La siempre entusiasta propagación de relatos sobre apariciones y la divulgación de increíbles portentos hicieron de la sociedad novohispana de los siglos XVII y XVIII una corte de maravillas, de la cual para fortuna nuestra, la comarca tepiqueña no permaneció al margen. Resultado de lo anterior, en Tepic para esos años se tienen como principales festividades religiosas las que se celebran los días tres de mayo y quince de agosto para venerar a la Santa Cruz y a la Virgen de la Asunción. Fue también en estas centurias, que los laicos de diferentes sectores sociales de esta escasamente poblada localidad, lograron organizar varias cofradías a partir de las cuales hicieron descansar la conmemoración de los principales acontecimientos del calendario litúrgico. Cabe señalar que el origen y desarrollo de estas hermandades cohesionadoras de la vida religiosa local, tienen como telón de fondo la transformación del pueblo de Tepic en sede parroquial, suceso que se hizo presente en agosto de 1761, cuando el convento franciscano de Xalisco a cuya guardianía se encontraba incorporado desde 1540, pasó a ser administrado por el clero secular.
En los años que van de 1611 a 1744, los habitantes de esta localidad asistieron a la formación de cuatro de estas asociaciones cuyos nombres tuvieron que ver con la relación cultual a una sagrada imagen tales como Nuestra Señora de la Limpia y Pura Concepción de María, Ánimas Benditas del Purgatorio, Santísimo Sacramento del Altar y Nuestra Señora de los Dolores, mismas que también canalizaban parte de sus fondos pecuniarios a varias labores sociales. A la primera de ellas, por ejemplo, se le recuerda por el establecimiento de un hospital en aquellos años en que con frecuencia hacían acto de presencia las mortíferas epidemias. Algunos años después, durante en el siglo XVIII, tendría destacada participación en actividades agropecuarias, lo que sin duda le redituó buenos ingresos lo que a su vez le permitía otorgar lucimiento en el culto. Por su parte, la Cofradía del Santísimo Sacramento establecida en 1667 y a la cual se integraron miembros del comercio local, pronto creó un fondo solidario para dotar de toda solemnidad a diferentes fiestas que la asociación promovía como la Ascensión del Señor, Jueves Santo y la del Santísimo Sacramento, que como se sabe, esta última tenía lugar en la octava de Corpus. Además, todos los jueves se mandaba celebrar misa por los cofrades difuntos. En 1744, bajo la protección de Nuestra Señora de los Dolores, apareció una nueva asociación, que como las anteriores y con igual propósito, contó con varios ranchos en la actual municipalidad de San Blas. Sin embargo, cabe señalar que el culto a esta advocación existía desde principios de aquella centuria.
Sobre este particular tema, son las investigaciones de Pedro López Gonzáles, expuestas en su libro de La catedral de Tepic, las que dan cuenta del impulso que dio a esta devoción el señor Manuel de Caravantes, originario de la ciudad de México, quien donó la primigenia imagen de la Dolorosa, pintada en lámina de cobre, y quien gestionaría la edificación de la capilla anexa al templo parroquial. Esta nueva fábrica, erigida sobre ruinas del primigenio panteón del pueblo, se había iniciado en 1710, y diecinueve años después, estaba concluida. Es decir, cuando todavía se vivía el recuerdo de aquel emblemático año de 1727, cuando la festividad de Nuestra Señora de los Dolores se extendía por Europa y América como resultado del aliento brindado por el papa Benedicto XIII.
En Tepic, de igual forma son los años en que el fervor a imágenes marianas está en ascenso. A finales del siglo XVIII se abre la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, y en 1795, el 19 de junio, el ayuntamiento local presidido por el próspero comerciante vizcaíno Esteban Antonio Lazcano, en coordinación con autoridades parroquiales y selectos miembros del vecindario, declararon patrona de la población a la Virgen de los Dolores. Para ese tiempo firman la documentación notarial en la parroquia de Tepic los Bachilleres Ignacio Pintado, Ignacio de Hijar y Benito Antonio Veles. El antiguo documento que hace relación a este magno acontecimiento dice lo siguiente: El Ayuntamiento y vecindario de esta ciudad reunido en las Casas Consistoriales de la misma, con asistencia del párroco y numerosa concurrencia del pueblo, fue solemnemente el día 19 de junio de 1795, ante el Juez, Subdelegado de este partido D. Agustín de Rivas, el tener y reconocer por particular patrona titular y abogada para los buenos temporales y demás necesidades comunes a la Sacratísima Virgen, en su Soberana Imagen de los Dolores, prometiendo celebrarle anualmente en la segunda dominica del mes de junio, con vísperas, misa, sermón y rosario en la tarde por las calles. Para la firmeza de esta obligación contraída por autoridades y vecindario, se otorgaron escrituras públicas el 18 de mayo del año siguiente (1796) ante D. Esteban Antonio de Lazcano, Alcalde ordinario más antiguo, constituyéndose desde aquel día por sí y por los vecinos de esta ciudad, que a razón eran entonces y en adelante lo fueren responsables a su cumplimiento. . . (Libro de Gobierno parroquia de Tepic 1773-1821, p. 81).
Con lo anterior se reforzaba una tradición religiosa de intensa piedad que por el momento se desconoce por cuántas décadas sobrevivió. En el siglo XIX, con la desaparición de las cofradías, sin duda que se vio disminuida; pero lo mismo sucedió en la siguiente centuria con otras imágenes como la Asunción. Lo anterior ha traído consigo que los tepicenses muestren una clara orientación cultual hacia la Guadalupana que se hace presente en los santuarios de la Barranca del Pichón y en el de la propia ciudad.
Para concluir esta tarjeta informativa vale la pena señalar que dos parroquias novohispanas que todavía poseen como santas patronas a la Virgen de los Dolores fueron regidas por presbíteros que asumieron destacada participación en el movimiento de la independencia de nuestro país. El cura Miguel Hidalgo para 1810 estaba encargado de la feligresía de Nuestra Señora de los Dolores en la antigua Intendencia de Guanajuato, mientras que Severo Maldonado su cercano colaborador en la ciudad de Guadalajara, lo era de la parroquia de Mascota actualmente perteneciente a la Diócesis de Tepic. Con el paso del tiempo, como ya se ha señalado, la devoción a esta piadosa imagen ha decaído. No obstante es de gran importancia el conocimiento de esta historia pues en su momento tuvo mucho que ver con la identidad religiosa de esta población, particularmente en aquella época que aglutinó una gran presencia de habitantes de origen hispano como resultado de la preponderancia que alcanzaba San Blas en el tráfico mercantil en los mares del Pacífico. Finalmente, es importante señalar, que actualmente se adolece de una festividad de este tipo con la que se identifique la sociedad tepiqueña. Hacemos votos porque este tipo de historias se sigan promoviendo en bien de la cultura religiosa diocesana.
Maestro Pedro Luna Jiménez
Universidad Autónoma de Nayarit