Obesidad: Una amenaza para la vida

Aquello que afirmó Hipócrates, respecto a que “los muy gruesos tienden a morir antes que los delgados”, debería bastar para que toda persona comiera con moderación e inteligencia, es decir, ingerir sólo lo que hace bien al organismo. Sin embargo, los malos hábitos alimenticios entre los mexicanos se están convirtiendo en una arraigada costumbre: el número de personas con sobrepeso o en vías de convertirse en seres obesos se ha disparado en los últimos años en nuestro país. Y para muestra basta un botón: según las más recientes cifras oficiales dadas a conocer por la Organización Mundial de la Salud, México ocupa el nada honroso segundo lugar mundial de personas que acusan obesidad; y esto, insistimos, no es para celebrarse por el distinguido escalafón en el escenario mundial, sino para hacer sonar las sirenas y dar las voces de alarma. ¿Qué estamos comiendo los mexicanos? ¿En qué cantidad? ¿Por qué comemos lo que comemos?

El fenómeno de la obesidad ha rebasado toda expectativa y superado toda previsión económica, pues atender este padecimiento implica grandes costos económicos para los gobiernos e instituciones de salud, y repercusiones sociales que modifican en los procesos de convivencia en la sociedad; no se trata de una cuestión menor, incluso se ha pronosticado que puede llegar a ser un tópico incontrolable dentro de los esquemas de salud estatales y del país.

Factores que disparan la obesidad

Un modo de vida alterado
El modo actual de vida en las ciudades, que se ha visto alterado en grandes proporciones, según los expertos, contribuye al crecimiento de la obesidad. Calidad y cantidad en la ingesta de comida, largas jornadas de trabajo extenuantes, traslados cada vez más largos en distancia y tiempo, y las características de inmovilidad en trabajos de escritorio o de puestos que no requieren mayor esfuerzo, son factores que se conjugan y dan por resultado el sobrepeso y la obesidad. Sin embargo, también lo advierten nutriólogos y médicos en general, este mal es prevenible si se introducen los cambios adecuados en el estilo de vida: dietas más balanceadas y nutritivas, sesiones de estiramiento y ejercicio físico para contrarrestar el sedentarismo, actividades generales que involucren un giro paulatino en los horarios y tareas cotidianas.

Tendencias alimenticias
Es de lamentarse que esto se veía venir: si revisamos las tendencias alimenticias adquiridas en los últimos años, podemos darnos cuenta de que la población mexicana adolece de sanas costumbres al momento de alimentarse: con la globalización llegaron por montones los establecimientos de comida rápida que obedece, por otro lado, a la rapidez con que hay que vivir la vida hoy; y la insana costumbre de ingerir grandes cantidades de comida chatarra: frituras, antojitos, refrescos, productos bajos en azúcares o grasas –algunos de los cuales no cumplen con lo que anuncian en su etiqueta-, las milenaria tradición mexicana de ingesta de alimentos, heredada de nuestros antepasados, se ha distorsionado a tal grado que hoy es casi imposible comer sentado, en horas adecuadas y en compañía; incluso, la tan enriquecedora sobremesa en algunos hogares ha sido sustituida –limitando la comunicación y la convivencia de paso- por sentarse alrededor del televisor.

Sedentarismo
Uno de los principales factores asociados con la obesidad y el sobrepeso es el sedentarismo –de poca agitación o movimiento-: en los adultos la poca o nula actividad física, aunado a un trabajo demandante y rutinas de actividades personales y en grupo desgastantes, provocan que al regreso del trabajo la persona sólo quiera sentarse a ver televisión o de plano ya no salir de casa en lo que resta del día. Este modo de vida es cada vez más practicado. En lo que se refiere a los infantes: según el Hospital Infantil de México, la mitad de la población infantil mexicana sufre sobrepeso, y un 24.5 por ciento acusa obesidad. Los rasgos y modos de conducirse al momento de ingerir alimentos están siendo imitados por los pequeños. Hay que considerar, sin embargo, que nadie viene al mundo con un compendio de sanos hábitos alimenticios bajo el brazo; a comer bien se aprende en el hogar, es decir, si se quiere cambiar esta tendencia de mala alimentación habrá que poner el acento en el cuidado o descuido de los padres al momento de decidir qué y cuánto se va a comer. A todo esto habría que sumar la acendrada costumbre de pasar muchas horas al día frente al televisor o los videojuegos, tanto de grandes como de pequeños.

