En 2014 la revista Fortune nombró al Papa Francisco como el número 1 en su lista de los 50 mejores líderes. ¿Qué sugiere la inesperada forma de liderazgo del Pontífice a los otros que están en la lista y a aquellos que aspiran a entrar en ella?
Cinco características explican su arribo, nunca antes visto, a la escena mundial:
- Francisco dirige con el ejemplo. En el reciente Sínodo, la pregunta era “¿Puede la Iglesia cambiar las notas básicas de su enseñanza acerca de la familia?” Solo tres semanas antes de que los obispos se reunieran en Roma, Francisco les envió un poderoso mensaje al presidir, en la basílica de San Pedro, la ceremonia comunitaria de matrimonio de 20 parejas romanas cuidadosamente seleccionadas. Un comunicado del Vaticano identificó a los contrayentes como “parejas como muchas otras. Algunas ya viven juntas, algunas ya tienen hijos.” Que el Papa solemnizara los votos de personas que alguna vez habrían sido despreciadas por “vivir en pecado” fue una ruptura con el rígido tradicionalismo y un modelo de lo que esperaba de los obispos en su próximo encuentro.
- Francisco dirige provocando. Por años, la Unión Europea había volteado la Mirada mientras miles de desesperados inmigrantes africanos, muchos de ellos huyendo de las guerras en Libia y Túnez, arriesgaban su vida cruzando el Mediterráneo en botes improvisados, con rumbo a la isla de Lampedusa, en el extremo sur de Italia. Cientos se estaban ahogando en el intento. En 2013, el Papa Francisco realizó a Lampedusa su primer viaje fuera de Roma. Con sentido teatral, utilizó un barco pesquero volcado como altar para dar la misa y oró con miles de migrantes en un campo de futbol. Como él lo esperaba, la prensa transmitió cada momento de su visita y repentinamente Europa fue forzada a ver lo que estaba sucediendo en su umbral. Los migrantes que se estaban ahogando ya no eran invisibles. En apenas unos meses, la Unión Europea estableció un nuevo sistema de monitoreo marítimo, aceptando la responsabilidad de rescatar a aquellos que estén en peligro en el mar.
- Francisco dirige con compañerismo. La Iglesia Católica es la última sociedad absolutista en occidente y el Papa podría implementar los cambios que quiera simplemente dando órdenes. Sin embargo, resulta claro que uno de sus propósitos principales es transformar el modo en que se ejerce la autoridad en una Iglesia excesivamente centralizada. Ejercitar su poder de forma vertical sería contraproducente, porque es la propia sociedad autoritaria la que está a discusión. La estructura principal del Catolicismo Romano es la Curia Vaticana, una anquilosada burocracia desgarrada por feudos y centros de poder en competencia. En lugar de confrontar a la Curia como un potentado solitario, Francisco la esquivó, creando una nueva estructura sin precedentes, el llamado “Concilio de los Ocho.” Consiste de ocho Cardenales, uno de cada continente y solo uno que es miembro de la Curia. Los comisionó para que consulten ampliamente en sus propias regiones, de modo que su consejo sobre un rango de temas refleje el sentimiento de la experiencia en la base del pueblo Católico.
- Francisco dirige, cuando es necesario, con órdenes ejecutivas. Uno de los primeros actos unilaterales del Papa fue eliminar los bonos –contados en millones de Euros- que tradicionalmente se les otorgan a las personas del círculo interno del Vaticano cuando se elige un nuevo Papa. El cedió el dinero. Su abrupta decisión de alterar radicalmente el estilo de vida papal – evitando el palacio apostólico, la limusina, el dorado aislamiento- equivalieron, en la estructura jerárquica de la Iglesia, a una orden directa para que los Cardenales y obispos de todo el mundo cambien la forma en que viven.
- Francisco dirige reconociendo errores. Su declaración más famosa vino en respuesta a una pregunta sobre los sacerdotes homosexuales. “¿Quién soy yo para juzgar?” preguntó. El poder de la pregunta, por supuesto, estaba en inversión del ejercicio normal de la autoridad papal, con toda la aterradora potencia de una oficina de la que por mucho tiempo se ha dicho que es infalible en materia de fe y moral. Por el contrario, Francisco acompaña su rechazo del moralismo triunfalista con el franco reconocimiento de sus propios “cientos de errores, errores y pecados.”
Fuente: James Carroll | DIRIGE HOY
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