“No debí haber nacido”, “A nadie le importa lo que me pasa”, “La mejor madre es la calle”, estas son expresiones de niños que viven o trabajan en cruceros viales y que piden dinero en restaurantes y diferentes zonas de la ciudad de Tepic. Pocos son los menores de edad que viven en la calle, pero la gran mayoría de ellos trabaja. Todas las historias son adversas.
Entre ellos se conocen, pero si no están en grupo muestran indiferencia, no les gustan los extraños, comparten la comida, la bebida y, escasas veces, el dinero; saben dónde se juntan y saben a dónde deben de ir a pedir una moneda o, en el mejor de los casos, a comer “gratis”.
Niños de la calle, ¿por qué?
El artículo 27 de la Convención sobre los Derechos del Niño afirma que “los Estados firmantes reconocen el derecho de todo niño a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social”. Sin embargo, hay más de cien millones de niños de la calle en el mundo para quienes esos derechos no existen, o no son dignos de ellos. Son niñas y niños para los que la calle se ha convertido en su morada. En ella nacen y mueren con pocas posibilidades de acceder a otra forma de vida. Son niños provenientes de familias en situación de extrema pobreza, con problemas de desestructuración familiar, alcoholismo, dependencia a las drogas, etcétera. Son niñas y niños marginados por la sociedad. Y no es un problema que parezca tener solución a corto plazo, pues el número de niños que vagan en las calles no deja de aumentar en casi todos los países.
Ningún niño escoge la calle
Los niños de la calle son un “problema” que afecta a todas las naciones, porque ni los llamados países del primer mundo pueden decir que no los tengan, pues en los suburbios de las grandes metrópolis son muchos los niños y las niñas que sobreviven sin que nadie se ocupe de ellos.
Algunos mantienen algún vínculo con sus familiares y realizan trabajos para ayudar al sustento de la familia, pero otros han roto toda relación familiar y se han unido a otros pequeños para poder sobrevivir sin que ningún adulto se ocupe de su devenir.
Venden sus cuerpos por unas pocas monedas que les permitan aguantar un día más. La gran mayoría de los niños de la calle son adictos a las drogas, que les permiten evadirse de la soledad y no sentir el frío y el hambre que siempre les acompañan.
¿Cuáles son las oportunidades del niño de la calle?
Su esfuerzo está encaminado a conseguir subsistir un día más. Viven en muy malas condiciones, no reciben cuidados ni atención médica y suelen estar afectados por enfermedades de todo tipo. Luchan por la supervivencia y para ello acaban realizando –no tienen elección– cualquier tipo de “trabajo”: prostitución, “mulas” en el tráfico de drogas, entre otras tareas deshonrosas de su dignidad humana. La asesina más eficaz de estos niños es la indiferencia, nuestra indiferencia. Como puede verse, las oportunidades de los niños de la calle no son muchas, y quienes deberían luchar –o tienen las posibilidades y el poder– por resolver el problema miran hacia otro lado.
El futuro
La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, ratificada por todos los países miembro –excepto por dos casos lamentables: Estados Unidos y Somalia–, recoge en su artículo 39 que “los Estados parte adoptarán todas las medidas apropiadas para promover la recuperación física, psicológica y la reintegración social de todo niño víctima de cualquier forma de abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes; o conflictos armados. Esa recuperación y reintegración se llevará a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto de sí mismo y la dignidad del niño”.
A pesar del esfuerzo de algunos gobiernos y de la implicación de muchas organizaciones civiles el problema no parece que se vaya a resolver, porque el número de niños en las calles sigue aumentando.
Todos los estados deberían establecer planes de acción al respecto, como la publicidad y el cumplimiento de los artículos recogidos en la Convención sobre los Derechos del Niño o creando grupos, asociaciones e instituciones específicos de atención para niños y adolescentes.
Que no gane la indiferencia
Hagamos un esfuerzo, un verdadero examen de conciencia sobre nuestra responsabilidad sobre este tema de los niños de la calle y contribuyamos con lo que esté a nuestro alcance para que “Chaparrín”, “Meme”, “Beto”, “Pelón” y los cientos que habitan en nuestra ciudad tengan un mejor futuro y una vida digna. No los excluyamos, nos necesitan.
Porque con amor todo es posible.
Fundación Dar Amor, Dar Vida, AC