Presencia de Amigo | Padre Ricardo García Lepe Ayón

Para el Padre, Maestro y Amigo Don Ricardo García Lepe Ayón, que desde la noche del sábado 20 de octubre es ya nuestro intercesor ante el Padre Celestial.

Madrugaste para todo

desde el principio hasta el fin,

ganaste todas la luchas

excepto la de morir,

luchas que todos perdemos

porque lo dispuso así

la Providencia infinita

que nos pone un “hasta aquí”.

Madrugaste para todo,

fue tu vida un largo estreno:

estrenaste “La Cristiada”,

luego aquellos tiempos nuevos

de expropiación petrolera,

confiscación de colegios,

clausura de seminarios

y partida al Extranjero

para fundar Montezuma,

caricia del Padre eterno.

Y regresado a la Patria,

qué prudencia, qué destellos

de aquellos sabios obispos,

bien acabados modelos,

que en cuanto a gracia de estado

la tenían en rico acervo,

por ello en ti delegaron

su confianza y santo celo.

Seminario y Catedral

con medalla de primero,

Vicariato general,

magisterio en los colegios,

la Parroquia de Talpita

con sus marianos renuevos;

Dominical Academia,

Acción Católica, un hecho,

y el Tribunal Diocesano

con sus arduos vericuetos,

gastaron tus energías

a las que no ponías precio.

Supiste ser superior

tan amigo y compañero,

que te vimos como padre,

andando el mismo sendero

que la vida nos marcara

en un sacerdocio eterno.

Sólo doce años tenías

cuando ya eras mi prefecto

todo gravitaba en ti,

también eras el maestro

seguro en Humanidades,

forjador del pensamiento;

después eras el rector

tan providente y atento

que al Equipo Formador

nos dabas lugar y tiempo.

Quiero presumir a todos,

a laicos y al Presbiterio,

que fui uno de tus amigos

–¡y que aún lo sigo siendo!”–

y les confío que Ricardo

sí sabía guardar secretos,

su lealtad a toda prueba

se sepultaba en su pecho,

el gramático sepulcro

de un amigo verdadero.

Mil gracias Padre Ricardo

por ser humano y derecho,

porque serviste a la Iglesia,

por tu entrega al Presbiterio,

porque supiste observar,

cual profeta fiel y atento,

los rumbos posconciliares

y los signos de los tiempos,

por eso y por mucho más

que escrito está allá en el cielo,

goza el abrazo del Padre,

y de su Hijo, el beso eterno!

 

 

Mons. Salvador Santiago Iglesias

Tepic de Nervo, Nay., 22 de octubre de 2018

 

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