La iniciativa presidencial
El presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, envío para su revisión y aprobación, al Congreso de la Unión, una iniciativa energética, con el argumento de que es sumamente necesaria para el progreso de la nación. Se trata, como ha podido verse, de un proyecto que tiene su lado polémico, y al que se han sumado muchos, tanto promotores como detractores, dejando ver sus ventajas y enumerando sus desventajas.
Y es que muchos, calificados por un analista político como los “agoreros del miedo”, han proclamado que, en el fondo, el asunto es la privatización de las paraestatales involucradas en la reforma –PEMEX y CFE–, en tanto que otros hablan de que el meollo de la cuestión es que sólo se le quiere inyectar inversión a estas dos grandes empresas mexicanas. ¿Quiénes tienen la razón? Y sea cual sea ésta, ¿qué ganancia traerá a los mexicanos la aprobación de tan cacareada reforma?, ¿o lo hará, como hacen los cangrejos, dar pasos hacia atrás?
El lado político
Como en toda discusión que tiene lugar entre senadores y diputados –que son, hay que recordárselos a cada momento, representantes del pueblo y defensores de sus intereses–, la reforma energética ha tomado un matiz político y avanzado o retrocedido portando la bandera de alguna agrupación partidista.
Por un lado, Acción Nacional –el partido del presidente en turno– se ha pronunciado, en voz de sus principales actores, por la aprobación y puesta en marcha de la reforma lo más pronto posible, pero los otros partidos lo han hecho trastabillar; en tanto que el PRI, que a la mitad del sexenio de Ernesto Zedillo impulsó una iniciativa para privatizar a la CFE pero se topó con la negativa del PAN, ahora ha esgrimido una serie de objeciones a la iniciativa; y el PRD –por hablar tan sólo de las tres principales fuerzas políticas del país– ha recurrido a la movilización a lo largo del país y toma de tribunas en la capital de la República, donde se llevó a cabo una consulta popular, convocada por Marcelo Ebrard –quien defiende a ultranza la autosuficiencia petrolera, es decir, la no intervención de otras empresas ni la inyección de capital extranjero–, el 27 de julio, para saber la opinión de los ciudadanos respecto a la reforma.
La reforma, ¿la palanca para el desarrollo?
Según la CONCAMIN (Conferación de Cámaras Industriales), la reforma energética, entre otras bondades, habrá de dotar de tecnología a la industria petrolera y eléctrica, pero, caso paradójico –porque México es uno de los países más ricos de todo el orbe en yacimientos petrolíferos¬–, no está asegurada aún la producción de combustibles fósiles ni eléctricos para los próximos años. Es entonces, ¿la reforma energética piedra angular para el desarrollo de nuestra nación? ¿Es la panacea que, ahora sí, colocará el nombre de México entre aquellos países que figuran en la tan anhelada lista de “primer mundo”? Y la soberanía: ¿qué tanto se pondría en riesgo ese estado que desde que se promulgara la expropiación petrolera en la década de los años treinta del siglo pasado, conserva nuestro país, no obstante los intentos y ataques por violentarla en décadas pasadas?
El desarrollo no está asegurado, pero sí se le dará cauce cuando el esquema de explotación de los recursos y la conservación de las paraestatales –nos referimos a PEMEX y a la CFE– sean atinados y miren por la correcta administración de los activos y regulada liquidación de los pasivos. Desde hace tiempo, por dar un ejemplo entre muchos, México importa gasolina de Estados Unidos para satisfacer las necesidades de los mexicanos. ¿Por qué se compra –para después vender en un alto precio– algo que aquí se puede producir? La respuesta es sencilla: México exporta la mayor parte del petróleo que explota: da barato para adquirir caro. ¿A quién se le habrá ocurrido tan desigual operación?
México, un país pobre
Nuestro país está sumido en un nulo desarrollo no sólo económico, sino tecnológico y social. Los índices de pobreza nos indican que un poco más de la población en general no puede ni siquiera cubrir sus necesidades básicas de subsistencia, y que casi la mitad de los mexicanos vive en regiones atrasadas.
