La santidad es para el que se esfuerza
Estimados catequistas, pedimos a Dios que, al inicio de este ciclo escolar catequístico 2014–2015, fortalezca su vocación, renueve el amor y el gozo en el ejercicio de su ministerio.
Santidad para todos
En el artículo de este mes de octubre queremos compartirles algunos puntos clave sobre lo que reflexionamos en la segunda Semana de Espiritualidad Catequística, llevada a cabo del 8 al 12 de septiembre en la Zona Tepic, y en la que ocuparon nuestra atención los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, hombres modernos y santos de nuestro tiempo. Ellos, en su camino como pastores de la Iglesia de Cristo, nos han dejado girones del secreto de su corazón y nos enseñaron con su vida que la santidad es para todos; nos abrieron caminos para que trabajemos en esta tarea, ayudándonos a descubrir que la santidad se va fraguando a lo largo de la vida.
La santidad de estos dos pontífices se caracterizó por su amor y amistad con Cristo, por su fe profunda, afianzada en la oración, la Palabra de Dios, su caridad, su humildad, su mansedumbre y su fervor mariano.
Con su vida nos hablan de un servicio generoso, constante y alegre, impregnado siempre por la huella del amor. Nos enseñan que hacer la voluntad de Dios en cada instante, sonreír y hacer felices a los demás, son caminos seguros que nos llevarán a ser santos y a reconocer al que es verdaderamente santo, pues la santidad se mide por el amor. “El amor es santidad y santidad es amor”.
Dos papas que dieron testimonio de Cristo
El Papa Francisco, en la homilía de la Eucaristía de la canonización de San Juan XXIII y San Juan Pablo II, afirma: “Fueron dos hombres valerosos, llenos del Espíritu Santo. Tuvieron el coraje de tocar con sus manos las llagas y el costado de Cristo, no se han escandalizado de la cruz. Dieron testimonio a la Iglesia y al mundo de la bondad de Dios, de su misericordia. Ellos conocieron las tragedias, pero no se abrumaron ante ellas, porque su fuerza era Dios”.
En estos dos hombres contemplativos había una esperanza viva, junto a un gozo inefable y radiante (1Pe 1, 3-8). Es la esperanza y el gozo pascual que Cristo resucitado da a sus discípulos y que nada ni nadie les puede arrebatar.
Ambos papas fueron purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Esta es la esperanza y el gozo que los dos santos papas recibieron como un don del Señor resucitado y que a su vez dieron abundantemente al pueblo de Dios, recibiendo del Señor un reconocimiento eterno.
Santidad: solo para el esforzado
Queridos catequistas, la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino un deber de todos: no se improvisa, ni se consigue de un día para otro, es un camino de subida hacia la altura y supone esfuerzo y trabajo personales. Es solo para esforzados que tienen fuerza de voluntad y saben perseverar sin volver hacia atrás.
Es importante no desanimarnos nunca en este camino que a veces está lleno de piedras y espinas. No somos fotocopia de otros santos, sino una flor única en el jardín de Dios, por ello vale la pena invertir tiempo para ir logrando la santidad personal.
“Somos peregrinos, sabemos a dónde vamos, cuál es nuestro destino, queremos vivir y crecer en santidad”. Los nuevos santos nos hacen sentir animados a caminar hacia la meta, creciendo en el amor, la responsabilidad que tenemos en la catequesis, en el hogar, en el trabajo, en la familia, según el estado de vida de cada uno.
María Adela Suárez de Luna
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Comentarios a la autora: (ade.suarez@hotmail.com)