Normalmente nos han enseñado que el enojo es malo: si te enojas te ves mal, o incluso ya no te van a querer. Estos mensajes los recibimos por lo común en nuestra primera infancia, alrededor de los tres años, cuando aparecen los berrinches. Estos no son otra cosa que manifestaciones de la frustración que genera el no poder obtener lo que se desea en ese momento; por esa razón aparecen cuando al niño sus padres, por ejemplo, le niegan algo.
¿Es malo?
Las emociones que el niño presenta en este tipo de conductas son enojo y frustración, aunque también tristeza; por esa razón, es importante indagar de verdad qué hay detrás de dicho comportamiento de protesta.
El enojo no es una emoción mala o negativa como muchos creemos; incluso, podemos obtener beneficio de ella si sabemos utilizarla para bien. Para ello se necesita conocerse a sí mismo, cómo funcionamos cuando estamos enojados, cómo pensamos, cómo está nuestro cuerpo al momento de enojarnos y qué hacemos en ese estado. Es una tarea difícil, puesto que requiere de paciencia y amor para con uno mismo: aprender a detenerte cuando estás enojado, y así no herir a la persona que tienes enfrente o no hacer algo de lo cual te puedas arrepentir después.
¿Manejar el enojo?
Es dirigirlo hacia alguna actividad que te permita desfogar esa energía para después pensar sobre la situación que te ha causado molestia. Esa es la parte práctica; sin embargo, somos seres también racionales y una vez que la emoción ha bajado de intensidad, entonces poder razonar sobre los motivos del enojo y encontrar una solución.
El enojo mal dirigido o incluso cuando la persona suele encubrirlo y no expresarlo de ninguna forma, es dañino, y lo primero que afecta es la salud física. Las personas que no hablan de sus emociones se enferman de colitis o gastritis. Repito, eso no significa que cuando te enojes puedes hacer daño a los demás de forma física o verbal; o una vez que disminuye la intensidad del enojo expresar lo que causó tu furia. Sugiero, más bien, que comiences hablando en primera persona y especificando lo que te molestó de la otra persona, por ejemplo, cuando tú… (hiciste o dijiste esto) yo me sentí (enojado, furioso o molesto), porque (especifica tus motivos) eso me hace pensar… (puedes aclarar lo que tu interpretas de su comportamiento); te propongo que, o bien, me gustaría que (especifica lo que quieres que haga o deje de hacer la otra persona).
Con este ejercicio podrás expresar de forma sencilla y clara lo que te molesta sin dañar a la otra persona y, sobre todo, sin hacer un mal uso del enojo.
¿Y si vivo con una persona iracunda?
Cuando convivimos con alguien que no sabe manejar su enojo, que explota con facilidad, que grita, que ante cualquier cosa se pone irritable, es tremendamente desgastante; si esa ira es dirigida hacia ti de manera deliberada, déjame decirte que estás en una situación de violencia, y lo mejor que puedes hacer es alejarte. Sin embargo, no siempre es posible hacer eso, bien porque se trata de un familiar con el cual tienes que vivir, o quizás porque esté pasando por un momento difícil. Tienes el derecho, sin embargo, de decirle a dicha persona que esa actitud te molesta, y que no hablarás con él o ella hasta que se calme y deje de gritar o insultar.
Puedes decir algo como, “Me estás gritando, y eso no me gusta, me voy a retirar hasta que te calmes y hablamos”; con estas palabras estás expresando lo que ves en su comportamiento y cómo te hace sentir eso. Si aun así, vivir con esta persona te provoca daño, te sugiero que busques ayuda para ti, y encuentres una solución.
Recuerda, no es malo el enojo, hay situaciones que son injustas y es normal experimentarlo, lo dañino es no saber manejar ese enojo y lastimar a otros.
Belén Solís Guerrero
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