Santuario de la Ascensión, Jerusalén

Hoy quiero contarte sobre el lugar donde celebramos la Ascensión del Señor. A diferencia de otros lugares no poseemos un gran santuario donde celebramos esta solemnidad, sino es apenas una pequeña capilla construida alrededor del 378 por la noble romana Poimenia en la cima meridional del Monte de los Olivos, lugar donde nos narra el libro de Hechos de los Apóstoles como la zona de donde el Señor Jesús ascendió glorioso a los cielos.

En el tiempo de las Cruzadas, la capillita fue construida y destruida muchas ocasiones, pero siempre se logró levantarla de sus ruinas, respetando una abertura en lo alto de la capilla, invitando al peregrino a fijar su mirada en lo alto, como si contemplaran al mismo Señor ascender a los cielos, así como lo vivieron los discípulos.

Fue durante el año 1187, cuando los musulmanes obtienen la victoria por medio de Saladino, y se mantuvo la capilla hasta la actualidad. Los frailes franciscanos van a celebrar la solemnidad exactamente 40 días después de la Pascua, siendo éste el único día que se puede celebrar la Eucaristía, ya que la capillita no es propiedad de la Iglesia sino del Estado de Israel. Durante las primeras vísperas y el transcurso de la madrugada es usual ver numerosos peregrinos que se dirigen al lugar para estar en el silencio y revivir este momento tan glorioso de nuestra fe.

Un dato curioso de la capilla es que al interior se puede ver un pequeño recuadro de piedra rodeado de muchas velas, con las huellas de unos pies al centro, las cuales buscan hacer una memoria del último lugar que el Señor pisó antes de ascender. Surge esto de los escritos de Paolino de Nola alrededor del año 403, cuando se percata, al entrar a la capilla, que en esa zona es el único lugar donde había una mancha verde. Esto lo inspira como el lugar de la memoria de los pies del Señor, y que nos recuerda que en la casa del Padre nos ha preparado muchas habitaciones, pero antes de eso estamos llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra; así que tenemos nuestro corazón mirando al cielo, anhelando contemplar su rostro, pero con los pies en la tierra, llevando el mensaje de su amor infinito.

Escrito por:

Fray Jesús Silván OFM
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