Lo socialmente “bien visto”
De acuerdo con una encuesta publicada en días pasados, una mujer obesa, en contraparte con el varón, es mal vista y señalada; incluso, el sobrepeso es un detonante negativo al momento de buscar y solicitar empleo. En este mismo sentido habría que añadir que del total de personas que padecen obesidad en México, el 40 por ciento decidiría bajar de peso por motivos estéticos y no de salud. Si se consideran todas estas aristas se puede esbozar una reflexión que al mismo tiempo plantea un desafío: este mal sólo podrá erradicarse cuando la persona que lo padece se convenza de que, como lo dice el título de este texto, la obesidad es una amenaza para la vida.

Más causas
Existen otros factores que de algún modo contribuyen al desarrollo de la obesidad, tales como: los socioeconómicos: se sabe que quienes pertenecen a grupos de un nivel económico alto disponen de más tiempo y recursos para llevar dietas y hacer ejercicios que les permiten evitar el sobrepeso; los psicológicos: entre los que figura una imagen negativa del cuerpo, lo que conduce a la inseguridad extrema y otros trastornos sociales; los fármacos: algunos medicamentos usados frecuentemente, entre los que se cuentan los que se utilizan para curar trastornos psiquiátricos, provocan aumento de peso; y los genéticos: algunas investigaciones de reciente publicación sugieren que la influencia genética contribuye en un 33 por ciento a la obesidad. Fuente: www.monografias.com

La obesidad es un problema de salud pública
Antaño una persona con sobrepeso no era desdeñada como sucede en la actualidad: “mira qué rozagante te ves”, “estás llena de vida”, “qué buena vida te das”, eran expresiones comunes que en el fondo querían denotar, además de un rasgo de empatía, que la persona era bien vista. Mas hoy, la obesidad es una enfermedad crónica que se caracteriza por el exceso de grasa en el organismo; originada por un sinnúmero de causas y que deviene en otras tantas complicaciones tanto físicas como emocionales. Médicos expertos, incluso, no se han detenido al decir que la obesidad es hoy ya un problema de salud pública; esto quiere decir que para su solución tendrán que coincidir en estrategia y unir esfuerzos las instancias federales, estatales y municipales a las que les competa el tema, y la sociedad en general. Además de acciones concretas tendientes a disminuir este acelerado crecimiento de personas obesas, este plan debe contemplar una serie de paradigmas dirigidos a la población cuyo objeto sea conscientizar sobre los beneficios que se obtendrían si se come con moderación y nutritivamente, y alertar respecto a los daños físicos y psicológicos –entre los que se incluye una muerte prematura- en caso de no cambiar el modo de comer.

Tipos de obesidad
La clasificación de estos tipos es según la distribución de la grasa corporal en el sujeto; a saber:
Obesidad androide: se localiza en la cara, cuello, tronco y parte superior del abdomen. Es la más frecuente en varones.
Obesidad ginecoide: predomina en abdomen inferior, caderas, nalgas y glúteos. Es más frecuente en mujeres.

Al considerar su inicio, se clasifica como obesidad de la infancia o del adulto; y según la distribución del exceso de grasa corporal en obesidad del tronco y hombros, y obesidad del tronco y caderas; pero para propósitos de pronóstico y tratamiento, la obesidad se divide de acuerdo con el Índice de Masa Corporal (IMC): clase I (moderada), clase II (severa) y clase III (mortal).
Fuente: www.monografias.com

 

Juan Fernando Covarrubias Pérez

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