Ante este desolador panorama, como ejercicio meramente, se podría enmarcar la aprobación o desaprobación de la reforma energética: si en el fondo pugna por incentivar el crecimiento de todos los sectores –con la generación de empleos, inversiones en distintos rubros, correcta explotación de los hidrocarburos y su comercialización a un precio justo–, habría que trabajar entonces en el diálogo para ver concretados los consensos necesarios; mas, por otro lado, si se abre a intereses extranjeros o se le inyecta capital para su más óptima producción y al final, lo generado es amasado por unos cuantos –como a menudo sucede–, la responsabilidad de quienes ahora la analizan y discuten, es todavía mucho mayor.
Pero más allá de todo ello, la pobreza de México no será superada sólo por un manojo de decisiones en las altas cúpulas políticas o mediante la firma de tratados comerciales con otras naciones, sino con el trabajo y profesionalización de todos los que vivimos en este país, comprometidos con los más altos ideales de desarrollo y crecimiento.
Alza del petróleo = aumento de precios
En los noticieros y periódicos de circulación nacional continuamente se lee que se avecina un alza de precios porque ha habido un incremento en el precio del barril de petróleo. Después, se anuncia una subida en el precio del litro de gasolina y, ya se sabe, “si la gasolina sube, todo sube”.
Si se comparan los aumentos de precios de los insumos de la canasta básica con el incremento al salario en los últimos años, el balance, a todas luces, sería negativo. En otras palabras, las familias mexicanas, en su mayoría, gastan más de lo que perciben, y no precisamente por mala planeación económica; se trata de una situación que se está volviendo insostenible: el esquema de producción de divisas no está resolviendo los rezagos económicos que mantienen cautivos a los mexicanos.
Lo que pueden hacer los católicos
En tanto se decide “el futuro” de nuestra nación en el Senado de la República y en la Cámara de Diputados, el ciudadano común, el católico comprometido con su fe, debe seguir trabajando desde su trinchera, con la convicción de que desde ahí, por minúsculo que pueda parecer esfuerzo, estará contribuyendo al engrandecimiento y desarrollo del país: el chofer, el maestro, el contador, el bolero, el panadero, el carnicero, el agente viajero, el trailero, el deportista, el banquero, el taxista, el empleado de tiendas comerciales, el burócrata, el policía, el médico, etcétera, debe estar consciente de que si lleva a cabo con conciencia su tarea, le estará sumando al avance social y económico.
Confiar en Dios y en la pertinencia de sus designios no nos exime de dejar todo el paquete a Él, sino que hay poner manos a la obra para dar un acabado perfecto a esa acción divina emprendida desde el amor providente y generoso.
Situación de PEMEX
En los últimos años PEMEX fue borrada de la lista de las diez empresas petroleras más grandes del mundo, debido a su menor producción, pero también por acumular menores activos, a las mayores pérdidas después de impuestos y a sus crecientes pasivos.
PEMEX destaca por estar prácticamente en lo que se llama “quiebra técnica”, ya que sus pasivos son similares a sus activos, incluso en años pasados los primeros superaron a los segundos.
Si comparamos a PEMEX con otras compañías petroleras, el resultado es muy deprimente: Petrobras, la paraestatal brasileña, registró una tasa de restitución de reservas, en 2007, de 130 por ciento; mientras que el objetivo de PEMEX es llegar a apenas 77 por ciento, pero en 2010, y si los proyectos de explotación y desarrollo se llevan a cabo.
El asunto se agudiza si consideramos que el gobierno mexicano tiene “adicción al petróleo”, es decir, lo necesita para mantener a flote las finanzas públicas, es prácticamente su “caja chica”.
Fuentes: www.cnnexpansión.com y www.excélsior.com (Benito Nacif).
En el mundo las reservas petroleras se agotan. El caso mexicano no es la excepción.
Fuente: PEMEX
Juan Fernando Covarrubias Pérez