La paternidad de José va más allá de la de todos los padres terrenales, aún sin ser su filiación carnal, ya que en él se refleja la paternidad de Dios mismo constituyéndolo en cabeza de la familia con un corazón a la medida del hijo de Dios y de su madre María. Así pues, Dios dio a María a José por esposo no sólo para su apoyo en la vida sino para hacerlo participar del sagrado vínculo del matrimonio. la familia santa de Nazaret trabaja, cumpliendo el mandato del creador: “comerás del fruto de tu trabajo”; allí la fecundidad es mirada y valorada como bendición del señor: “tu mujer como parra fecunda; tus hijos como brotes de olivo, alrededor de tu mesa. donde Dios derrama su bendición: “que el Señor te bendiga y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida” (sal 127).
Cuando ya no era tan necesario, por ser Jesús adulto y capaz de proteger a su madre, José, se sintió cansado con un cansancio que hasta entonces no conocía, agotada su vida en el taller, sintió frío y Jesús y María, alarmados y llenos de pena, corrieron a su lado y asistido por ellos cuidadosamente y con inmenso cariño, murió en la paz de Dios. Jesús, que lloró con tanta emoción ante el sepulcro de Lázaro, ¿cómo lloraría al morir su padre, a quien tanto amaba? Y las lágrimas de su esposa María, se unieron a las de su Hijo, porque se les iba el esposo y el padre, compañero de la peregrinación. Por eso, por el consuelo que tuvo al morir en brazos de su hijo y de su esposa, es el patrono de los agonizantes. “Jesús, José y María, asistidnos en nuestra última agonía”. Vio la siembra y supo que se acercaba la cosecha, que no pudo ver.
Eficacia de la intercesión de José
Santa Teresa experimentó la eficacia de la intercesión de san José y “se hizo promotora de su devoción en la cristiandad occidental” y, principalmente, quiere que lo tomemos como maestro de oración. José, padre de Jesús, que entregó al Redentor su juventud, su castidad limpia, su santidad, su silencio y su acción, puede hacer suyo el Sal 88: “El me invocará: tú eres mi padre, mi Dios, mi roca salvadora”.
El santo del silencio
José es el santo del silencio. Hay un silencio de apocamiento, de complejo, de timidez. Hay también un silencio despectivo, de orgullo resentido. El silencio de José es el silencio respetuoso y asombrado, que escucha a los demás, que mide prudentemente sus palabras. Es el silencio necesario para encauzar la vida hacia dentro, para meditar y conocer la voluntad de Dios. José es el santo que trabaja y ora. Trabajar bajo la mirada de Dios no estorba la tarea, sino que ayuda a hacerla con mayor perfección. Mientras manejaba la garlopa y la sierra, su corazón estaba unido a Dios, que tan cerca tenía en su mismo taller. Una mujer santa decía a sus compañeras de fábrica: “Las manos en el trabajo, y el corazón en Dios”. El humilde carpintero de Nazaret fue proclamado por Pío IX Patrono de la iglesia universal, y Custodio del Redentor por Juan Pablo II. Es muy coherente que la cabeza de la sagrada familia sea el protector y el custodio de la Iglesia, la gran familia de Dios extendida por toda la tierra.
Jesús Martí Ballester