“Sean imagen viva y transparente de Cristo”

Ordenaciones sacerdotales

 

 

En  vísperas de la solemnidad de Pentecostés, el sábado 7 de junio de 2014 la Diócesis de Tepic estuvo de fiesta en las instalaciones del Seminario Mayor, por la ordenación de cuatro nuevos sacerdotes dados por Dios a su Iglesia.

Monseñor Luis Artemio Flores Calzada, Obispo de Tepic, en compañía del Obispo Emérito Alfonso Humberto Robles Cota; de 67 sacerdotes, cuatro diáconos y 6 mil fieles, confirió el Sacramento del Orden en el grado de los Presbíteros a Nicolás Durán Armenta, Pedro Damián Guzmán, Felipe de Jesús Limón y Luis Ángel López Morales.

El Rector del Seminario, presbítero Roberto Cordero Robles, presentó los candidatos a Mons. Luis Artemio, quien dio su consentimiento en nombre de la Iglesia y anunció que fueron encontrados dignos de recibir el Sacramento del Orden Sacerdotal.

 

Configurados a Cristo

En su homilía el obispo exhortó y animó a los sacerdotes presentes y a los que serían ordenados diciendo: “Conviene que reflexionemos a la luz de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, sobre cuál va a ser la identidad y misión que van a recibir, misma que mis hermanos sacerdotes recibieron al decir ‘sí’ al Señor Jesús el día de su ordenación”.

Mons, Luis Artemio continuó explicando sobre la identidad del sacerdote, al afirmar que “por la imposición de las manos del obispo y la plegaria de ordenación, se les confiere el Espíritu Santo y quedan consagrados a Dios, configurados a Cristo, identificados con Cristo sacerdote, de tal manera que pueden actuar como representantes de Cristo cabeza; se convierten en una imagen viva y transparente de Cristo”.

De igual manera explicó la misión del sacerdote, insistiendo sobre la importancia de tan sublime vocación: “A ustedes, queridos hermanos: Nicolás, Pedro, Felipe y Luis Ángel, Dios los ha elegido para consagrarlos sacerdotes, para servir a su pueblo, esta es su vocación y debe ser siempre su gozo, servir a Dios y a los hombres. Van a ser el mismo Cristo, maestro, sacerdote y pastor. Como maestros van a anunciar y transmitir el Evangelio. Mediten la Palabra de Dios, procuren creer lo que leen, enseñar lo que creen y practicar lo que enseñan”.

“Siervo bueno y fiel entra en el gozo de tu Señor”

Y sobre la Eucaristía les dijo que son sacerdotes del Señor para santificar al pueblo de Dios por medio de los Sacramentos, ya que, de manera especial, celebrarán el tesoro más grande que tenemos en la Iglesia Católica para reunir y alimentar al pueblo de Dios.

Finalmente, los exhortó diciéndoles: “Sean santos porque administrarán las cosas santas, y van a actuar en nombre de Cristo, quien es el Santo de los santos. Van a ser constituidos pastores del Pueblo de Dios, siempre tengan presente el ejemplo del Buen Pastor, Dios los libre de la idolatría y de la mundanidad, del poder, del autoritarismo, del dinero, de los placeres. Recuerden que su esposa es la Iglesia, entreguen toda su vida por amarla, por cuidarla y serle fiel. Van a formar parte del Orden de los Presbíteros, vean en cada sacerdote a un hermano, un amigo. También les pido que conozcan, impulsen y pongan en práctica el Plan Pastoral. Sean fieles a Dios y a su Iglesia, y que al final de su vida el Señor les pueda decir, ‘Siervo bueno y fiel entra en el gozo de tu Señor’”.

Se revistieron con vestiduras sagradas

Tras el rito de consagración e imposición de manos, por parte de los obispos y de los sacerdotes concelebrantes, los padres que los acompañaron en el año de su diaconado, y algunos que fueron sus párrocos a lo largo de su formación, los revistieron con los ornamentos sagrados, como son estola y la casulla; posteriormente, con un abrazo fraterno, les dieron la bienvenida al presbiterio de la Diócesis de Tepic.

La estola es símbolo de los poderes sagrados que recibe el sacerdote, como pastor que lleva a sus ovejas sobre sus hombros, como maestro que enseña a sus discípulos, como guía que conduce a las almas hacia la Vida Eterna. Esta es la oración que reza el sacerdote al ponerse la estola: “Devuélveme, Señor, la túnica de la inmortalidad que perdí por el pecado de los primeros padres; y, aunque me acerco a tus sagrados misterios indignamente, haz que merezca, no obstante, el gozo eterno”.

Y la casulla simboliza la caridad que cubre todos los pecados y, por apoyarse sobre los hombros, representa el suave yugo del Señor. Esta es la oración que pronuncia el sacerdote al ponerse la casulla: “Señor, que dijiste ‘Mi yugo es suave y mi carga ligera’, haz que lo lleve de tal manera que alcance tu gracia. Amén”.

 

Convivencia fraterna con el pueblo de Dios

Después de la gran celebración, el Rector del Seminario agradeció la presencia de los asistentes, e invitó a seguir pidiendo a Dios por todos los sacerdotes y por los formandos a la vida sacerdotal. Enseguida, los cuatro neo-sacerdotes agradecieron a Dios por el don tan sublime que les dio; también agradecieron a su familia por haberlos acompañado durante toda su formación, y se comprometieron con el pueblo, con los sacerdotes y con la Iglesia a ser testigos de Cristo en el ejercicio de su ministerio.

Tras la bendición del señor obispo, hubo un convivio donde los asistentes disfrutaron de música y alimentos ofrecidos por los familiares de los festejados.

 

Sacerdote, hombre de Dios para el pueblo

En entrevista para La Senda, los nuevos sacerdotes afirmaron que “el haber recibido la ordenación sacerdotal es una gran bendición de parte de Dios y, a la vez, un gran compromiso  con la Iglesia. Este es también el día más importante de nuestra vida y el culmen de la llamada que hemos recibido. Nos llena de ilusión todo lo que viene, y el pueblo que Dios nos tenga destinado es en sí también un nuevo reto personal y espiritual que se abre ante nosotros y que queremos afrontar confiados en la misericordia de Dios”.

Algunos de los nuevos sacerdotes, durante la fiesta, ofrecieron el regalo de su ministerio en el Sacramento de la Penitencia, ya que algunos fieles se los pidieron y ellos aceptaron gozosos y conscientes de que son puentes entre Dios y los hombres, como dijo el Papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de Aparecida: “Si el sacerdote tiene a Dios como fundamento y centro de su vida experimentará la alegría y la fecundidad de su vocación. El sacerdote debe ser ante todo un ‘hombre de Dios’ que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, que comparte con los demás los mismos sentimientos de Cristo. Solo así el sacerdote será capaz de llevar a los hombres a Dios, encarnado en Jesucristo y de ser representante de su amor. Para cumplir su elevada tarea el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su preparación cultural e intelectual”.

 

 

Carlos García

 

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