son simplemente ideales, sino realidades de enorme densidad. La esperanza en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba, sino siempre adelante, siempre hacia la plenitud.

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