Los adolescentes y jóvenes podremos tener muchas actitudes y cambiar millones de veces de humor durante estas etapas, pero siempre coincidiremos en algo: necesitamos desahogarnos y tratar nuestros problemas con alguien. Y es que no importa lo que hagamos, sea bueno o malo, siempre tenemos que contárselo a alguien, normalmente a nuestro mejor amigo o amiga, según sea el caso. Sin embargo, después nos encontramos con que dichos secretos fueron revelados por quienes considerábamos nuestros “amigos” (cosa que pasa seguido) y nos vemos envueltos en un problemón. No me voy a meter en rodeos y no te diré a qué personas no les debes de confiar tus secretos, pero te diré una que siempre te escuchará y jamás te fallará: Jesús.
La oración es platicar con Jesús
Estoy seguro de que tú ya conoces a Jesús y que más de una vez has hablado con Él, las más de las veces para pedirle alguna cosa, pero eso es una plática. Hablar con Jesús (orar) es de las cosas más reconfortantes que puede haber en este mundo. Si se hace bien, una oración puede ser el mejor remedio para cualquiera de tus males. Ahora bien, si volvemos a la analogía de la plática con tus amigos, ¿te escuchan de la misma manera cuando les acabas de hacer algo que los hirió y no les has pedido perdón? Estoy plenamente seguro de que la respuesta es no. Y también estoy convencido de que conoces la respuesta del por qué pasa eso, y se debe a que heriste su confianza. Algo muy similar pasa con la oración.
Cuando tenemos algún problema con alguien, lo normal es buscar a la persona y hablar con ella para aclarar la situación y solucionar el conflicto. En la oración con Dios sucede exactamente lo mismo, y la manera para reconciliarnos con Él se da por medio de la Confesión.
Confesión, acto reconciliatorio
La Confesión es el acto por el cual nos arrepentimos de los pecados que cometemos, se los contamos a un párroco, quien a su vez nos otorgará la absolución, que puede llevar penitencia o no. Por medio de la Confesión nos entregamos a Dios y le pedimos perdón por haber desobedecido sus mandamientos, es un acto puro de reconciliación.
Como adolescentes y jóvenes nuestros pensamientos tienden a ser a corto plazo, es por eso que tendemos a cometer muchos errores, principalmente aquellos que nos dañan a futuro. En el acto sobrepasamos la barrera de la libertad para llegar al libertinaje, que es lo que nos causa problemas. Es ahí cuando entra lo primordial de la Confesión: el arrepentimiento.
Cuando nos confesamos –si queremos una confesión sana y que nos sirva para mejorar–, tenemos que estar plenamente arrepentidos de los pecados que cometimos; estar firmes a no volverlos a cometer para mejorar como personas. De los errores se aprende, dicen por ahí, y tienen razón, con base en nuestros tropiezos tenemos que aprender a levantarnos, tomando lo mejor de nosotros y dejando lo malo. Cuando pedimos perdón de verdad (no el que hacemos sin chiste y por compromiso) no hablamos para nada, es nuestro corazón el que se libera de esa carga. Al confesarnos no es necesario pensar y repensar tanto lo que decimos, mientras sea nuestro corazón el que hable, y lo digamos de verdad; Dios sabrá que estás verdaderamente arrepentido de lo que hiciste, pensaste o dijiste.
¿Qué beneficios tiene la Confesión?
Uno de ellos es que sentirás una paz interior increíble, que de verdad Dios te quitó un gran peso de encima y te ayudó a cargar esa pesada cruz. En cuanto te acabas de confesar sientes por dentro una felicidad enorme, y quieres cambiar el mundo. Lo he vivido en carne propia. Podría hablar bastante tiempo de los beneficios de la Confesión, pero el primordial es el poder comer y beber del pan de vida, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. No hay nada mejor en el mundo que estar en gracia de Dios, y recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Jorge Arturo Arellano del Aguila
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