¿Qué tan tolerante somos en la familia y en la sociedad?

Podríamos definir la tolerancia como la aceptación de la diversidad de opinión, social, étnica, cultural y religiosa, ya que es la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de entender y posicionarse en la vida, siempre que no atenten contra los derechos fundamentales de la persona. Si es entendida la tolerancia como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como una actitud de aceptación del legítimo pluralismo, es a todas luces una virtud de enorme importancia; ya que esta se considera generalmente como una virtud, pues tiende a evitar los conflictos.

 

Un valor que vivimos poco

Este valor está hoy en decadencia en nuestra sociedad, en la familia y en la sociedad; incluso la libertad de expresión. En cuántas ocasiones hemos visto cómo se suscitan acontecimientos violentos o de injusticia, países que comienzan una guerra o grupos que dan un golpe de estado, cómo siguen naciendo a diario nuevas “religiones”; todo esto se da por la falta de entendimiento entre diferentes culturas, a la dificultad de poder convivir entre personas, a la imposición de ideas y la falta de diálogo entre las sociedades.

Un error muy difundido en nuestro mundo moderno (causado por la falta de fe y de formación) es afirmar que no existen verdades objetivas. El escéptico, quien no cree en nada, quien no se compromete con ningún valor o principio no es tolerante, porque al no creer en una verdad objetiva no tiene nada que defender o soportar, ya que su falta de compromiso ante los valores y principios lo presenta como una persona tolerante, pero en el fondo no lo es; decía San Agustín: “No es tolerante quien lo permite todo, sino quien defendiendo una postura verdadera, respeta a otra que mantiene una opinión diferente o equivocada. La persona tolerante cree en la verdad objetiva y en los valores que ella sostiene”.

“El respeto al derecho ajeno es la paz”

Sobran oportunidades a diario para ejercitar la tolerancia, ya que el campo donde nos mostramos tolerantes o intolerantes se marca más cotidianamente en las relaciones humanas diarias, tal es el caso de las familias donde, por ejemplo, un integrante es aficionado al futbol, que todo el tiempo está hablando de eso o viendo canales deportivos, y los restantes miembros de la familia deben tolerar sus gustos, tratar de llevar la relación a buen puerto. Recordemos que “el respeto al derecho ajeno es la paz”, traigamos pues paz a nuestros hogares, a nuestra sociedad, tolerémonos aún más cada uno de nosotros, aceptando y respetando nuestros gustos y opiniones.

En general llegamos a esta falta de límites porque no creemos realmente que existan verdades objetivas y absolutas en las cuales creer ni valores para defender. Se prefiere no tener problemas y llevarse bien con todo el mundo, que definirse en algún ámbito. El “ser jóvenes”, el “estar actualizados” o “el ser abiertos”, el “no tener problemas”, el “llevarse bien con todo el mundo”, el “no buscarse enemigos” no son valores para defender, sino más bien la señal de que, en gran parte, moralmente ya hemos claudicado.

 

Cuatro aspectos de la tolerancia

  1. La búsqueda de la verdad, siendo conscientes de las limitaciones de cada persona, lo que presupone un estado de flexibilidad y apertura hacia los demás.
  2. El respeto y aceptación de las diferencias.
  3. El enriquecimiento de las personas con estas diferencias.
  4. El reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos.

 

Alondra Marisol Arreola González

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Comentarios a la autora: (s.p.mary@hotmail.com)

 

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