Nuestra Señora del Rosario del Real Alto

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400 años de presencia y devoción  

El pasado 7 de octubre fuimos testigos de una celebración sin precedentes: se cumplieron 400 años de veneración a Nuestra Señora del Rosario del Real Alto, en San Sebastián del Oeste, Jalisco. El Obispo Ricardo Watty, los sacerdotes del lugar y más de 500 fieles nos llenamos de gozo por la presencia maternal de la Reina del Cielo.

Remontando los días
Para comprender lo relevante de la fiesta habrá que hacer una pequeña reseña histórica. El Real Alto, Jalisco, por su ubicación en la media montaña, su difícil acceso y su accidentada geografía, nos remite a un asentamiento minero, cuya fundación data de 1605, esto debido al hallazgo de una rica veta de plata efectuado por los indios Diego Felipe y Francisco Lázaro, quienes iban en busca de mercancías a  la población de Mascota, procedentes del Real de los Reyes, localidad minera de reciente fundación ubicada en el fondo de una profunda cañada. De acuerdo con las leyes los indios, no podían poseer minas ni declarar hallazgos, por tal motivo lo notificaron a su amo Clemente Torres, quien al ver la riqueza del filón les entrega una pequeña fracción para su explotación y el resto lo adquiere junto con otros españoles.
Al haberse realizado el descubrimiento o quizás la notificación al amo Torres un domingo de Pascua de Resurrección, el sitio quedó bautizado como el Real de Resurrección y Minas de Hostotipac (esto último por quedar bajo dicha jurisdicción minera), según los documentos del archivo parroquial y del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara. Los dueños de minas, junto con sus cuadrillas, en su mayoría indios, se trasladaron entonces al Real de Resurrección.

De la capilla a la iglesia
El primer nombre  mencionado en los derroteros o por posteriores párrocos de dicho Real es el de Manuel Alonso de Sanmartín, quien recibe la designación de ministro de manos del Obispo Juan de Ovalle; pero finalmente el Obispo Francisco de Rivera le confiere el título de Beneficiado.  Alonso de Sanmartín construye una pequeña capilla para dar los auxilios espirituales necesarios a los trabajadores, pero ante la riqueza del filón, era inminente la llegada de un mayor número de mineros, ya como hacendados o propietarios y trabajadores. Es así como la capilla será insuficiente, la cede a los indios y construye la que será la primera iglesia.
Al hablar del paso de una capilla a una iglesia se debe considerar que trabajo consigo nuevas necesidades, si en verdad fue Sanmartín quien introdujo una pequeña imagen de la Virgen del Rosario (de pasta de caña), que por sus méritos la entregó al indio Diego Felipe y que éste, a su vez, la cedió a un hermano que vivía en Talpa; esto explica la presencia de la imagen que casi cuarenta años después se venerará en la población de Talpa, devoción qua hasta nuestros días se conserva.

El surgimiento de la parroquia
En cuanto al Real de Resurrección también se menciona a Alonso de Sanmartín como la persona que encargó una imagen de la Virgen del Rosario de madera tallada en la Ciudad de México; cabe señalar que en el documento escrito por Cristóbal Beltrán de los Ríos sobre los milagros de Nuestra Señora del Rosario (1698), primero se establece que la fecha de fundación de El Real de Resurrección es el 5 de abril de 1605; en segundo lugar, que a pesar de que San Gerónimo era el patrono, desde el momento en que llegó la imagen de la Virgen lo desplazó al cautivar a los fieles; esto se refuerza con los testimonios por ser “muy milagrosa”.
La iglesia del Real de Resurrección fue elevada a categoría de parroquia en el año de 1648 y se extingue en el año de 1782: sus más de ciento cincuenta años le bastaron para dejar un rico legado artístico-religioso, que viene a atestiguar un pueblo minero lleno de dolor y sufrimiento que buscó y encontró el auxilio y refugio en una hermosa imagen; su gratitud quedó manifiesta a través de las limosnas y donativos en “la piedra metal”. Durante ese periodo se sucedieron diversas administraciones, en las que no faltó la dirección de sacerdotes ilustrados, preparados al grado de no sólo embellecer la iglesia con retablos, sino de buscar artistas que lograran obras de arte que dignificaran el culto a Dios.
Hoy, la iglesia del Real Alto, como se le conoce, ya no cuenta ciertamente con la riqueza descrita en los documentos e inventarios de los siglos XVII y XVIII; sin embargo, es poseedora de uno de los cultos marianos más longevos, caracterizado por la autenticidad de su discreción e intimidad, lo cual ciertamente le da un particular valor.

“Aquí está la casa de Dios y la puerta del Cielo”
El pasado 7 de octubre del presente año, celebramos los 400 años de presencia e ininterrumpido culto a María Santísima. El Obispo de la Diócesis de Tepic, Mons. Ricardo Watty Urquidi, durante la homilía de la Misa solemne, señaló, ante la feligresía que abarrotó el templo, que él había recibido previos comentarios acerca de lo hermoso del lugar, pero éstos se habían quedado cortos, “considerando que este sitio –el Real Alto– es el cielo, no solamente por lo elevado de su geografía, sino por lo espiritual”. Lo particular del caso, y que quizás desconocía el Obispo Watty, es que justamente en la portadita que marca el ingreso al templo, sobre una cornisa, se lee la siguiente inscripción en latín: Haec domus Dei est et porta coelli (“Aquí está la casa de Dios y la Puerta del Cielo”). El señor Obispo sostuvo, asimismo, que no encontró únicamente riqueza en el paisaje y en la naturaleza, sino una gran riqueza espiritual en los fieles, que en actitud silenciosa pero participativa, lo escuchaban.

A la altura de la ocasión
Para la festividad de Nuestra Señora del Rosario, como de manera tradicional se le denomina, la iglesia lució espléndida: fue decorada exquisitamente con flores, y al centro se dispuso la imagen de la Virgen recién restaurada, con su hermoso rostro, así como el del niño, ambos coronados. Esta bella imagen tiene tallada la vestimenta, que va cubierta de una fina hoja de oro, que luego aparece policromada, con un rico manto azul; su túnica refulge pletórica de motivos orgánicos que nos remiten al paraíso, a la salvación, en tanto que en su mano derecha lleva un rosario, como invitando la participación de los fieles; y en la izquierda, cercana al corazón, eleva a su hijo mostrándolo, y éste sostiene en su pequeña mano una ave dorada.

San Sebastián, de manteles largos
Tras la emotiva celebración religiosa se dio paso al convivio, tan humano, tan necesario. El atrio se vistió de manteles largos: en la atmósfera flotó un aire de cordialidad, armonía y alegría. El señor Obispo Ricardo Watty,  junto con los  quince concelebrantes y una gran concurrencia, compartimos los alimentos, rica y generosamente preparados por los lugareños. La comida fue amenizada por un cuarteto de la Orquesta Típica, deleitando con música de antaño.
A las cinco de la tarde se procedió a la procesión encabezada con la imagen peregrina, que ingresó a la iglesia avanzando por sobre un artístico tapete de aserrín. La festividad fue todo un éxito. La merecida respuesta que obtuvieron el señor Cura Alberto Aréchiga y su vicario, el Padre Luis Alberto Moreno, se debió no sólo a su esfuerzo y a la generosidad de los habitantes, hijos ausentes y foráneos, sino a la convicción, a la fe que ha logrado inculcar Nuestra Señora del Real Alto por cuatrocientos años en este apartado y discreto sitio.

Mtra. Yvette Ortiz Minique

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