Paramédico

“Ayudar forma parte de mí”

 

 

En la edición pasada de La Senda, Helena Cayeros, joven paramédico, compartió con los lectores su experiencia al trabajar como paramédico, un noble servicio a los demás. En este mes de abril presentamos la segunda parte de su testimonio.

Helena recalcó que entró a la Cruz Roja por el testimonio de su familia; y agregó: “Sigo aquí por una familia, aquí conocí a mi esposo, los dos somos paramédicos. Es bonito compartir la tarea y que alguien te entienda; aquí estamos los dos para ayudar junto con todo un equipo”.

 

El uniforme de paramédico es indicativo

Helena señaló que en una ambulancia viajan tres paramédicos: el operador del vehículo de emergencia, el paramédico encargado del servicio y otro de apoyo. También explicó en qué consiste el uniforme de paramédico: “Todo nuestro uniforme es indicativo, es decir, indica que pertenezco a una institución. Consiste de un casco protector, lentes para evitar alguna penetración de un cuerpo extraño, camisola que evidencie a qué lugar pertenezco; del lado izquierdo porto un sectorque me indica que soy voluntaria de la Cruz Roja Mexicana y del otro, que pertenezco al área de Socorro. También tenemos un peto de identificación para que las personas civiles sepan que soy de Cruz Roja, un pantalón que tiene reflejantes para ser identificable en la noche y unas botas con suela antiderrapante que me protegen de algún animal que pueda introducirse dentro de mi prenda o que evite que yo derrape con los líquidos que se encuentran sobre el pavimento”.

 

Me encanta la mirada de una persona agradecida

Durante la entrevista se le preguntó a Helena cómo resumiría su vida como paramédico, a lo que contestó: “En resumen, como paramédico me encanta la mirada de una persona agradecida, el saber que una parte de mí, aunque no reconocida, pudo prestar ayuda a una persona tanto emocional como físicamente; me encanta la adrenalina de arriesgar la vida por cumplir con alguna persona. En mi caso, siempre me preocupo por mis compañeros y creo que todas las personas que en algún momento pasamos por brindar una atención prehospitalaria han de sentir lo mismo. Hay una pequeña frase de una oración del paramédico que dice: ‘A pesar de la carga de mis años y el cansancio de la edad que me brinda, aunque yo no pueda permanecer en el servicio activo, al momento de escuchar una sirena mis ojos se llenarán de nostalgia y mi pecho vibrará, y lo único que yo pediré al Señor será, guíalos, cuídalos y protégelos, ellos van a auxiliar una vida, permíteles que lo hagan y regresen con bien a casa, porque en su hogar alguien los espera’. Siempre pretendo, aunque no esté aquí adentro, pedir por todas las personas que ahí afuera están brindando un servicio de emergencia, porque se arriesgan por ayudar y en ocasiones nosotros –los paramédicos– terminamos siendo los rescatados”.

Don José, 65 años de servicio en la Cruz Roja

Helena recalcó que una pieza clave dentro del grupo de paramédicos es el señor José Carlos Guerrero, mejor conocido como don José: “Don José es veterano de guerra, él viene de batalla, dentro de la Cruz Roja es un gran soldado. Estudió como paramédico, es más grande que nosotros, pero es muy consciente. Estuvo saliendo a servicio un tiempo y por las limitaciones propias la edad no brinda ya un servicio activo; sin embargo, aquí nos apoya, ayuda a mantener el cuartel en orden, nos orienta, sus conocimientos los comparte y nos hace la vida amena cuando llegamos”.

Al respecto, Don José, de manera breve, cuenta su experiencia: “Tengo 95 años de edad y en la Cruz Roja llevo 65; ahora me toca apoyarlos en el sentido moral, veo a qué hora salen, estoy al pendiente de que regresen con bien, contesto el teléfono cuando no hay nadie. Aquí me humanicé, me enseñé a llorar, me enseñé a ser lo que yo quería ser. Me siento muy feliz, satisfecho, traté de hacer siempre lo mejor, las cosas siempre se hacen dentro de lo humanamente posible, me han tocados dos desastres, el de 1985 y el de 1992, que me dejaron muchas experiencias.

Haber entrado a la Cruz Roja ha sido lo mejor de mi vida, porque no perdí mi tiempo, desde 1980 ya hay escuela de paramédicos, yo me preocupé por ser, me admitieron en el examen, soy de la generación 1999-2000, soy de la quinta generación del siglo XX y aquí he visto pasar a más de 20 generaciones”.

Don José es un claro ejemplo de que no importa la edad para ayudar a los demás, y que cada uno de nosotros, según nuestras capacidades, podemos aportar para construir una mejor sociedad.

 

Irma Patricia Valdez Parra

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Comentarios a  la autora: (valdez@lasenda.info)

 

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