Palabras del Papa Francisco a México

 

Valentina Alazraki ostenta el decanato entre los comunicadores acreditados en el Vaticano. Sin embargo, aunque siguió paso a paso los itinerarios de Juan Pablo II y estuvo cercana a todos los acontecimientos de la Santa Sede por más de tres décadas, solo ahora pudo tener una entrevista “cara a cara” con un Pontífice. En esta –que transcrita se lleva once páginas– se notó la experiencia de quien preguntó y se retrató de cuerpo entero con la personalidad definida y congruente –todavía desconcertante para algunos– del Papa.

Para quienes están desanimados por la situación de México les recordó la predilección de la Virgen María a esta tierra: “Ella es Madre, fuente de unidad cultural, puerta hacia la santidad: en medio de tanto pecado, de tanta injusticia, de tanta explotación y tanta muerte, es Madre”. Llevó adelante su reflexión y presentó una audaz “interpretación mía”: “No es el primer momento difícil que está pasando México… Pasó momentos de persecución religiosa donde engendró mártires. Yo pienso que a México el diablo lo castiga con mucha bronca por esto… no le perdona que Ella haya mostrado allí a su Hijo”. Con respecto a la presencia del mal en sus diferentes manifestaciones se preguntó: “¿Quién tiene la culpa? ¿El gobierno? Esa es la respuesta más superficial… Todos tenemos de alguna manera la culpa o, al menos, el no hacernos cargo del sufrimiento… La mayor parte del pueblo mexicano es solidario… es una de las virtudes que tienen ustedes”. Y para quienes pensaban en una visita al país en este 2015, aclaró: pensaba hacer una “escala” –antes de entrar a Estados Unidos– en Michoacán o en Ciudad Juárez, sitios especialmente castigados por la violencia, pero recapacitó: “No se puede visitar México a pedacitos; requiere una semana. Prometo un viaje a México como se lo merece y no a la apurada y de paso”.

 

Semanas atrás unas letras privadas dirigidas a un amigo argentino pusieron en los labios del Papa Francisco el término “mexicanización” en referencia a la extensión de los tentáculos de la narcocultura. El gobierno reaccionó excesivamente, pero la opinión pública no se mostró ofendida. Con singular inteligencia comparó el vocablo con el de “balcanización”: “Ni los serbios, ni los macedonios, ni los croatas, se nos enojan. Se habla de ‘balcanizar’ algo y se usa técnicamente… No tiene nada que ver con la dignidad de México”. Y como a manera de compensación hizo una autocrítica de los argentinos: “Nos agrandamos con facilidad… somos muy poco humildes… La desmesura argentina (es) propia de nuestro modo de ser”.

Un tema de importancia para quienes han observado el panorama latinoamericano religioso y cultural de 1950 para acá es la pluralización de cristianismos o paracristianismos, nuevos movimientos religiosos de peculiar dinamismo, aunque también fácilmente mutantes y sectas que diluyen los ambientes comunitarios. El Papa fue cuidadoso y analítico: distinguió las líneas positivas de esta tendencia: su “projimidad”, el trato personal, la relevancia de la predicación y la invitación al cambio de vida. Invitó a hacer distinciones, a reconocer cuando en el fondo hay manipulación y poco cristianismo. Reconoció el atractivo de un llamado de la “Palabra de Dios ardiente” y el contraste con algo bastante común en las comunidades católicas: “distancia, clericalismo, homilías aburridas…” Hizo hincapié en algo que no solo había recalcado más de una vez, sino que está en el ritual mismo de la ordenación del diácono y del presbítero: la importancia capital de la predicación, para la que se habilita y envía antes que a impartir los sacramentos: “Hay homilías que son un desastre… no sé si la mayoría, pero no llegan al corazón. Son clases de teología o son cosas abstractas, o largas… En general, los pastores evangélicos tienen una cercanía y llegan al corazón, preparan bien la homilía… Creo que nos tenemos que convertir”. Sí; pensemos sobre todo los sacerdotes; alejemos los pretextos (mucho trabajo, mucha “pastoral”, dinámicas y mesas redondas en lugar de predicación), seamos quienes prestemos nuestra palabra, preparada y orada, a la gracia divina”.

 

Su Santidad no evadió las preguntas sobre su estilo personal. Expresó su sorpresa al ser elegido, la necesidad de adaptarse a un lugar diferente y a la vez, la permanencia de ciertos rasgos muy propios: “Trato de ser yo, como me gusta y a veces por ahí exagero en alguna cosa que puede ofender a alguien… me tengo que cuidar. Pero los símbolos, el modo de ser, el auto… No puedo ir en un Mercedes, en un BMW… el que uso… es un utilitario, más o menos al alcance de un empleado bancario…” Si algunos lo juzgan “de izquierda” o un “marxista”, simplemente no entienden: “Tenemos que habituarnos a no calificar con hermenéuticas demodé[anticuadas]. Hoy izquierda y derecha es una simplificación que no tiene sentido. Cincuenta años atrás tenía sentido… Marxista hoy, ¿qué es? El marxismo tiene tanta variedad de expresiones que…”

 

Tampoco aquellas que tocaron asuntos como la Curia romana y sus “tentaciones y enfermedades” o el caso del padre Maciel y sus “padrinitos” mexicanos y romanos: “Cuando me enteré del ‘escandalazo’ me dolió mucho… ¿Cómo esta persona pudo llegar hasta eso?… Creo que se trataba de un enfermo, de un gran enfermo”.

 

Habló también del próximo Sínodo sobre la Familia: “Creo que hay expectativas desmesuradas… simplifican y dicen, ¡ah!, les van a dar la comunión a los divorciados. Con eso no se soluciona nada. Lo que la Iglesia quiere es que te integres a la vida de la Iglesia [la comunidad, el crecimiento de la fe, la caridad que actúa]… Acompañar procesos interiores”.

 

“La familia está en crisis…Se ve que los jóvenes no quieren casarse, o conviven. No lo hacen por protestar de nada, sino que expresan así sus cosas. Después a la larga se casan algunos, otros por la Iglesia… Creo que lo que el Señor quiere es que expresemos eso: preparación al matrimonio, acompañamiento de los que conviven, acompañamiento de los que se casan y llevan bien su familia, acompañamiento de los que han fracasado… ¡Cuántos matrimonios que son hechos sociales son nulos! Por falta de fe”.

 

Al final de la entrevista, Valentina le preguntó acerca de su manera de expresarse tan libre: “¿Alguna vez habrá tenido que ‘morderse la lengua’?”: “Me gusta hablar así. Siempre he hablado así. Siempre. Por ahí [tal vez] es un defecto. Pero la gente creo que me entiende”.

 

Concluyó con una bendición a los mexicanos y, antes, convocó a rezar el Ave María, pues “es la que nos da la fuerza para dar la bendición”.

 

Pbro. Dr. Manuel Olimón Nolasco

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Comentarios al autor: (manuelolimonnolasco98@gmail.com)

 

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