El 31 de diciembre despedimos un año más, que pasó a la cuenta del ayer… y recibimos otro, que llega con suave risa y llanto de niño pequeño, y que también pronto envejecerá. Y así, de trecho en trecho, recorremos el camino de esta vida.
Desde aquel famoso “…y, sin embargo, se mueve”, atribuido al sabio científico Galileo Galilei, allá por el siglo XVII, los filósofos definieron el tiempo como el número de movimientos de un punto de partida a un punto de llegada, o de un anterior a un posterior. Desde el rítmico latido de un corazón marcando los segundos, hasta los inmensos movimientos siderales que nos marcan, años, siglos y milenios.
Pero no discutamos cómo definir el tiempo; más bien, para qué nos sirve, qué hacemos con él y, sobre todo, a dónde nos lleva.
Inventiva popular
“El tiempo es buen amigo y sabe desengañar”. Frase popular llena de sabiduría con la que queremos decir que lo que hoy es o aparenta ser, sean personas, instituciones, gobiernos, imperios e ideologías, el tiempo se ha de encargar de pasarlo por su crisol y darle su verdadero lugar. O “el tiempo es la moneda con la que compramos la eternidad”; otra joya de la sabiduría popular religiosa. Aunque para muchos, “todo se paga en este mundo”, haciendo alusión a otro dicho, “el que mal hace, bien no espere”, y a otros tantos: “en este mundo todo se revierte”, “todo se paga aquí”.
Sin negar la verdad de estas sentencias, con una visión de trascendencia y providencia que compartimos con las grandes religiones, aún aquellas que sostienen en su doctrina el dogma de la reencarnación, del Dueño del tiempo y de la eternidad –el Alfa y el Omega–, estamos ciertos de que nos guía por el tiempo y, a la vez, nos espera al final del camino.
Balance negativo
Ya en concreto, pensando en nuestra patria, este año 2007 fue muy trágico para miles de hermanos nuestros: los fenómenos naturales combinados con las negligencias humanas han dejado desolación, pobreza e injusticias; además de otros que siguen provocando conflictos, fuertes convulsiones sociales, desencuentros y traiciones.
Las instituciones en general (para no entrar en detalles que provocan polémicas y que sólo debilitan la unidad y la concordia) han dado con su actuar, como resultado inmediato, un desencanto generalizado, la pérdida casi total de la fe en el sentido de la confianza y la credibilidad.
Riqueza y pobreza: vergüenzas nacionales
En un desconcertante teorema: a más progreso y más riqueza resultan pocos ricos y la inmensa mayoría lastimosamente pobre; todo provocado por doctrinas, sistemas económicos y gobiernos neoliberales, una mezcla venenosa de liberalismo francés con materialismo estadounidense, muy dañosa sobre todo para los países de América Latina. Y en lenguaje común, las causas de todo esto son la avaricia y el egoísmo, o simplemente la insensibilidad de los poderosos ante el sufrimiento humano.
Las ideologías, antes fuertes hasta el sacrificio, hoy parecen más bien veletas que cambian de dirección y de intensidad según el viento que las impulse. Ni las izquierdas ni las derechas son auténticas, e incluso la misma religión sufre también los movimientos pendulares, sin encontrar siempre el balance perfecto de la doctrina del Evangelio.
Todo, al Señor
Pero en visión de fe, entendida ésta como fortaleza, como motor del diario caminar, no en el sentido de resignación cómplice del cansancio y de la indolencia, no obstante la coyuntura del cambio del año que iniciamos, pudiéramos hacer un simple propósito: Después de ver la realidad, elaborar un ligero balance, sin importar el resultado. Dejar todo a la historia y a la misericordia y justicia del Señor. Y viendo hacia delante, poner todo lo que esté de nuestra parte desde los primeros momentos del año, en manos del que sabe escribir derecho sobre renglones torcidos, y cooperar cada quien con su granito de arena en la construcción de una mejor sociedad.
Y de este modo, sí podríamos desearnos con verdad, mediante esa fórmula tan gastada, pero que puede todavía tener sentido: Una ¡feliz Navidad y un próspero año nuevo!
Pbro. Lic. Carlos Peña R.